Cómo se ha de encubrir la gracia

Jesucristo:

1. Hijo, te es más útil y más seguro encubrir la gracia de la devoción, y no ensalzarte ni hablar mucho de ella, ni estimarla mucho; sino despreciarte a ti mismo, y temer, porque se te ha dado sin merecerla.

No es bien estar muy pegado a esta afección; porque se puede mudar presto en otra contraria.

Piensa cuando estás en gracia, cuán miserable y pobre sueles ser sin ella.

Y no está sólo el aprovechamiento de la vida espiritual en tener gracia de consolación, sino en que con humildad, abnegación y paciencia lleves a bien que se te quite, de suerte que entonces, no aflojes en el cuidado de la oración, ni dejes del todo las demás buenas obras que sueles hacer ordinariamente.

Mas como mejor pudieres y entendieres, haz de buena gana cuanto está en ti, sin que por la sequedad o angustia del espíritu que sientes, te descuides del todo.

2. Porque hay muchos que cuando las cosas no les suceden a su placer, se hacen impacientes o desidiosos.

Porque no está siempre en la mano del hombre su camino, sino que a Dios pertenece el dar y consolar cuando quiere y cuanto quiere, y a quien quiere, según le agradare, y no más.

Algunos indiscretos de destruyeron a si mismos por la gracia de la devoción; porque quisieron hacer más de lo que pudieron, no mirando la medida de su pequeñez, y siguiendo más el deseo de su corazón que el juicio de la razón.

Y porque se atrevieron a mayores cosas que Dios quería, por esto perdieron pronto la gracia.

Se hallaron pobres, y quedaron viles los que pusieron en el cielo su nido, para que humillados y empobrecidos a prendan a no volar con sus alas, sino a esperar debajo de las mías.

Los que aún son nuevos e inexpertos en el camino del Señor, si no se gobiernan por el consejo de discretos, fácilmente pueden ser engañados y perderse.

3. Si quieren más seguir su parecer que creer a los ejercitados, les será peligroso el fin, y si se niegan a ceder de su propio juicio.

Los que se tienen por sabios, rara vez sufren con humildad que otro los dirija.

Mejor es saber poco con humildad, y poco entender, que grandes tesoros de ciencia con vano contento.

Más te vale tener poco, que mucho con que te puedes ensoberbecer.

No obra discretamente el que se entrega todo a la alegría, olvidando su primitiva miseria y el casto temor del Señor, que recela perder la gracia concedida.

No tampoco sabe mucho de virtud el que en tiempo de adversidad y de cualquiera molestia de desanima demasiado, y no piensa ni siente de Mí con la debida confianza.

4. El que quisiere estar muy seguro en tiempo de paz, se encontrará abatido y temeroso en tiempo de guerra.

Si supieses permanecer siempre humilde y pequeño para contigo, y moderar y regir bien tu espíritu, no caerías tan presto en peligro ni pecado.

Buen consejo es que pienses cuando estás con fervor de espíritu, lo que puede ocurrir con la ausencia de la luz.

Cuando esto acaeciere, piensa que otra vez puede volver la luz, que para tu seguridad y gloria mía te quité por algún tiempo.

5. Más aprovecha muchas veces esta prueba, que si tuvieses de continuo a tu voluntad las cosas que deseas.

Porque los merecimientos no se han de calificas por tener muchas visiones o consolaciones, o porque sea uno entendido en la Escritura, o por estar levantado en dignidad más alta.

Sino que consiste en estar fundado en verdadera humildad y lleno de caridad divina, en buscar siempre pura y enteramente la honra de Dios, en reputarse a sí mismo por nada, y verdaderamente despreciarse, y en desear más ser abatido y despreciado, que honrado de otros.

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2 comentarios

  1. No me mueve, mi Dios, para quererte
    el Cielo que me tienes prometido
    ni me mueve el Infierno tan temido
    para dejar por eso de ofenderte.
    Tú me mueves, Señor. Múeveme el verte
    clavado en una cruz y escarnecido;
    muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
    muévenme tus afrentas, y tu muerte.
    Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
    que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara,
    y, aunque no hubiera Infierno, te temiera.
    No me tienes que dar porque te quiera,
    pues, aunque lo que espero no esperara,
    lo mismo que te quiero te quisiera…..

  2. Humildad y paciencia, son atributos por loe debemos esforzarnos para ser merecedores de la gracia de Dios.
    Humildad para reconocer que cue cuando Dios se digna darnos su gracia es porque él quiere y nos permite paladear la dulzura de su presencia en nosotros, sin ensoberbcernos por ello, sino recordando que no tenemos mérito alguno para ser merecedores de su gracia, por nuestra condición de pecadores.
    Paciencia en nuestros momentos de aridez en que sentimos que Dios se aleja de nosotros y no acude a nuestro llamado.Ana, la esposa de Elcaná, padres de Samuel, cuantas veces durante años se dirigía al Señor llorando porque le concediera un hijo hasta que ello sucedió. Así nosotros, en nuestros momentos de desierto, lejos de desfallecer y caer en el mundanal ruido de atractivos terrenales, abandonémonos en manos de Dios y no en las de los hombres, pues así como es grande su amor hacia nosotros, así de grande es su misericordia… Bendito seas hoy siempre Dios mío… Alabado seas por siempre…

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