Resumen del segundo año

En la segunda parte del libro de Isaías hay tres cantos que suelen denominarse "los poemas del siervo de Yahvé" y se refieren a tres momentos de la vida del Señor. El segundo de ellos tiene un paralelismo sorprendente con los hechos que hemos vivido este año.

Dice así:

"!Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó, desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre. Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió, hízome como saeta aguda en su carcaj me guardó" (Is). En este canto se habla de la predicación y responde: "Por poco me fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado ¿De veras que Yahveh se ocupa de mi causa y mi Dios de mi trabajo?" Realmente la respuesta que ha tenido Jesús ha sido pequeña. Pero no se desanima, pues Yahveh dice: "Poco es que sea mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver a los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance a los confines de la tierra"(Is).

En este segundo año de vida pública, llama a los doce, envía a setenta y dos, los forma. Va a poblaciones lejanas e, incluso, extranjeras a Israel. Multiplica los signos y prodiga las explicaciones del reino con parábolas. Resiste la oposición conjunta de fariseos, escribas y saduceos. Se proclama señor de la vida, señor del sábado, esposo de Israel, igual al Padre. Muestra al Bautista y a sus discípulos los signos, profetizados, del reino. Sufre con la muerte del Precusor. Hasta que proclama la realidad de que Él es el Pan de vida. Y queda en evidencia la calidad de la fe de cada uno. No basta la popularidad para ser creído. Es necesaria una conversión, y no todos están dispuestos a aceptar un amor tan grande por parte de Dios al encarnarse en Jesús y al entregarse en la Eucaristía. Los apóstoles tiemblan, y uno de ellos se aleja de su corazón.

La verdadera lucha está planteada. No es una cuestión de propaganda e intensidad en la predicación; ni tampoco crecerá con la abundancia de milagros. Se trata de una lucha contra el demonio y sus ángeles y contra el pecado que, de diversas maneras, tiene sus raíces en el corazón de todos y cada uno de los hombres. El tercer año va ser muy distinto de los anteriores. Se va a concentrar en lo interior, y en la formación y consolidación de los discípulos, no sólo de los apóstoles. Comenzarán las profecías sobre su muerte y la cruz. Jesús sabe lo que hay en el corazón del hombre, y persevera en su batalla por alcanzar a los hijos de los hombres la posibilidad de que se conviertan libremente en hijos de Dios.

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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