Jesús denuncia los pecados del pueblo elegido

Jesús insistirá en el espíritu de adoración que debe poner el hombre en el trato con Dios, por eso dice: «Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya tienen su recompensa. Tú, cuando ores, entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está allí en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo escondido, te premiará. Y cuando oréis no digáis palabras inútiles, como los paganos; que se figuran que van a ser oídos por su abundancia de palabras. No les imitéis; porque sabe vuestro Padre de qué cosas tenéis necesidad antes de que se las pidáis» (Mt. 6, 6-9)

La parábola del fariseo y el publicano es altamente elocuente de cómo debe ser el trato con Dios. El fariseo se coloca arrogante ante Dios y empieza a contar sus bondades comparándose con los demás. El publicano, en cambio, tiene una actitud bien distinta, pues reconoce su pecado y pide perdón a Dios. El comentario del Señor a esta parábola es muy expresivo: «Os digo que éste (el publicano) bajó justificado a su casa, y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado» (Lc. 18, 9-14)

El verdadero culto a Dios deberá apoyarse en una actitud interior humilde. Sois semejantes a sepulcros blanqueados.

Confusión entre lo religioso y lo político

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