Estremecerse

Oscar ibáñez

Una mujer llorosa, con toda la carga de alguna tragedia en proceso, deambula vacilante con los pasos titubeantes que denotan embriaguez, el rímel corrido en su cara por las lágrimas, expresa más la confusión y la tristeza, va por una calle muy transitada con mucha luz, muchos la ven pasar, ella sigue caminando sin saber a dónde ir, como buscando algo o alguien que la ayude o la saque de su confusión. La gente la sigue mirando, cruza la calle y tropieza, cae, llora, se levanta y sigue caminando, mientras la indiferencia de muchos es el testigo, algunos incluso volteando la cara para no mirar, para alejarse lo más rápido posible de ese Cristo al que nadie quiere ver.

En el último número de La Cuestión Social, revista de ensayos que edita el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC), hay un ensayo que me parece una reflexión original, que debería ser introducción de cualquier manual de Doctrina Social: “Estremecerse, principio fundamental de la doctrina social cristiana” de Juan Carlos López Sáenz.

En ese ensayo se nos invita a reflexionar sobre lo que es tener misericordia (estremecerse hasta las entrañas ante el sufrimiento de otro), y es precisamente esta actitud a la que estamos llamados los cristianos para hacer presente a Cristo en cada persona con la que interactuamos, es la manera práctica de aprender a ver y encontrar a Jesús en todo aquel que necesita nuestra ayuda.

El argumento principal del artículo plantea que antes de hablar de solidaridad, bien común, participación, etc., principios perennes de la DSC, debemos “dejarnos mover a misericordia y actuar como lo hizo el Buen Samaritano (Lc 10, 25ss)”. Nunca está de más releer en oración la parábola del buen samaritano, y más cuando todos los días encontramos en nuestra vida, gente herida, asaltada, engañada, pobre, sin nadie que le ayude, sin esperanza.

Era una mañana lluviosa, y en un parque, un borracho se levantaba de una banca mientras enrollaba la cobija con la que se había cubierto durante la noche, y así, la lluvia lo despertaba y lo hacía caminar Dios sabe a dónde, para buscar otro refugio, o para conseguir algo de pan, o bebida. Algo con que calmar esa doble hambre y sed que sus dimensiones corporal y espiritual le reclamaban.

Las dos historias son reales, en una hubo el samaritano que se acercó a platicar, a ayudar con una conversación amiga y algo de dinero, en la otra, no lo sé. Y estos Cristos abundan, todos los días caminan junto a nosotros, o están a la vera de nuestro camino, y en nosotros, en cada cristiano, está la posibilidad de actualizar el milagro de la misericordia, la ternura y la ayuda que Dios quiere brindar. Sólo que para eso, hay que estremecernos hasta las entrañas.


Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez

Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y aprendiz de bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.

Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»

Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).

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3 comentarios

  1. Buenas noches.
    Su publicacion es hermosa y de verdad convoca. Pero esta es mi culpa de cada dia, la indiferencia como proteccion del abuso de la solidaridad, y es tan doloroso…
    Yo vivo en una ciudad donde yo he tenido que optar por la actitud de sta faustina. Si no puedes con la palabra, la obra. Llega con la oracion.
    Pero siempre me duele y genera dudas y culpas no hacer. Pues siempre me siento en falta.
    Usted que opina de este sentir mio?

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