Amar o no amar, he aquí la cuestión

En los misterios de la afectividad hay unos cuantos sentimientos que pueden confundirse fácilmente con el amor.

Misterios de la afectividad

Conversación con Don Ramón Montalat
Presbítero y Doctor en Derecho

No es un descubrimiento el notorio aumento de «fracasos matrimoniales» en nuestra sociedad. Las causas son varias y complejas. Una de ellas, sin duda, son las desafortunadas leyes divorcistas. Pero hay más. Existen razones para pensar que, sorteando determinados errores, se puede reducir considerablemente el riesgo de tan lamentables frustraciones. El profesor Ramón Montalat ha escrito mucho y nos parece que bien, sobre la psicología del amor y de los enamorados. Los novios. El arte de conocer al otro, es uno de sus títulos recientes. Con su experiencia en el trato tanto con gente joven como madura, puede descubrirnos algún criterio para identificar lo que es digno de la palabra amor, en el sentido grande, tanto por lo que respecta al noviazgo como al matrimonio.

P. -¿Qué misterio encierra el amor, que puede hacer feliz o desgraciada a una persona, y hasta a una sociedad? ¿Es adecuado hablar, precisamente, de misterio, cuando se habla del amor en su sentido más noble?

R. —Sin duda alguna; el mundo de los afectos es un mundo prácticamente inexplorado, lo cual no significa que algunos autores no hayan desvelado aspectos muy importantes de las relaciones hombre y mujer, o chico y chica. Sin embargo es preciso reconocer que, entre mucha gente, hay una enorme ignorancia sobre el tema. Lo cual puede tener efectos muy graves para la persona, la familia y la sociedad.

P. -Usted, en su libro Los novios, los misterios de la afectividad, viene a decir que hay unos cuantos sentimientos que pueden confundirse fácilmente con el amor. Después de describir alguno de ellos, exclama: «¡cuidado!, eso todavía no es amor». ¿Podría describir los sentimientos que guardan alguna relación con el enamoramiento y no son sin embargo amor?

LA ATRACCIÓN SEXUAL Y EL ENAMORAMIENTO

R. Empecemos por la «atracción sexual». Se describe muy sencillamente: se trata de una fuerza genérica, que Dios ha puesto en el corazón de los seres humanos, mediante la cual los hombres se sienten atraídos por las mujeres y, éstas, por los hombres.

P.– ¿Todos los seres humanos estamos «atrapados» por esta fuerza?

R. Es un modo de decirlo. Pero hay que descodificar el modo de orientarse en medio de esa corriente tumultuosa en la que todos estamos inmersos. Si esa fuerza no contara con ciertos contrapesos, las relaciones entre mujeres y hombres serían caóticas. Prácticamente la familia no existiría. La sexología no sería más que una parte de la zoología. Pero, efectivamente, como usted sabe, existe una segunda fuerza que guarda relación con otro sentimiento: el estar enamorado.

P.– ¿Qué añade el enamoramiento a la atracción sexual?

R.-La atracción sexual, como he dicho, es genérica, refiere simplemente al otro sexo, en general. El enamoramiento es más personal. Se refiere a una persona del otro sexo con exclusión de las demás. Pero es muy importante advertir que en la evolución de la efectividad el enamoramiento no se refiere todavía a una persona individual, concreta, irrepetible. Se refiere más bien a un tipo de persona; se tiene un «ideal» de hombre o de mujer, de chico o de chica. Muchas veces se oye «este chico está muy bien, esta chica es muy guapa, pero no es mi tipo». Aquí tenemos una clara alusión al ideal de persona que se tiene del otro sexo. Esta fuerza, también infundida por Dios en el alma, hace que, para cada persona, la atracción de los sexos se concrete en unos ocho o diez tipos de personas del sexo opuesto.

Este ideal hace su aparición en la adolescencia y ya no desaparece. Pero está sometido a una evolución permanente. En la adolescencia, el ideal de persona del otro sexo está configurado por elementos preferentemente físicos; por ejemplo, color de los ojos, cabellos, anchura de hombros, cintura estrecha, etc. Más adelante, cuando la persona va evolucionando hacia la madurez, también va madurando este ideal en el sentido de enriquecerse con elementos de carácter moral; es decir, que a las personas les va interesando, junto con los elementos físicos, los aspectos morales de la otra: simpatía, vitalidad, capacidad de trabajo, capacidad de decisión, etc. Sin embargo, permanecer en el plano del «ideal» sin descender al plano de lo «real», es una posibilidad muy peligrosa.

CÓMO ENFOCAR EL IDEALISMO

P.-El idealismo, en cierto modo, goza de mucho prestigio, sobre todo en la juventud. ¿En que sentido es peligroso?

R. En el sentido de que no es lo mismo amar una «idea» que amar a una «persona». Si uno se cree que ama a una persona pero lo que ama es una idea de persona, la frustración puede ser tremenda. La solución consiste en tratar a la otra persona. Hay que apearse de la idea y bajar a la realidad. Lo explico a través de un caso práctico. Es decir, a través de una historia. El caso presenta a un periodista que se enamora de la secretaria de un político. Al verla, piensa que está enamoradísimo. Pero al tratarla se da cuenta de que su «idea» no coincide en nada con la realidad. Y rompe el noviazgo. Si se hubiesen casado, se habría roto el matrimonio.

¿CÓMO SE ENTIENDE EL «FLECHAZO»?

P. -¿El «flechazo» significa el encuentro con el «ideal»?

R. Porque existe el ideal, existe el «flechazo». Los autores literarios lo describen poniendo en boca de él o de ella frases como esta: «te acabo de conocer y me parece que te conozco de toda la vida». Eso lo dicen en el momento en que ambos se conocen. Ya se ve que aquí hay un error. Lo que cada uno conoce «de toda la vida» (o lo parece) es su «ideal». La persona «real-ideal», por así decirlo, se podrá conocer después de haberse formado el ideal. Una vez conocida, ya se verá si coincide o no con la persona «imaginada». En la mayor parte de los casos, por cierto, las personas somos distintas de como hemos sido imaginados.

P.–¿Todos los enamoramientos inician en un flechazo, es decir, en el encuentro de lo meramente ideal con lo que al menos parece ideal encarnado?

R.– Ni mucho menos. En mi libro lo ilustro por medio de otra historia de amor. La historia de Antonio y María José. En este caso no hubo flechazo como en el del periodista y la secretaria del político. Sin embargo, aquí la historia termina bien. Antonio y María José acaban casándose y son muy felices.

DESCUBRIRSE COMO UN SER CAPAZ DE INSPIRAR AMOR

P.– ¿Existen otros sentimientos que pueden desorientar a la gente joven en su empeño por crear un amor duradero y estable?

R.-Sí, existe. Muchos que se casan pensando que sienten el verdadero amor no es verdad que lo sientan. Lo llamo «la especial complacencia de descubrirse a sí mismo como un ser capaz de inspirar amor». Y lo describo por medio de otra historia que es la de Guillermo y María Rosa. Es un sentimiento legítimo, pero no es amor a la otra persona. Guillermo, al decirle María Rosa que le quiere, experimenta una satisfacción grande, e intenta describirla diciendo que experimentó un sentimiento semejante al de cuando aprobó un examen difícil. Experimentar que uno es capaz de aprobar un examen, de inspirar amor, o de llevar a cabo una ardua gestión, produce una satisfacción, una complacencia; pero esta complacencia no es el amor.

Desgraciadamente hay parejas que se casan impulsados, al menos uno de ellos, por ese sentimiento. Son esas parejas de las que se dice que él o ella «se deja querer». Son uniones que pueden durar toda la vida, pero a menudo no sucede así. No hay garantía. Dejarse querer no es querer. El amor es un sentimiento mutuo, que impulsa a la mutua donación, a la entrega total de uno mismo al otro y viceversa. Podría decirse que es el encuentro de dos amores, es decir de dos personas que deciden y se comprometen irrevocablemente a compartir toda su vida, ambas vidas.

P.– Veamos más errores cuyo descubrimiento pueda ilustrarnos alguna otra verdad.

R.– Pues bien, un error no pequeño es confundir el amor con el deseo, inconsciente o no, de participar en la fama del otro, o de su dinero, o de una familia con solera. Lo explico mediante otra historia, la de Isabel, una mujer que se casó con un artista famoso. Pero es un poco larga de contar.

COMPONENTES DEL AMOR HUMANO

P.– Hasta ahora hemos hablado de lo que no es el amor. ¿Nos permite preguntarle sobre lo que es en verdad el amor?

R.– El amor es la fuerza más poderosa que vibra en el corazón del hombre. Pero como todo lo humano, no es una realidad simple, sino compleja. Está compuesto por varios elementos. Es una pluralidad de elementos organizada. El objetivo del noviazgo consiste precisamente en «organizar» dicha pluralidad. Es toda una tarea.

P.– ¿Y cuales son los elementos que componen el amor?

R. —Pueden reducirse a cuatro: El primero es la atracción mutua, física y moral; si unos novios no se sienten atraídos en alguno de estos aspectos, es mejor que lo dejen. El segundo es la imaginación: hace falta ejercitar la imaginación para descender de la «idea» a la «realidad», como ya hemos visto antes; pero también se requiere imaginación para verse conviviendo toda la vida con una persona que tiene tales o cuales defectos… Tercero, el dominio del «yo»; el «yo». como es natural, ha de intervenir íntimamente para que el amor sea personal, pero, a la vez, hay que mantener el «yo» a raya para que no lo invada todo y anule al otro; ambos deben dominar su «yo» respectivo (eso es propiamente libertad, dominio, señorío sobre uno mismo) para que pueda existir entre ellos «amistad». Cuarto, es, precisamente, la amistad; marido y mujer deben ser los amigos más íntimos entre todos los amigos; y esa posibilidad debe verificarse en el noviazgo: hacerse y comprobarse; hay parejas que se gustan, pero que no tienen capacidad para ser buenos amigos. ¡Que lo rompan, porque no serían felices!.

MEZCLAS AFECTIVAS Y SÍNTESIS AFECTIVAS

P. —Habla usted de cuatro elementos organizados. ¿Cuál es el principio organizarte?

R. Es otra fuerza que actúa en las personas, en todas las almas. Es el ansia de amar y ser amados. Una de las aportaciones de Gustave Thibon para un mejor conocimiento de la afectividad, consiste en su concepto del amor como «totalidad organizada». El propio Thibon pone un ejemplo muy gráfico. Pensemos en el vino, dice este autor; está compuesto por cuatro elementos: agua, alcohol, tanino y colorante. Si tomamos un poco de cada una de estas sustancias y las mezclamos en un recipiente, ¿qué obtendremos? ¿Vino?, no; lo que obtendremos será una extraña mixtura bastante desagradable. Para obtener vino nos falta algo más. Falta el «principio ordenador».

Thibon, traslada este ejemplo al campo de la afectividad, y distingue las «síntesis afectivas» de las «mezclas afectivas». Se entiende que no basta con mezclar la atracción, la imaginación, el «yo», y la amistad, para que resulte un amor sublime y eterno. Cada uno de estos elementos deberá entrar en composición con los demás en una determinada medida y proporción. Y entonces es cuando el «ansia de amar y ser amado» estructura el amor como una verdadera «síntesis afectiva» capaz de perdurar en el tiempo y hacer que la pareja esté cada vez más unida.

P. —Entonces tiene sentido lo que suele decirse: «hay química»; o «no hay química»… Ahora bien, cómo puede llegarse a la certeza de que los sentimientos hacia una persona concreta, de carne y hueso, pueden llegar a componer un sentimiento profundo y estable, un amor perdurable?

R.-Certeza absoluta no se puede tener en nada humano. En todo caso podríamos hablar de una suficiente garantía, o de una gran probabilidad. En este sentido, humanistas de todos los tiempos coinciden en afirmar que dos personas tienen mayor probabilidad o garantía de llegar a quererse irrevocablemente cuanto mayor sea su grado de afinidad. Filosóficamente esta verdad se enuncia desde hace siglos diciendo que «lo semejante ama lo semejante», «la semejanza es causa del amor; la desemejanza, causa de odio». A veces se cree que «chocan» («no se quieren») por tener caracteres iguales, pero no es así. Estas personas chocan y se quieren poco, porque sólo son semejantes en los «defectos». Y los defectos no unen, sino que separan. Cuando se dice que «la semejanza es causa del amor» hay que referirlo a las «cualidades». Dos personas que poseen cualidades semejantes, se quieren. El noviazgo no es tarea fácil, pero sin duda posible y, huelga decirlo, apasionante. Y más aún el matrimonio como Dios manda: uno con una y para siempre.

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8 comentarios

  1. Lourdes,
    Yo creo que el amor humano no está exento de la conveniencia material, pero deja por ello de ser amor?

  2. excelente. tengo una visión mas amplia que me ayudará ami y al grupo de jovenes que coordino. Dios bendiga

  3. yo creo que el amor no existe en el ser humano es mas conveniencia a lo que posee cada uno hablando en lo material.

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