“El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca, antes bien será reo de pecado eterno” (Marcos 3, 29; cf. Mateo 12, 32; Lucas 12, 10).
No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.
Tradicionalmente se consideran los siguientes:
• Desesperar de la misericordia de Dios.
• Presunción de salvarse sin ningún mérito.
• Impugnar las verdades de la religión.
• Envidia de las gracias dadas a otros por Dios.
• Obstinación en los propios pecados.
• Impenitencia final.
Cf. CEC, 186