Los relatos de la Resurrección

Después de resucitar, Jesús se manifestó varias veces a los suyos dándoles muchas pruebas de que vivía: lo vieron, le tocaron y le oyeron

El sepulcro estaba vacío al tercer día

Los Apóstoles y los discípulos se dispersaron y huyeron durante la crucifixión. Estaban llenos de temor y no recordaron las predicciones de Jesús sobre su Muerte y su Resurrección. En cambio los fariseos y los príncipes de los sacerdotes sí recordaron las palabras del Señor. Por eso dijeron a Pilato: «Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor dijo cuando aún vivía: resucitaré después de tres días. Manda, pues, custodiar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que vengan los discípulos, lo roben y digan al pueblo: ha resucitado de entre los muertos. Y será la última impostura peor que la primera. Díjoles Pilato: Ahí tenéis la guardia; id y guardadlo como vosotros sabéis. Ellos pusieron guardia al sepulcro después de haber sellado la piedra» (Mt. 27, 63-66) Sus planes tuvieron un resultado totalmente opuesto a lo que habían previsto, pues así ya no era posible decir que los discípulos habían robado el cadáver.

El domingo, muy de mañana, María Magdalena y otras mujeres fueron al sepulcro a embalsamar el cuerpo de Jesús, después de haber guardado el descanso sabático. Cuando caminaban no sabían cómo podrían remover la piedra que cerraba el sepulcro, porque era muy grande. Al llegar vieron la piedra rodada a un lado, pero «al entrar no encontraron el cuerpo del Señor Jesús» (Lc. 24, 3)

Previamente a su llegada, cuenta San Mateo que «se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo, acercándose, apartó la piedra y se sentó en ella. Su rostro era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. Por el miedo a él, los guardias se desplomaron y quedaron como muertos» (Mt. 28, 2-4) Cuando fueron a decírselo a los pontífices, éstos dieron bastante dinero a los soldados al ser informados, para que dijesen que se habían dormido, y entonces los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús (Mt. 28, 11-15) Se trataba de una mentira muy burda, porque unos soldados dormidos no pueden saber lo que pasó mientras dormían, y si se enteraron y, no defendieron el sepulcro, incumplieron su misión y entonces no tenían por qué darles una fuerte cantidad de dinero.

Ante el sepulcro vacío las mujeres tuvieron diversas reacciones. María Magdalena corrió a buscar a Pedro y Juan, para decirles: «Han robado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto» (Jn. 20, 2) Las demás mujeres parece que permanecieron más tiempo en el sepulcro llenas de sorpresa. Entonces se les aparecieron unos ángeles que les dijeron: «No está aquí, resucitó como dijo» (Mt. 28, 6) Luego les mandaron que fuesen a los discípulos y se lo dijesen. Se llenaron de temor y alegría, y fueron rápidamente a cumplir este mandato. A los discípulos «les parecieron estas palabras como delirio y no las creyeron» (Lc. 24, 1 l)

Pedro y Juan, al ser avisados, corrieron al sepulcro y lo vieron vacío; el sudario y la sábana estaban plegados. San Juan evangelista llegó primero «vio y creyó» (Jn. 20, g) Pedro llegó después vio y solamente se maravilló.

Es de notar en estos hechos iniciales la desconfianza de los discípulos y de las mujeres. Su incredulidad primera da más fuerza a su fe posterior, ya que fortalece la verificación de los hechos, alejando la posible argucia de que fuese una alucinación.

Apariciones del primer día

María Magdalena llegó al sepulcro por segunda vez, cuando ya se habían marchado Pedro y Juan. Estaba fuera de¡ sepulcro y lloraba. Entonces se le aparecieron dos ángeles que intentaron consolarla, pero seguía llorando. Después tras ella se apareció el mismo Jesús resucitado. María le confundió con el jardinero y le dijo que si sabía dónde estaba el cuerpo de Jesús se lo dijese. Jesús le dijo: «¡María! Ella se vuelve y le dice en arameo Rabbuní, que quiere decir Maestro» (Jn. 20, 76) Después le dice Jesús: «Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos, he visto al Señor, y las cosas que le dijo» (Jn. 20, 17-18)

¿Qué nos está diciendo pues la cruz de Cristo, que es, en cierto sentido, la última palabra de su mensaje y de su misión mesiánica? Y, sin embargo, ésta no es aún la última palabra del Dios de la Alianza: esa palabra será pronunciada en aquella alborada, cuando las mujeres primero y los Apóstoles después, venidos al sepulcro de Cristo crucificado, verán la tumba vacía y proclamarán por vez primera: «Ha resucitado» Ellos lo repetirán a los otros y serán testigos de Cristo resucitado. (Juan Pablo II, DM, 8)

Aparición a los Apóstoles

Estando reunidos los diez -pues faltaba Tomás- sin abrirse las puertas, se apareció ante ellos en el Cenáculo y les dijo: «La paz sea con vosotros» Quedaron sobrecogidos y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Pero El les dijo: ¿Por qué os turbáis y por qué dudáis en vuestros corazones? Ved mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tocadme y ved. Un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Como siguiesen incrédulos por la alegría y admirados, añadió: ¿Tenéis algo que comer? Y ellos le dieron un trozo de pez asado. El lo tomó y comió delante de todos (Lc. 24, 26-43) San Marcos precisa que les «reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, pues no habían creído a los que le habían visto resucitado de entre los muertos» (Mc. 16, 14) Después Jesús sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonarais los pecados les serán perdonados. A quienes los retuvierais, les serán retenidos» (Jn. 20, 22-23)

Aparición a los discípulos de Emaús

Al caer la tarde del domingo en que resucitó Jesús, dos de los discípulos se marchaban a su aldea, llamada Emaús. Volvían desesperanzados por los acontecimientos de aquellos días y el triste final de la muerte de Jesús. Jesús se apareció a ellos mientras caminaban, aunque no le reconocieron. Al caminar, Jesús les interrogó por la causa de su tristeza, y ellos al contárselo descubrieron también que su fe en Jesús era insuficiente, pues esperaban un Mesías rey que les librase del yugo de los romanos. Jesús aprovechó sus palabras para explicarles el sentido de las Escrituras, y que convenía que sucediese de aquella manera como lo habían anunciado los profetas. Además se lo explicó de tal modo, que después comentaron que les ardía el corazón mientras les explicaba las Escrituras. Al llegar a la aldea, le invitaron a cenar, y al partir el pan le reconocieron. Entonces desapareció de su presencia. Ellos volvieron a Jerusalén a contar lo sucedido (Lc. 24, 13-35) Los demás les dijeron también: «El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón» (Lc. 24, 34)

Es de notar en todos estos testimonios la insistencia en dejar constancia tanto de la incredulidad que manifestaban inicialmente los discípulos, como del realismo de las apariciones; por ello insisten en que Jesús comió, le tocaron, le oyeron, y no sólo le vieron.

La Resurrección es la victoria de Cristo sobre la muerte y sobre sus causas: el pecado y el diablo.

Otras apariciones

Durante los cuarenta días que estuvo Jesús en la tierra después de resucitar, se manifestó varias veces a los suyos «dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles en el espacio de cuarenta días, y hablándoles del Reino de Dios» (Hch. 1, 3) Las que cuentan los evangelios son:

Segunda aparición a todos los Apóstoles.

El domingo siguiente a la Resurrección Jesús se apareció de nuevo a los Apóstoles. En esta ocasión estaba Tomás con los otros y superó la incredulidad que había manifestado ante las manifestaciones de los diez, haciendo un acto de fe explícito en Jesús como Señor y como Dios. Ello dio pie a que Jesús enunciase la última bienaventuranza, que comprendía a todas las demás: «Bienaventurados los que sin haber visto creyeron» (Jn. 20, 29)

Segunda pesca milagrosa.

Los discípulos obedecieron a Jesús y fueron a Galilea. Encontrándose juntos Simón Pedro, Tomás, Natanael, Santiago, Juan y otros dos discípulos, salieron a pescar. Aquella noche no pescaron nada. Al amanecer Jesús se apareció en la orilla -estaban como a cien metros- y les dijo: «Muchachos, tenéis algo de comer. Ellos respondieron: No. Entonces él les dijo: Echad la red hacia la parte derecha y encontraréis. Los discípulos obedecieron, la echaron y no podían sacarla por la gran cantidad de peces. El discípulo a quien el Señor amaba, dijo entonces a Pedro: Es el Señor» (Jn. 21, 5-7)

Rehabilitación de San Pedro.

Después de la pesca los discípulos fueron con Jesús a la orilla, allí «ven puestas brasas y un pez encima y pan» (Jn. 21, g) Cuando comieron, Jesús hizo una triple interrogación a Pedro diciéndole: ¿Me amas? Ante la triple respuesta afirmativa, Jesús le dice sucesivamente: «apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» (Jn. 20, 15, 16, 17) Al constituirle como pastor de la nueva grey que será la Iglesia, confirma la promesa de que Pedro será la roca sobre la que construirá su Iglesia. Tanto San Pedro como sus sucesores serán los vicarios de Cristo en la tierra.

«Sobre El (Jesucristo), por la fe en su resurrección, somos edificados los cristianos» (Juan Pablo II, en Orcasitas)

La Ascensión: Ultima aparición

Los discípulos se reunieron en un monte de Galilea como les había mandado Jesús. Allí el Señor les dio los últimos consejos, encomendándoles un mandato importante: la obligación de extender por toda la tierra la Buena Noticia que Cristo había traído a la tierra. Sus palabras fueron: «Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos» (Mt. 28, 16-20) Después «alzó sus manos y los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo» (Lc. 24, 50-51), hasta que «una nube lo cubrió a sus ojos» (Hch. 1, 9) San Marcos añade: «Y se sentó a la derecha de Dios Padre» (Mc. 16, 19) Con estas palabras indica el cumplimiento de las profecías y la glorificación de Jesús.

El misterio pascual es Cristo en el culmen de la revelación del inescrutable misterio de Dios. Precisamente entonces se cumplen hasta lo último las palabras pronunciadas en el Cenáculo: -Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.. Efectivamente, Cristo, a quien el Padre «no perdonó» en bien del hombre y que en su pasión, así como en el suplicio de la cruz, no encontró misericordia) humana, en su resurrección ha revelado la plenitud del amor que el Padre nutre por El y, en El, por todos los hombres. «No es un Dios de muertos, sino de vivos.» En su resurrección Cristo ha revelado al Dios del amor misericordioso, precisamente porque ha aceptado la cruz como vía hacía la resurrección. Por esto -cuando recordamos la cruz de Cristo, su pasión y su muerte- nuestra fe y nuestra esperanza se centran en el Resucitado: en Cristo que «la tarde de aquel mismo día, el primero después del sábado… se presentó en medio de ellos» en el Cenáculo, «donde estaban los discípulos… alentó sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados y a quienes los retengáis les serán retenidos» (Juan Pablo II, DM, 8).

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12 comentarios

  1. EL SEÑOR NUESTRO PADRE ESTA CON NOSOTROS Y EN NUESTROS CORAZONES YA QUE EL MISMO DIJO QUE LLEGARÍA EN SU ESPÍRITU SANTO. LOS SERES HUMANOS SOMOS TAN TORPES QUE TENIÉNDOLO EN NOSOTROS MISMOS NO LO ACEPTEMOS Y PEOR AUN HACER NUESTRA VOLUNTAD MAS NO LA DE EL. ES TAN GRANDE SU AMOR QUE SOLO BASTA DECIRLE, PADRE PERDÓNANOS SERLE FIELES Y CUMPLIR SUS MANDATOS, ESO NOS LLEVARÍA A TENER SABIDURÍA E INTELIGENCIA. Y SOBRE TODO EL TENER EL TEMOR DE OFENDERLE.

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