En la gruta de Belén

El Rey de reyes nace pobre, en un establo… es la primer lección de Jesús a los hombres: desprendimiento de las cosas de la tierra para poder amar a Dios con todo el corazón.

(Lc 2, 11)

I

Noche de paz. En los campos de Belén, tú y yo por un camino. Silencio. El ladrido lejano de un perro. Y de nuevo el silencio. El dulce y tenue tintineo de las esquilas de ovejas que se acomodan en su sueño, sobre majadas cercanas. Y luego el silencio.

El cielo lleno de estrellas que parecen tocarse con la mano, como si se acercaran. Noche clara. Las siluetas oscuras de los montes se recortan en el horizonte. Lucen en ellas puntos luminosos, que son otras tantas hogueras de pastores que hacen guardia sobre su grey. No hablamos al caminar, y no sabemos por qué andamos. Un inmenso silencio reina en todo.

La noche, siguiendo su curso, está llegando a la mitad de su carrera. Hay en la belleza y dulzura de esta noche un presentimiento de milagros, como si Dios nos visitara. Y todo, mientras, duerme en el mundo: los rebaños en los apriscos; los hombres en Jerusalén y en Damasco, en Atenas y en Roma; los países bárbaros entre las selvas duermen; y el mundo desconocido también ignora el misterio de esta noche, allá en su lejanía y en su tardío despertar.

Se presiente la llegada de una nueva vida, de una dulce revolución. Es que Dios va a visitar la tierra: es una noche de amor. ¿Qué harán los hombres? ¿Se empeñarán en vivir en las tinieblas, y, como consecuencia, seguirán manchando este mundo de sangre? Andamos sin rumbo.

De pronto, vemos luces, luminosos chorros de ángeles que suben y bajan sobre un punto de la cercana colina, y oímos un programa en canción:

Gloria a Dios en los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad 1.

Es el cielo que descorre sus velos un instante. Y el mundo está dormido. Nos quedamos confusos y no sabemos qué hacer, clavados en el camino: miramos con los ojos muy abiertos, y no vemos nada; intentamos escuchar, pero se ha hecho de nuevo el silencio.

II

El murmullo de unas voces de hombres que vienen corriendo nos llega de pronto: son pastores y zagales que han recibido el aviso de un ángel, y han visto, como nosotros, el cortejo celestial subir y bajar cantando. Nos sumamos a ellos, y mientras corremos juntos, nos cuentan el mensaje.

Ha nacido… el Salvador… hallaréis al niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre 2.

Y corremos. Y todo el mundo duerme. Sólo se oyen los pasos de nuestra carrera hacia el Señor.

Así llegamos a una gruta que sirve de establo. Con los pastores la encontramos sin dudar, aunque todos vamos por primera vez. En su sencillez tienen la ventaja de ir derechos a Jesús, a pesar de que es de noche.

Un Niño hermoso sobre un pesebre. La Virgen junto a Él, mirándole atenta. Al otro lado, una hoguera que arde en el rincón. Y José, el que vimos llegar a Belén, anda activo, trayendo leña. Es una gruta pobre. Todo lo superfluo está ausente. Nos arrodillamos todos. Nadie se atreve a hablar. María no quita los ojos de su hijo, que es su Dios.

Yo comienzo, mientras lo miro, a recordar lo que sabía: el pecado original, los hombres de todos los siglos, el Mesías -Dios hecho hombre, Rey-, el mundo que ahora está dormido.

La aspiración de la Humanidad -tener a Dios muy cerca, al alcance de la mano-, se ha hecho realidad. Dios hecho Niño está ahí, a un paso de mí. Es la sublime respuesta de Dios. El Niño es un diálogo silencioso entre Dios y los hombres.

Una nueva vida ha comenzado… Y todo el mundo duerme. Duerme en las cosas, por las cosas y como cosas. El Niño nace pobre: es el Rey de reyes y nace en el más completo desasimiento. Es ésta su primera lección a los hombres. Es también la primera lección para seguirlo y para continuar la revolución sobrenatural que El ha iniciado.

III

Es necesario el desprendimiento para ser útil. No se puede servir a dos señores a la vez. No le importó a Cristo nacer pobre. Tiene una cuna prestada por una mula y, por colchoncito, las frías y toscas pajas del pienso que ha sobrado.

El Señor puso más empeño en desprenderse de las cosas que los hombres en atesorarlas.

La pobreza es condición imprescindible para tener una visión objetiva de la vida. Y ésta nos es necesaria para no errar el camino. Amar la pobreza es amar sus consecuencias. Por ello no se es pobre cuando se gasta sin razón, o se deja de ganar, aquello que, para un jornalero, supondría un esfuerzo considerable.

El Niño vestirá con decoro y cuidará de las cosas, pues jamás convertirá en instrumento de comodidad lo que es medio de apostolado: Él mismo se quitará sus vestiduras antes de la flagelación. Y no tendrá donde reclinar la cabeza. Los cambios humanos y las apreciaciones de los hombres no alteran nuestra dignidad.

Para convertirse a Cristo es preciso desprenderse de las criaturas, pues el pecado original puso en el corazón del hombre una tremenda capacidad de idolatría; ellas, de suyo buenas, se tornarán malas por la concupiscencia. Ya no se las busca porque llevan a Dios, sino porque dan goce. El hombre se abalanzó sobre las cosas sin medida, quedó su corazón sin paz y sin alegría, esclavo de ellas.

El Niño, que es Rey, nos enseña de manera sensible que nuestro amor, que es todo para Dios, debe ser conservado por la templanza, esa medida en el uso de las cosas. En nuestra vida debe haber también, como en Belén, ausencia de lo superfluo y pobreza en lo necesario, elección constante de lo peor y desnudez completa del corazón.

Nuestros ojos ven las realidades que rodean la cuna del Rey. Por palacio, un establo; por trono, un pesebre; por cortesanos, unos pastores. Y entre los pastores, tú y yo.


1 Le 2,14

2 Lc 2,11-12.

 

Reproducido con permiso del Autor.

«Caminando con Jesús», J.A. González Lobato, Ediciones RIALP, S.A.

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3 comentarios

  1. Noche de PAZ Noche de AMOR ha nacido el NIÑO DIOS esto es maravilloso Y en un pesebre con la mayor humildad nos da el ejemplo a seguir un camino de amor de fe esperanza y caridad Gracias Señor !

  2. ES HERMOSO IMAGINAR ESE PRECIOSO MOMENTO EN QUE DIOS MISMO NOS MANDA A SU BEBE….LA VIRGEN EXTASIADA Y NUESTRO SEÑOR SAN JOSE…DILIGENTE. RUEGUEN POR ESTA HUMANIDAD DESDE EL CIELO! gracias

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