Una adolescente en casa

Formar a una jovencita puede ser toda una ciencia. ¿Qué deben saber los padres para comportarse a la altura de las circunstancias?

“Yo elijo mi ropa, salgo con quien quiero y hablo por teléfono a puerta cerrada”». Con razón dicen que la adolescencia es una enfermedad extraña que ataca a los padres. Mal asumida, saca más lágrimas que un dolor de muelas.

La adolescencia es el correlato mental de la pubertad. Así como se producen cambios en el cuerpo, a esta edad a las mujeres se les desarma el puzzle racional. A los 13 años comienzan un período de crisis, inconformismo, transición:

No son niñitas, pero tampoco mujeres.

A veces les gusta su cuerpo, a veces lo odian.

De pronto son muy generosas, pero al rato se pueden comer medio kilo de jamón y toda la bebida reservada para el almuerzo familiar, sin la menor consideración.

El domingo les encanta irse a estar con los papás, pero el resto del tiempo no aceptan cariñitos o consejos. En resumen, es una época de conductas erráticas.

Sin embargo, hay una cosa clara: quieren separarse de la mamá y generalmente con bastante agresión. Para que nadie se asuste: «Eso es lo normal», señala la psiquiatra Mónica Bruzzoni. Agrega: «Si a esta edad las adolescentes se atreven a ser agresivas con su mamá es precisamente porque confían en el vínculo. Es decir, la niñita no se soporta a sí misma, pero está segura de que la mamá la va a querer aunque sea insoportable».

Por otra parte, el malhumor y la intolerancia típica de las adolescentes es como un llamado de auxilio: presienten el giro que viene en sus vidas y necesitan a su lado a alguien fuerte que «les pare el carro». No una mamá represiva, que no comprende, sino una mamá segura, que ponga límites claros.

«Sin límites el adolescente se siente abandonado», afirma la psicóloga Cecilia Araya. Por esta razón, reitera, el joven suele reaccionar molesto ante los cuidados, recomendaciones y prohibiciones, pero en el fondo se siente protegido y le gusta. «Lo peor que le puede pasar a una jovencita es que sus papás le tengan miedo, porque así no la van a poder cuidar» .

¡NO SÉ COMO TRATARLA!

Es frecuente encontrarse con mamás de adolescentes que confiesan: «¡No sé qué hacer con ella! ¡No hace caso y está cada vez más alejada!». Y entonces es hora de entender el proceso que viven sus hijas, ser realistas para comentar con el marido los cambios -sin cubrir la espalda de las hijas «para que no las castiguen»- y armarse de paciencia y fortaleza.

Lo primero que hay que asumir es que el proceso de cambio en las niñitas es muchísimo más fuerte que en los hombres porque comienza antes y las encuentra más frágiles. A medida que crecen, ellas sienten un gran vacío interior. Ya no se entretienen con lo que hacían antes, pero todavía no saben cómo hacer algo nuevo.

Entonces comienzan a inventar panoramas, a identificarse con el grupo en vestimenta, pelo, zapatos y toda clase de gustos. Quieren ser todas iguales.

Lo segundo, es que dependiendo del grupo de amigas y de sus gustos, pueden surgir discusiones con su familia. Esto hay que aceptarlo como parte del proceso, ceder con inteligencia en lo que se puede y ojalá mantener contacto con las mamás de las otras amigas para ponerse de acuerdo y evitar el famoso «¿Y cómo a la fulanita la dejan y yo no puedo ir?». Pero también, mucho cuidado con las malas amigas: son las que llevan al engaño o la mentira.

Hay que cortar a tiempo lo que luego termina en problema de mayores proporciones. Sobre todo, porque algunas niñas manifiestan gran independencia, pero irreflexiva. No se saben cuidar ni tienen conciencia del peligro. Por ejemplo, se suben en automóvil sin saber con quién, o dicen que van a alojar en casa de una amiga, cuando en realidad van donde otra.

En tercer lugar, los padres y especialmente la mamá que está más tiempo con ella, deben reforzar su sentido de autoridad y aprender a poner normas muy claras aunque arda Troya. «La mamá debe mantener la calma y tranquilidad y no enganchar en las mil maquinaciones», afirma Cecilia Araya.

Frente a un «te odio», «ojalá te mueras», «eres una pesada, una falsa” y otras afirmaciones del estilo más vale una respuesta: «Lo siento, es una pena que te enojes, pero lo que más me importa eres tú».

JERARQUIZAR LOS «NO»

Cuando se consulta a mujeres maduras por los recuerdos de su adolescencia, suelen responder: «Lo peor, las peleas con mi mamá». Y es que, dada la hipersensibilidad de la hija, si la mamá no lleva el sartén por el mango, el conflicto es seguro.

Lo central es mantener la vía de comunicación abierta: evitar los “enojos silenciosos” de la hija y los gritos maternos. Para lograrlo es la clave disminuir los frentes de conflicto: es decir, no pelear por todo. Por el contrario, hay que jerarquizar. Si una mamá pretende que su hija se peine «ordenadita», no rompa los jeans, le vaya bien en el colegio, sea sincera y cuente todo, y no vea la teleserie…, y además, pone todas estas exigencias, sin jerarquizarlas, en un mismo saco, ciertamente hará de la convivencia una guerra y ¡perderá! Conclusión: hay que ceder en lo accesorio, por ejemplo en la ropa y el pelo, y exigir en lo fundamental, la sinceridad.

De acuerdo a las especialistas entrevistadas, lo más importante y que debería exigirse a ultranza es:

– Respetar a la familia. Eso incluye horarios de llegada y salida, y buenos modales ante la autoridad de los padres.

– Decir la verdad. La hija debe saber que cuenta con la confianza de sus padres y que es mejor reconocer un error o contar algún mal comportamiento, antes que mentir.

– Estudiar bien. Esto no significa reaccionar como león rugiente si la niñita baja las notas, porque le produciría gran rebeldía, sino estimularla para que sienta que hay horizontes amplios que la esperan.

SER CONSECUENTES

Los adolescentes, además de sentimentales, son muy críticos. Una vez que aceptan las normas que sus papás les indican, exigen coherencia. Por esto, ellos deben hacer un esfuerzo especial para vivir este valor hasta el final. Por ejemplo, si han advertido a la hija sobre los peligros de subir a cualquier automóvil o de conversar con un extraño, no pueden utilizar radiotaxi como sistema para que la hija vuelva de una fiesta. Eso produce un rechazo terminante. Vivir la consecuencia de lo que se predica puede ser heroico para los padres, pero es la única forma de lograr respeto y obediencia de los hijos.

A veces los padres sienten que los adolescentes utilizan la casa como pensión. «Pero la verdad es que ellos necesitan de la familia más que nunca para cargar pilas -dice Mónica Bruzzoni-, en la casa comen, duermen y pelean. Todo lo bueno lo viven afuera. Sin embargo, la familia es su pista de aterrizaje, donde cargan bencina y se limpian para seguir el vuelo».

PARA LA MAMÁ:

· Acepte la diferencia entre usted y su hija. Ella no está viviendo la misma etapa que usted vivió. Es otra persona con otra historia. No intente calzar el molde.

· Aprenda a aceptar que la mamá ya no es lo más importante en la vida de la niña. Esto es doloroso, pero se acepta mejor si tiene una buena relación conyugal. Los maridos saben ver las situaciones de modo más racional y, por último, la sabrá consolar. Le recordará la reacción de la suegra cuando él apareció en su vida.

· No espere que todo lo bueno de la vida venga de sus hijos: no gire en torno a ellos, gratifíquese con un buen matrimonio, y ellos crecerán y solos se acercarán nuevamente, pero crecidos, a ustedes.

· No llore o se deprima por cada cosa que le digan. Si lo hace, su hija no se atreverá a decir lo que de verdad siente o piensa y se alejará cada vez más.

· Su hija necesita diferenciarse de usted, pero tiene miedo de hacerlo, por eso es agresiva. No le tenga miedo, sepa decirle que no porque a la larga se lo agradecerá.

PUNTOS DE FRICCIÓN

Este es un listado de motivos por los que la mayoría de los padres pelean con sus hijas adolescentes. La verdad es que habría que evitar la discusión y aprovecharse de estos nuevos intereses para conversar y explicar puntos de vista.

· Televisión. Las teleseries están hechas para captar la atención de la gente joven y por eso sus protagonistas son adolescentes. Si su hija insiste en seguir alguna telenovela, dése el tiempo para estar con ella a esa hora y comentar los respectivos capítulos. Pero ojalá ni ella ni usted queden embarcadas en la teleserie.

· Teléfono. Las niñitas se cuelgan horas a hablar porque les cuesta el contacto cara a cara y necesitan intercambiar sueños y nuevos sentimientos. Es la época en que empiezan las amigas íntimas. Pero como el teléfono es un bien compartido, da excelente resultado el “indicador” que alguien está llamando. Convenza a su hija de la posibilidad que se pueda tratar de una emergencia.

· Ropa. Valorar el pudor, pero no discutir por extravagancias pasajeras.

· Horarios. Aquí hay que ser claros y firmes. No decir «tarde» o «temprano», sino fijar una hora precisa y exigir cumplimiento.

· Permisos para dormir afuera. Sólo podrían aceptarse cuando los padres conocen la familia donde va a alojar la hija.

· Fiestas. El ideal es irlas a buscar, acompañarlas en el comentario «fresquito» de lo que pasó.

· Comida. A está edad comienzan los trastornos de alimentación. Para prevenir, la mamá debe darle importancia a las dietas que haga su hija y entender que a ella le importa estar bien, pero saber también qué es la anorexia y cómo se detecta.

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6 comentarios

  1. Excelentes consejos de parte de este grupo de profesionale en el área, me ha sido de gran aprovecho. Felicidades.

  2. me ha sido de gran utilidad todos sus consejos por que aunque mi hijo es un adolecente de 15 anos muchas de las cosas aplican tambien para varones.gracias.

  3. Redactado de una manera clara y sencilla. Me ha permitido aclarar el horizonte y ver qué estaba haciendo mal. Qué mi niña crezca en el amor de Dios

  4. Gracias por este artículo, los papás y en especial las mamás necesitamos apoyo en la educación de nuestras hijas adolescentes.

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