Días de muertos en Michoacán

Un dentista militar para niños se disculpó y tomó una llamada telefónica, al terminar me comentó -con esa mezcla de seriedad, impotencia y esperanza- cómo uno de sus hermanos había sido secuestrado en Morelia hacía algunas semanas, la familia no perdía la esperanza, aunque intuían que los secuestradores de alguna forma estaban coludidos con algunos policías estatales y federales.

Unos meses después de mi plática con el militar que viajaba cada semana entre Morelia y la Ciudad de México para atender a sus pequeños pacientes, me enteré que un día no llegó a sus citas, tampoco respondió en su celular. Su cuerpo fue encontrado horas después desmembrado a un lado de la carretera.

La tradición de celebrar a los muertos está ampliamente arraigada en distintos lugares de México, incluye variaciones que normalmente involucran oración, comida, flores, recuerdos y calaveras. También se pueden encontrar ceremonias típicas con danzas, poesía, máscaras y teatro, en la isla de Janitzio, en el Lago de Pátzcuaro, y en sus alrededores se realizan algunas de estas fiestas.

Hoy no escribo de esa riquísima tradición que recoge elementos culturales prehispánicos y los mezcla con elementos de la tradición cristiana. En esta ocasión me quiero referir a la triste y grave situación que se vive en el estado de Michoacán, y que fue descrita con claridad por el Obispo de Apatzingán en su mensaje público Hagamos de Michoacán un Estado de derecho.

Monseñor Miguel Patiño describe las características de un estado fallido: “donde hay ausencia de la ley y la justicia provocando inseguridad, miedo, tristeza, ira, desconfianza, rivalidades, indiferencia, muerte y opresión. Cuando no hay justicia tampoco hay paz, ni desarrollo, ni prosperidad, ni bienestar en la sociedad.”

El Prelado michoacano invita a las autoridades y a la sociedad a unirse, hacer comunidad solidaria para enfrentar la desesperante situación. Para que se terminen los días de muertes, violencia e injusticia en Michoacán.

Quizá son pocas las cosas que alguien puede hacer para cambiar situaciones de violencia e impunidad tan graves, y sin embargo, la fe cristiana nos hace clamar a Dios por su misericordia, su fuerza para hacer cosas pequeñas, denunciar la corrupción, participar políticamente, ayudar a las víctimas, y exigir a las autoridades que restablezcan el estado de derecho.

La peor respuesta frente a la impunidad es no hacer nada, es acomodarse y creer que mientras uno no es víctima directa de la violencia o la injusticia, uno no debe involucrarse. En la práctica esta actitud fortalece a los criminales y corruptos, y hace cada vez más difícil la construcción de la paz y la tranquilidad para todos.


Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez

Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y aprendiz de bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.

Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»

Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).

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3 comentarios

  1. Me ha impresionado mucho el valor del Monseñor Patiño en hablar como nadie lo ha hecho de lo grave que están las cosas en Michoacan y creo que debemos todos estar en oración y en la medida de lo posible, solidarios y compasivos con quienes están sufriendo la crueldad de la maldad.

    Coincido contigo, de verdad hacer nada no es opción. Hacer como que es un tema lejano de mi, no es opción. Es demasiado el dolor y no podemos hacernos de la vista gorda.

    Como siempre excelente artículo.

  2. Es muy triste lo que pasa en Michoacán, y con algunas variantes desgraciadamente en todo México, y es tarea de los gobiernos estatales y el federal, de cualquier ideologia política, enfrentar este flajelo de los secuestros, es de reconocer la buena intención de los prelados para despertar cvonciencia del problema, pero estoy convencido que gobierno, prelados y sociedad en general, haciendo nuestro esfuerzo, y sobre todo con la oración, Dios nos escuchará y superaremos esta etapa.
    Gracias al autor de esta reflexión.

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