La hora del padre

La figura paterna representa el apoyo firme y seguro que necesitan los hijos antes de convertirse en adolescentes.

La mamá debe ser sabia en esta etapa de sus hijos: marginarse un poco, darle espacio a su marido y dejar que el se encargue de ciertos asuntos.

Si la educación de los hijos fuera una película, podría decirse que el padre se convierte en el principal protagonista al llegar al nudo de la trama: la adolescencia. Los hijos tienden a hacerle más caso, especialmente los hombres.

Pero antes de llegar a la adolescencia los hijos comienzan a vivir una serie de cambios, que los desorientan y confunden. Necesitan un apoyo firme y seguro y esto es justo lo que ven en la figura del padre.

La presencia de la mamá, en estos años de la vida, sigue siendo fundamental… Pero como el hijo o hija necesita menos cuidados físicos, sin duda también cambiará la relación con ella.

¡AY, MAMÁ, SI YA CRECÍ!

Mamá, hasta ahora, era la preferida de su «pequeño»; a ella le contaba todas las cosas; ella le exigía pero a la vez lo mimaba…

Pero las cosas han cambiado y los hijos pierden gradualmente la gran necesidad de cuidados y mimos de la madre. Al contrario, parece que rechazan por sistema sus consejos, sus detalles…. ¡Que no se le ocurra intentar arreglar el peinado de los hijos u opinar sobre la forma de vestir de las hijas! Frases como: «Ay, mamá, si ya no soy niño», se comienzan a oír por toda la casa.

¿Por qué ocurre esto? Los complejos cambios que preceden a la adolescencia sumen a niños en un período de desconcierto y de rebeldía. Estas características, propias de la edad y de las hormonas, los llevan (sobre todo a los hombres) a distanciarse de lo femenino que representa la madre y a acercarse a lo masculino del padre, a unos rasgos que lo identifican más con él: seguridad, autoridad, apoyos firmes.

¿HE HECHO ALGO MAL?

A muchas mujeres les duele ver como de una aceptación total de sus mimos en la infancia, sus hijos pasan a rechazarla y en muchas ocasiones, incluso a ridiculizarla. Pero no hay que tomar esto tan en serio: es su manera de dejar en claro que ya no son unos niños. Los consejos de la madre, sólo por provenir de ella, han de ser criticados, tachados de antiguos y desfasados de la realidad.

Esto no significa que la madre haya hecho algo mal. Como saben todas las madres con hijos adolescentes, en realidad ella sigue siendo protagonista en su casa, pero de otro modo: es el marco de unión familiar, quien puede aliviar las tensiones propias de esta etapa, y tiene «maña» para conciliar.

Pero la mamá debe ser sabia en esta etapa de la vida y del crecimiento de sus hijos: marginarse un poco, darle espacio a su marido y dejarle que se encargue él de ciertos asuntos.

La adolescencia que viene, rebosa temas conflictivos que exigen a los padres darle muchas vueltas, mucho hablar entre los cónyuges y mucho actuar en la misma línea los dos.

PALABRAS FIRMES

El contenido de «no llegues más tarde de las…» cambia sensiblemente si es pronunciado por la madre o por el padre. Los adolescentes le tienen mucho respeto a este último. Ante el mundo que se les tambalea necesitan algo de tierra firme: la autoridad del padre. A los ojos adolescentes, existe la necesidad de un padre que dé seguridad a su entorno.

La autoridad ha de saber moverse con delicadeza. Lo importante es mantenerse firme en pocas cosas, lo esencial, y saber ceder en lo accidental. Por el contrario, tanto si se intenta mantener un estado policial en la casa para proteger a los adolescentes, como si se prefiere no interferir y dejar que el tiempo arregle todo… los hijos habrán sido abandonados a su suerte. Ello exige del padre, una atención y una dedicación especial, lo mismo que de la madre. Sólo que ella puede ver desgastada mucho de su autoridad porque suele estar en los detalles de cada día: «ordena tu pieza”, «estudia»…

La madre debe aprender a ser sabia en esta etapa, ya lo dijimos, pero es importante recalcarlo. Que los hijos hagan menos caso de los consejos femeninos no significa que éstos no cuenten para nada. Pero la mamá tiene que evitar gritar y buscar momentos propicios para el diálogo. Así y todo, lo mejor es que una su fina percepción de los procesos que viven sus hijos, a la fuerza del papá. Porque es él quien se convierte en el protagonista con un papel difícil: sus apoyos serán fundamentales en el proceso, convirtiéndose en un asidero importante. La madre será quien lo facilite todo, sembrando ánimo de comprensión y entendimiento.

CONVERSACIONES SERIAS

Llega el momento de influir decisivamente: de ejercer la autoridad. Pero esto requiere actitudes positivas en el padre, que no se limite a prohibir, corregir o sermonear siempre.

Es mejor hablarle a los hijos con serenidad, respeto y tacto, hacerles preguntas que les interesen y les hagan pensar, escucharles e intentar comprender su punto de vista, dar explicaciones de las normas y prohibiciones, alabar las buenas conductas.

A menudo decimos que «hoy los hijos crecen más rápido». En efecto, eso nos parece porque cultivamos una relación mucho más franca y amistosa. Atrás quedaron los tiempos en que los hijos trataban a los padres con un respeto lejano. Pero esto no quiere decir que ellos dejen de necesitar ver en su «papá» un firme asidero: la adolescencia será un período de preparación para la madurez y la vida adulta. Y el padre debe tener en la cabeza una serie de temas importantes para hablar con sus hijos, ahora, antes y a tiempo… Estos temas son: visión del hombre, la mujer y la sexualidad; importancia del trabajo y del espíritu de servicio que necesita la sociedad; valores y trascendencia.

Por otro lado, el padre debe evitar indisponerse gratuitamente con los hijos: muchas veces los papás pelean por un par de “jeans” rotos y no se dan cuenta de que importa mucho más el tipo de amigos que lo rodean.

Tampoco es tan grave que escuche música a todo volumen, si es responsable en los estudios.

AUTORIDAD Y AMISTAD

Quizás debamos hacer un esfuerzo especial ante nuestros propios hijos, para ganar prestigio ante sus ojos. Tanto en la forma de ser (alegres, optimistas, pacientes) como en la forma de actuar (en la familia, en el trabajo, con los amigos).

Muchas veces, deberíamos intentar ser más rebeldes que ellos mismos: que comprueben, porque lo ven, que también tenemos ideales, que somos alegres, que los queremos.

Todo ello a base de ejemplo y coherencia. Puede resultar paradójico, pero a pesar del distanciamiento de sus padres, un adolescente desearía con todas sus fuerzas poder decir con orgullo: «Mi papá…”, y ponerlo

de ejemplo ante sus amigos. Uno de los mejores medios, para que nuestra influencia como padres sea realmente efectiva, es la amistad: ser amigos de nuestros hijos, sin dejar de ser sus padres.

¿Y si no hay padre, o está lejos? En algunas familias, el trabajo del padre le impide pasar demasiado tiempo en casa con los hijos, o ha fallecido. Los niños necesitan una figura «paterna», o que represente esos rasgos más masculinos y que la madre no puede dar. En esas ocasiones el abuelo, un hermano mayor, un tío o la madre pueden asumir este papel que con autoridad y prestancia, será el asidero del que hablamos.

IDEAS PARA LOS DOS

La mamá:

– No crea que su papel ya no es importante y puede desentenderse. Al contrario, su ayuda es igual de necesaria o más que nunca, pero hay que desempeñarla de otro modo: mantenga la misma sensibilidad, intuición e interés, pero cediendo el protagonismo a su marido.

– Aunque sus hijos hombres no le hagan caso como antes, con las mujeres no ocurre de un modo tan radical. Sobre ellas seguirá teniendo mucho ascendiente, si sabe darles libertad en todo lo que no importa: peinado, música…

– Derroche cariño y comprensión en esta edad, aunque los hijos no le cuenten todo, como antes, ni le hagan caso. Es mejor actuar así que gritar para que la oigan más.

El papá:

– Le ha tocado un papel más activo, en el que deberá apoyarse mucho en su mujer si quiere tener un buen resultado.

– Habrá que entrar en diversos temas conflictivos de esta etapa. Siempre hay que hablar, y quien tiene que hacerlo es usted.

– Aproveche alguna circunstancia para irse con su hijo o hija, a solas, de viaje, de excursión, de pesca… Pocos niños pueden decir: «Este fin de semana lo he pasado entero con mi papá».

Como matrimonio, tienen que actuar ambos en común, conversando con frecuencia sobre el hijo o la hija para compartir esas intuiciones y experiencias. Estén de acuerdo para actuar en común y para reforzarse uno a otro, cada uno en el nuevo papel que ha asumido.

EL BAILE DE LA INFLUENCIAS

Según un estudio de Juan García Gómez, pedagogo y orientador familiar de Delphos-Cofa, la influencia del padre, en el proceso evolutivo de los hijos, sigue una tendencia desigual. Durante la gestación y los 18 primeros meses, su influencia es poca en relación a la madre. Entre los tres y los doce años, se calcula que la influencia del padre crece de un 20 a un 40 por ciento. Sin embargo, la adolescencia es un período crítico y convulsionado y la situación da un vuelco: es el padre el que influye en casi un ciento por ciento… Hasta que no pase este período no se equiparán la influencia de ambos progenitores.

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