Una conversación viva

"…porque voy a prepararos un lugar; y cuando haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros; a donde yo voy, sabéis el camino”(Jn).

Luego les habla del Padre. "En la casa de mi Padre hay muchas moradas, si no, os lo hubiera dicho, porque voy a prepararos un lugar; y cuando haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros; a donde yo voy, sabéis el camino”(Jn).

Tomás interviene: "Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?". No quiere separarse del Maestro que ha trasformado su vida de un manera tan radical. Le ama de veras, aunque no le comprenda en toda su plenitud. O quizá piensa, como Pedro, que basta con conocer para querer, que –como en lo humano- querer es poder. Por eso le respondió Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino por mí. Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto"(Jn). En la misma Cena, algo antes, había dicho el Señor a todos: "a donde yo voy, vosotros no podéis venir"; e insiste a Pedro: "a donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde".

Tomás había seguido a Jesús dejando todo. Seguir el Camino que Jesús le marque ha sido su vida en los últimos tiempos. Ese Camino se ha ido concretando poco a poco. Unas veces el camino ha sido aprender la verdad presentada a la inteligencia, Tomás aprende y camina. Otras aprender la práctica de esa verdad, vencer el orgullo, perdonar, ser fuerte, leal, sincero, humilde, etc. Tomás aprende y camina imitando a Jesús lo mejor que puede. Pero ahora el mismo Jesús les dice que va a un lugar donde ellos no pueden seguirle.

Mucho debieron agradar al Señor las palabras de Tomás y su generosidad; pero en el mundo de la gracia una cosa es querer y otra poder; y a su debido tiempo quedará claro que donde iba Jesús no podía ir entonces ni Tomás, ni Pedro, ni Juan, pues sólo Jesús iba a consumar el Sacrificio perfecto del Hombre-Dios. El Señor va a librar una batalla tremenda contra Satanás y los ángeles caídos, va a luchar contra toda la fuerza del pecado y del infierno, luchará y vencerá a la misma muerte, que es el salario del pecado. La batalla era demasiado fuerte para cualquier otro que no fuese Él. Sólo más adelante, los apóstoles, fortalecidos por la gracia que les va a conseguir en la Cruz, podrán ser mártires; pero ahora no. La huída de todos cuando prendan a Cristo les hará patente su debilidad.

La contestación de Jesús va más allá de la pregunta de Tomás. No elude la respuesta, pero dice mucho más. Cuando dice que él es el Camino indica su Humanidad unida personalmente al Verbo de Dios. Al decir Verdad y Vida muestra dos atributos divinos. Él es el camino para alcanzar la verdad y la vida divina. Ya saben el camino, pues le conocen a Él. Pero pensaban que era sólo un conocimiento teórico, y es mucho más.

Ahora es Felipe el que interviene diciendo: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta". Va al núcleo de la revelación; quiere conocer a Dios, quiere conocer a ese Padre tan amado. Jesús le contestó: "Felipe, ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mí mismo. El Padre, que está en mí, realiza sus obras. Creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas porque yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pidiereis algo en mi nombre, yo lo haré"(Jn).

El ambiente de la Cena pascual está cargado de fe y de confianza; todos son amigos y se quieren, hablan y preguntan sin ningún tipo de cortapisa. Por eso, cuando Jesús dice: "si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre", y añade que les iba a preparar un lugar junto al Padre, Felipe se lanza a preguntar, y, a raíz de la pregunta, Jesús revela con claridad el misterio de la vida íntima de Dios, y le dice a Felipe: "¿no crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?"(Jn). Sí lo creía Felipe, pero no se daba cuenta de todo lo que significa "ser uno con el Padre" para Jesús. Por eso pide más fe: "creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí"(Jn) y añade después, como si la revelación clarísima de su divinidad fuese poco, que rogará al Padre para que les dé "otro Paráclito…el Espíritu de la Verdad"(Jn).

La revelación ha llegado a su punto más alto: existe un solo Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesús les habla de modo sencillo y a nuestro alcance, pero suficientemente claro para que crean, si quieren, que no sólo Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, sino que llama Padre a otro alguien que también es verdadero Dios, y que los dos enviarán otro alguien que llama Paráclito, con una función cargada de futuro, pues "les enseñará todo y les recordará todas las cosas", traerá alegría porque será el fruto de la reconciliación de Dios con los hombres pecadores que va a realizar Jesús. Este Paráclito les "guiará hacia toda la verdad…dirá todo lo que oiga…anunciará lo que ha de venir….glorificará a Jesús".

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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