¿Qué es el Gnosticismo?

La palabra griega gnosis significa conocimiento o ciencia. Durante el periodo helenístico adquiere un significado propio y habitualmente religioso, y, tras las herejías gnósticas, se aplica casi exclusivamente en sentido heterodoxo. 

¿Qué es el Gnosticismo?

 

Tres puntos polarizan la gnosis tomada en sentido religioso: conocimiento, revelación y salvación, susceptibles de múltiples interpretaciones, tanto en sí mismos, como en su interdependencia. La cuestión es eterna, pero el abigarrado mundo sincretista de los primeros siglos en los que se inició la historia de la Iglesia resultó un especial caldo de cultivo para transposiciones y subproductos de la gnosis ortodoxa.

 

I. Gnosis ortodoxa

 

En los escritos neotestamentarios, el conocimiento (gnosis), resultado de aceptar la Revelación, goza de especial relieve; supone pasar del esfuerzo racional por conocer a Dios a un nuevo y más alto conocimiento basado en el testimonio divino y recibido por fe. Se trata de un auténtico acceso al misterio divino: «Os ha sido dado conocer los misterios del reino de los cielos» (Lc 8,10); conocimiento, que es fruto de la amistad de Cristo: «… a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dado a conocer» (lo 15,15); la vida eterna consiste en conocer a Dios y a su enviado Jesucristo (lo 17,3). Es claro que se trata de un conocimiento de fe, estrechamente ligado al amor, a la caridad o agapé: «… que Cristo habite en vuestros corazones, para que arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor a Cristo, que excede todo conocimiento» (Eph 3,17-19). La oscuridad de la fe es al mismo tiempo luminosidad, también para la inteligencia.

 

La fe es una nueva luz, un nuevo conocimiento; el término fotismós (iluminación) es uno de los utilizados desde los primeros tiempos para designar el Bautismo. En sus obras polémicas, los Padres refutarán la gnosis herética, no por ser gnosis, sino por ser falsa. S. Ireneo titula su libro Elenco y refutación de la falsa gnosis, intentando sustraer el término gnosis del proceso de adulteración. En la Didajé, se dan gracias por el conocimiento y la fe que Dios nos ha dado por medio de Jesucristo (9,3; 10,2); S. Ignacio de Antioquía dice de ella que lleva a la inmortalidad (Ad Ephesios, 17,2); este conocimiento salvador no es otra cosa que la aceptación de Jesucristo (ib.). «La verdadera gnosis, añade S. Ireneo (Adversus Haereses, IV, 33: PG 7,1077 B), es la doctrina de los Apóstoles», subrayando que la explicitación de esta doctrina se lleva a cabo por el estudio, y señalando el primer esfuerzo por distinguir la especulación teológica de la fe.

 

Si S. Ireneo dedica gran parte de sus esfuerzos a desenmascarar la falsa gnosis, Clemente de Alejandría dedica buena parte de los suyos a delimitar la gnosis auténtica. El fundamento de esta gnosis no puede ser otro que la fe, «primer movimiento del hombre hacia la salud» y «fundamento de la caridad» (Stromata, 11,6: PG 8,965-967). Esta fe se funda en las enseñanzas del Señor y de los Apóstoles, contenida en la S. E.; el «gnóstico», además, sigue las palabras y los hechos del Señor que le han llegado por tradición, «guardando la rectitud apostólica y eclesiástica de los dogmas» (Stromata, VII, 16: PG 9,544).

 

Para ser gnóstico, se requiere, finalmente, llevar una vida ascéticamente perfecta. Para Clemente, el «gnóstico es, en primer lugar, aquel que conoce ciertas verdades; es, en segundo lugar, aquel que ha llegado a la perfección espiritual; es, en fin, un educador que conduce a otros a la gnosis» (J. Daniélou, Message évangélique el culture hellénistique, París 1961, 409-410). La parte intelectual integrante del gnóstico es asimismo rica en facetas: es comparación de los dogmas entre sí (Stromata, 1,2: PG 8,709), Apología (ib. 11,11: PG 8, 984), interpretación espiritual y alegórica de la S. E. (ib. VI,15: PG 9,340), uso de la filosofía para explicar los dogmas (ib. 1,2: PG 8,709), es, sobre todo, theoría, contemplación constante: «El gnóstico ora durante toda su vida» (ib. VII,7: PG 9,456C), contemplación que le hace subir cada vez más en la semejanza con Dios (ib. V11,3: PG 9,416 C-428 A).

 

En resumen, para Clemente, la gnosis constituye un paso sobre la mera recepción de la fe; es quehacer teológico, esfuerzo moral, plenitud de vida cristiana, contemplación y apostolado, entendido éste como entrega de lo contemplado a los discípulos, como auténtica función magisterial.

 

Orígenes profundiza en el contenido espiritual del concepto de gnosis, distinguiendo con mayor nitidez entre fe y gnosis: creer es aceptar el credo, mientras que la gnosis equivale a conocer a Dios por vía mística, constituyendo el perfeccionamiento o último estadio de la vida de fe (Commentarium in Iohannem, X, 37: PG 14, 373). Para llegar a ella es imprescindible la práctica de las virtudes y el total dominio de las pasiones por medio de la apatheia. Gnosis y theoría son aspectos que se intercambian en Orígenes: «Contemplar, conocer y comprender no son términos que signifiquen actos diferentes» (H. Crouzel, Origéne et la connaissance mystique, Toulouse 1960, 398). La gnosis versa preferentemente sobre los misterios secretos de Dios contenidos en la Sagrada Escritura (De Principiis, IV,2: PG 11,372-376); de ahí la importancia de la exégesis alegórica. Orígenes establece un paralelismo entre los estadios de la vida interior -simpliciores, progredientes, perfecti- y los tres sentidos de la Escritura, reservando a los perfectos «penetrar en la ley espiritual que contiene los bienes futuros» (1. c.). La inteligencia se eleva a partir de la letra y bajo la acción de iluminaciones divinas al conocimiento del misterio. Así lo describe en la Hom. XXVII in Numeros al llegar a la 15 etapa de la ascensión del alma: «Después se llega a Rathma o Pharam. Rathma es interpretado como visión consumada, y Pharam como rostro visible. ¿Por qué el alma no ha de ensancharse hasta el punto de que, insensible a los dolores de la carne, tenga visiones consumadas, comprenda la perfecta significación de las cosas, conozca con plenitud y profundidad las razones de la encarnación del Verbo de Dios y las formas que reviste la economía de este misterio?» (PG 12,794-795). Este conocimiento supone la unión entre cognoscente y conocido, de forma que no se conoce a Dios más que uniéndose a Él (Commentarium in Iohannem, XIX, 4: PG 14,532).

 

Junto a la riqueza de la explicitación del concepto de gnosis por parte de los ortodoxos, es necesario destacar algunas sombras y peligros que acompañaron su desarrollo:

 

a) El que este conocimiento se tornase esotérico bajo los influjos de la exégesis alegórica, de la apocalíptica judía y de la apreciación indiscriminada de ciertas tradiciones orales, muchas de ellas provenientes de los presbíteros judeo-cristianos. Baste citar un texto: «Pues, si llamamos sabiduría a Cristo y su operación por medio de los profetas, por medio de la cual se aprende la tradición gnóstica (gnostiké parádosis), como Él mismo enseñó a los Apóstoles: que la sabiduría es conocimiento, ciencia y comprensión estable y firme de las cosas que son, han sido y serán, ya que ha sido entregada y revelada por el Hijo de Dios.

 

Y, si el fin del sabio es la contemplación, la contemplación de los que ahora son filósofos busca la sabiduría divina; pero, no la consigue, si no recibe la voz profética entregada a él, por la cual es adoctrinado de cómo fueron, son y serán las cosas que son, han sido y serán. El conocimiento es tal, que ha llegado hasta muy pocos entregado desde los Apóstoles por sucesión sin escritos» (Clemente de Alejandría, Stromata, VI, 7: PG 9, 281-284). El texto manifiesta un recurso a unas tradiciones orales distintas de la Tradición; por otra parte, el objeto del conocimiento «las cosas que son, han sido y serán», no puede menos de evocar las preocupaciones de la apocalíptica sobre el fin de los tiempos (cfr. J. Daniélou, o. c., 437).

 

b) La tentación de dividir a los cristianos entre «gnósticos» y «simples», y, dado el papel que juega el conocimiento y su confusión con la perfección o plenitud de vida cristiana, el peligro de reducir la perfección cristiana a patrimonio de una élite.

 

Las sombras, sin embargo, no pueden paliar la grandeza del esfuerzo ligado a este concepto: apertura a la sabiduría, iniciación del quehacer teológico y comienzo de una teología mística, cuyas líneas, a través de S. Gregorio de Nisa y de Evagrio Póntico, perduran en la Iglesia.

 

II. Gnosis heterodoxa

 

Al enfocar el complejo mundo de la gnosis heterodoxa desde el ángulo teológico, son de especial interés estos tres puntos:

 

1) Relaciones de la gnosis heterodoxa con el cristianismo;

 

2) Qué entienden los gnósticos por gnosis;

 

3) Cuáles son los principales puntos del gnosticismo que motivaron la reacción de los Padres de la Iglesia.

 

No existe unanimidad a la hora de circunscribir las sectas gnósticas, o determinar su origen. Mientras H. Cornelis estima que toda religión lleva consigo su subproducto gnóstico en forma parasitaria, y que la gnosis heterodoxa es tentación eterna de los cristianos (Gnosis eterna, Madrid 1961), R. M. Grant la entiende como «formas de pensamiento y experiencias religiosas que van desde la Galia hasta el Irán y desde el primer siglo de nuestra era hasta los ss. XII y XIII» (La gnose et les origines chrétiennes, París 1964), y Tixeront la reduce hasta el s. V (Histoire des dogmes dans l’antiquité chrétienne. I, París 1914, 192). Seguiremos esta última delimitación.

 

1) Relaciones de la gnosis con el cristianismo

 

Según S. Ireneo y S. Epifanio, los gnósticos no constituyen una herejía cristiana, sino una falsa religión, que ha tomado su ropaje externo del cristianismo. Harnack, en cambio, estima erróneamente el gnosticismo como resultado del primer intento del quehacer teológico, como una helenización del cristianismo. Sin mucha exactitud Bultmann considera que gnosticismo y cristianismo son dos movimientos simultáneos, que se han influenciado mutuamente (G. van Groningen, First century gnosticism, Leiden 1967, 15). Merece especial consideración el juicio de S. Ireneo no sólo por su cercanía temporal y conocimiento personal de los gnósticos, sino también porque un análisis del núcleo profundo de la gnosis, la revela esencialmente distinta del cristianismo. Los diversos sistemas gnósticos, escribe Tixeront (o. c., 193), representan un esfuerzo del pensamiento filosófico por absorber el cristianismo y transformarlo en una simple filosofía religiosa, o del pensamiento religioso por encontrar un sentido más profundo, que no se compone con la sencillez del Evangelio, y transformarlo en una mistagogia de iniciaciones y ensueños.

 

2) Qué entienden los gnósticos por gnosis

 

A pesar de la multiformidad de las sectas gnósticas, los Padres de la Iglesia denominaron a todos con este nombre, señalando con ello que todas tenían algo en común, y que ese algo estaba vertebrado sobre el contenido del término gnosis. Para el gnóstico, la gnosis no es equivalente a la nueva luz de la fe, a la doctrina de los Apóstoles profesada según el sentir de la Iglesia, o al credo explícitamente confesado, sino a algo esencialmente distinto de la fe de los sencillos y contrapuesto a ella; entre gnosis (conocimiento) y pistis (fe) existe una oposición irreductible.

 

El objeto sobre el que versa este conocimiento superior y contrapuesto a la fe no es ni Dios, ni Cristo, sino el hombre mismo: el gnosticismo es eminente y radicalmente antropocéntrico. Obsérvese cómo enumera Teodoto los frutos que dimanan del Bautismo: «El Bautismo nos da no sólo la libertad, sino la gnosis de qué éramos, qué hemos venido a ser, a dónde hemos sido arrojados, a dónde vamos, de qué nos libramos, qué es nacer y qué es renacer» (Excerpta ex Theodoto, 78: PG 9,693-696). S. Hipólito transcribe una carta de Monoimo a Teofrasto con igual contenido: «Abandonando la búsqueda de Dios, de la creación y de las cosas parecidas, búscalo partiendo de ti mismo, y aprende quién es el que en ti se apropia absolutamente de todas las cosas y dice: mi Dios, mi espíritu, mi pensamiento, mi alma, mi cuerpo; y aprende de dónde proviene el contristarse y el alegrarse, el amar y el odiar, y estar despierto sin querer y dormir involuntariamente, y el airarse no queriendo, y el amar contra la propia voluntad; y cuando hayas buscado todo esto diligentemente, lo encontrarás en ti mismo, según aquel punto uno y múltiple que tuvo su comienzo en él» (Syntagma, VIII,15: PG 16/III,3362-3363).

 

Este antropocentrismo de corte subjetivo marca las relaciones entre revelación, salvación y gnosis. El gnóstico habla de que la revelación es necesaria, dada la insuficiencia actual de la inteligencia, alienada por las atracciones de la materia, a la que considera mala, pero afirma a la vez que el fin o sentido de esa revelación es «despertar» al gnóstico, haciéndole tomar conciencia de sí mismo, haciéndole descubrir que es distinto y superior a la materia, que él es una «chispa» desprendida de la Divinidad. Así, en el diálogo con la samaritana (lo 4,18), dice Heracleón, Cristo la despierta descubriéndole que los maridos no están unidos a ella más que en un orden material, y que está llamada, dado su carácter pneumático, a un destino superior (cfr. F. Sagnard, La gnose valentinienne et le témoignage de S. Irénée, París 1947, 498 ss.).

 

Si el fin de la Revelación consiste en «despertar» al gnóstico haciéndole «experimentar» su propia dignidad, es lógico que no preocupe su contenido objetivo, ni su fiel trasmisión, sino la capacidad para provocar la experiencia de sí mismo. De ahí el recurso a revelaciones esotéricas, el horror a un canon o símbolo de doctrina, el desprecio de la autoridad de la Iglesia como intérprete de la Revelación. De ahí también su fluidez y multiformidad. La salvación gnóstica equivale a una autoliberación por una autoconciencia del propio ser divino, efecto de la emanación de la Divinidad, con el que se ha nacido y que no es objeto de conquista, sino de experiencia. Por eso se toma como momento clave de la conversión del hijo pródigo aquel en que «entra en sí mismo» (Le 15,17), no aquel en que es perdonado por su Padre.

 

El gnóstico busca dentro de sí mismo la sustancia de la propia salvación, y espera encontrarla inevitablemente, ya que ha nacido con ella. De ahí que pueda darse, afirma Cornelis (DSAM 6,533), gnosis sin salvador, pero no salvación sin gnosis. La salvación viene en y por la gnosis, no por el salvador, que es objeto secundario, ya que es el mero portador de un mensaje salvífico, cuya aceptación no depende de su gracia, sino de la naturaleza de quien lo recibe (Orígenes, Comm. in Ion., XIII, 10: PG 14,413). Se comprende que el culto a la palabra fuese superior al culto a Cristo, cuya realidad histórica apenas interesa, con el consiguiente desprecio para la Iglesia visible y los sacramentos. Se comprende también que la mayoría de los gnósticos fuesen docetas.

 

Sostienen, además, el equivocismo entre el mundo y Dios, a quien consideran lo absolutamente otro, llamándole «el no-ser» (Hipólito, Syntagma, VI1, 21: PC, 16/III, 3303), y no entienden el concepto de creación ex nihilo, viéndose forzados a aceptar la emanación, considerando al gnóstico como «chispa» desprendida de la Divinidad, y situando la «caída» en el seno mismo de la Divinidad en el pecado de la Sophía divina. Para ello no tienen más remedio que privar al pecado de su cualidad de acto responsable y libre y entenderlo como dialéctica necesaria del espíritu, que ha de tomar conciencia de sí mismo a través de la experiencia de lo que le es ajeno. Es elocuente que Heracleón presente a la samaritana como encarnación del ideal gnóstico ante la gran sorpresa de Orígenes, que no entiende por qué Heracleón dice que no pecó (Comm. in Ioh., XII1, 11: PG 14,415). Si el pecado es un error inevitable y la salvación el despertar de ese error, les sobra el sacrificio del Redentor, la Redención y el sacerdocio. Finalmente, dada su concepción de la materia como mala, pervierten la escatología, negando la resurrección de los cuerpos, y afirmando que el mundo será aniquilado.

 

La gnosis heterodoxa aparece como un triste empobrecimiento de la gnosis católica. Tiene un indudable matiz iluminista, pero ha perdido su carácter de conversión moral, requerida incluso para los filósofos no cristianos (cfr. G. Bardy, La conversión al cristianismo durante los primeros siglos, Bilbao 1961), y se encuentra expuesta a todos los avatares de la imaginación impulsada por el deseo de autojustificación.

 

3) Principales puntos que motivan la reacción de los Padres

 

Negación de los conceptos de Tradición, sucesión apostólica y de la regla de fe. Negación del acto creador como fruto divino y atribución al demiurgo. Negación del pecado original, que sitúan en el seno de la Divinidad. Docetismo. Negación de la resurrección de los muertos (cfr. Tixeront, o. c. l).

 


BIBLIOGRAFÍA:

 

Además de la citada en el texto: VOELKER, Quellen zur Geschichte des christlichen Gnosis, Tubinga 1932; F. SAGNARD, Extraits de Théodote, París 1948; G. QUISPEL, Leure de Ptolomée á Flora, París 1949; PG 7,1263-1321; TH. CAMELOT, Foi et gnose, Introduction á l"étude de la connaissance mystique chez Clément d"Alexandrie, París 1945; A. ORBE, Estudios valentinianos, Roma 1955-1961; E. PETERSON, Frühkirche, Judentum und Gnosis, Friburgo 1961; T. MOLNAR, Los nuevos gnósticos, «Atlántida» n° 39, VII (1969) 329-336.; W. BOUSSET, Hauptprobleme der Gnosis, Gotinga 1907; F. C. BURKITT, Church and Gnosis, Cambridge 1932; L. CENCILLO, La vida espiritual en las sectas gnósticas, en el maniqueísmo, los disidentes medievales y los cátaros, en B. JIMÉNEZ DUQUE y L. SALA BALUST (dir.), Historia de la Espiritualidad, III, Barcelona 1969, 419-554 (con bibl. y fuentes); L. CERFAUX, Gnose préchrétienne et biblique, en DB (Suppl.) III, 659-701: ID, en Recueil L. Cerlaux, I, Gembloux 1954; H. CORNÉLIS y A. LÉONARD, La gnosis eterna, Andorra 1961; C. FAGGIN, Gnosi e gnosticismo, en Enc. Fil. 3, 292-298; M. FRIEDLÁNDER, Der vórchristliche jüdische gnostizismus, Gotinga 1898; R. M. GRANT, Gnosticism and early Christianity, Oxford 1960; H. LEISEGANG, Die Gnosis, Leipzig 1924 (trad. francesa, París 1951); H. CH. PUECH, Oú en est le probléme du gnosticisme? , «Rev. de l"Univ. de Bruxelles, enero-marzo 1934; G. QUISPEL, Gnosis als Weltreligion, Zurich 1951; L. TONDELLI, Gnostici, Turín 1950.

 

(*)Tomado de la Gran Enciclopedia Rialp. Tomo 11, pp.61-63

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
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