Los Magos buscan y encuentran

Dios quiso manifestar a los gentiles el nacimiento del Salvador por medios de unos representantes bien preparados. En ningún lugar se dice que fueran reyes, que su número sea sólo tres, y mucho menos que se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar.

Eran sabios, seguramente de clase sacerdotal, estudiando las estrellas dedujeron que había nacido Alguien singularísimo a quien debían rendir homenaje, y dejándolo todo se pusieron en camino para ir en su busca.

Son los primeros intelectuales -valga el anacronismo- que aparecen en el Evangelio[48].

Había sido profetizado: Todos se reúnen y vienen a ti, llegan de lejos tus hijos (…) te cubrirán muchedumbres de dromedarios de Madián y de Efá. Todos vienen de Saba, trayendo oro e incienso, pregonando las glorias de Yavé[49]. Y se cumplió la profecía en el Nacimiento de Jesús hasta en el detalle más pequeño. Así lo cuenta Mateo: Nacido Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén preguntando: ¿Donde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle[50].

Los planes de Dios conjugan la sabiduría divina y la libertad humana de un modo admirable. A los hombres nos cuesta comprender como se puede cumplir el decreto divino contando con que los hombres son libres y pueden responder bien o mal, a favor o en contra; es más, muchas veces los hombres han respondido mal a los requerimientos divinos, incluso oponiendose violentamente a la voluntad de Dios. Pero Dios hace concurrir las cosas de modo que sus decretos fundamentales se cumplen de una manera inexorable. Dios no pierde batallas, solía repetir el Beato Josemaría. Ahora vamos a ver una de sus victorias parciales.

El caso de los Magos es sorprendente. Se han hecho muchos estudios sobre quienes podían ser, pero las conclusiones nos son muy concluyentes. Algo se puede deducir del hecho que manifiesten un gran conocimiento sobre quien es Jesús. Le llaman rey de los judíos, vienen a adorarle, le ofrecen regalos llenos de significado: oro, incienso y mirra. Como dice San Ireneo Auro Rex agnoscitur/ Homo myrra collitur/Thure Deus gentium. Oro como rey / mirra como hombre / incienso como Dios. Mateo dice de modo escueto que vienen de Oriente. La palabra Magos puede provenir de Persia donde en tiempo de Daniel -que fue nombrado Rab Mag por Nabucodonosor- formaban como el consejo de los reyes; eran al mismo tiempo sacerdotes y sabios, pero no eran astrólogos como abundaban en Caldea, ya que sus mismos libros rechazan este modo supersticioso de estudiar el curso de los astros y estrellas. Aunque en tiempo del Señor habían perdido la influencia política de otros tiempos, eran sabios y poderosos. Es muy posible que los gentiles adoradores de Jesús fuesen algunos de estos hombres.

Conviene tener en cuenta el hecho de que en todo el mundo existía un esperanza generalizada en la venida de un salvador. Esto se da tanto en Roma con las sibilas, como en China con Confucio.La esperanza mesiánica sería mucho más intensa y precisa en los pueblos más próximos a Israel, ya que conocerían las profecías del pueblo elegido. Esto induce a pensar en hombres de procedencia distinta a los magos de Persia, pero no se puede concluir nada con certeza. Lo cierto es que Dios aprovecha tanto la sabiduría humana de aquellos hombres, como las creencias más o menos claras que tenían. Y los llama a través de una estrella. Se han hecho estudios muy complejos sobre si fue un fenómeno natural, pero Mateo da a entender que más bien es un hecho sobrenatural.

No nos es posible fijar su número, ni si venían todos del mismo lugar. Pero nos es posible saber el papel que tienen en los planes de Dios: primero representar a los gentiles -gentes extranjeras al pueblo elegido- en la vocación a la salvación; segundo anunciar a Jerusalén el Nacimiento del Mesías esperado. En los Magos se advierte de un modo admirable la doble vertiente de la vocación divina: llamar a cada uno a la santidad, después realizar una misión en el mundo. Los Magos son llamados para adorar al Mesías y para anunciar a toda Jerusalén el Nacimiento del Príncipe de la Paz tan esperado.

San Juan Crisóstomo ve la estrella como una llamada de Dios proporcionada a su modo de vida: Dios los llama por lo que a ellos les es más familiar, y les muestra una estrella grande y maravillosa para que les impresionara por su misma grandeza y hermosura [51]. La estrella es la vocación. Dios llama a través de una estrella externa sin que falte la luz interna que ilumina el corazón. Para ellos era el medio más adecuado. El Bienaventurado Josemaría comenta así la llamada a los Magos aplicándola a los cristianos Es nuestra misma experiencia. También nosotros advertimos que, poco a poco, en el alma se encendía un nuevo resplandor; el deseo de ser plenamente cristianos; si me permitís la expresión la ansiedad de tomarnos a Dios en serio. Y continuaba diciendo, para los que ya conocían su vocación divina, si cada uno de vosotros se pusiera ahora a contar en voz alta el proceso íntimo de su vocación sobrenatural, los demás juzgarían que todo aquello era divino [52].

En toda vocación la luz interior es lo principal, pero no suele faltar una llamada exterior. María conoció su vocación para ser Madre de Dios a través de un ángel, también Zacarías y los pastores de Belén, Isabel a través de su marido, los Apóstoles a través del mismo Jesús. En ocasiones Dios quiere utilizar medios extraordinarios; pero lo normal es que la llamada a la perfección la reciba cada uno en su vida ordinaria…¿Que te ha ido a buscar Dios en el ejercicio de tu profesión? Así buscó a los primeros: a Pedro, a Andrés, a Juan y a Santiago, junto a las redes: a Mateo, sentado en el banco de los recaudadores… Y ¡asómbrate!, a Pablo, en su afán de acabar con la semilla de los cristianos [53]. Este es el método divino habitual. Los Magos son llamados por Dios en su estudio por conocer los signos de los cielos y de Dios.

Pero una vez emprendido el camino, después de un cierto tiempo, la estrella se ocultó. La sorpresa de los Magos debió ser grande. ¿Que hacer? se dirían ¿Volver atrás? ¿Seguir adelante sin saber a donde van? San Agustín comenta: antes de encontrarle en la ciudad que ha nacido, llegaron preguntando ¿donde ha nacido el rey de los judíos?¿No podían haber conocido también esto por revelación, como conocieron que aquella estrella era la del rey de los judíos? ¿No pudo conducirlos a aquella ciudad con la misma estrella, como después los guió al lugar donde estaba Cristo con su Madre? Podía, ciertamente, pero no lo hizo para que le preguntasen a los judíos; para que al mostrar a Aquel en quien no creen, queden condenados por ese mismo hecho[54].

Nosotros podemos vislumbrar dos propósitos divinos en este ocultamiento de la estrella de la vocación: la purificación de los llamados y el anuncio en Jerusalén. Vayamos por partes.

Cuando se hizo la oscuridad en el cielo los Magos debieron sentir una oscuridad en sus corazones. Esta situación es la prueba que todo hombre experimenta en el camino hacia Dios. La experimentaron Adán y Eva en el Paraíso, la experimentó José al no entender el embarazo de María, la experimentó María Santísima al ver a su Hijo clavado en la cruz. El mismo Cristo quiere ser tentado con los tentados. Santos como San Juan de la Cruz han descrito de modo admirable esas pruebas llamandolas noches del alma, que son como oscuridades en las que el alma pierde la claridad del comienzo y el entusiasmo del primer amor. Juan Pablo II lo expresa diciendo que es como una particular fatiga del corazón, unida a una especie de "noche de la fe" -usando la expresión de San Juan de la Cruz-, como un "velo" a través del cual hay que acercarse al Invisible y vivir en intimidad con el misterio [55].

Difícilmente será posible encontrar un sólo santo que no haya experimentado esa oscuridad de un modo o de otro. ¿Qué sentido tiene esa prueba? ¿Para qué sirve? La respuesta más clara es que Dios quiere purificar el alma. Cuando un alma es fiel a la vocación en la oscuridad, es decir, sin compensaciones humanas, su amor es más generoso: ama a Dios por El mismo, más que por las ventajas que le llegan. La fidelidad se robustece, ya no depende de los buenos o malos humores, ni de las ganas o desganas o de la mayor o menor luz. Es fiel con fidelidad probada.

Si la vocación es lo primero, si la estrella luce de antemano, para orientarnos en nuestro camino de amor de Dios, no es lógico dudar cuando, en alguna ocasión, se nos oculta. Ocurre en determinados momentos de nuestra vida interior, casi siempre por culpa nuestra, lo que ocurrió en el viaje de los Reyes Magos: que la estrella desaparece. conocemos ya el resplador divino de nuestra vocación, estamos persuadidos de su carácter definitivo, pero quizá el polvo que levantamos al andar -nuestras miserias- forma una nube opaca, que impide el paso de la luz [56].

Los Magos son prudentes y preguntan a quien les parece mas idóneo, y aciertan. Si buscan al rey de los judíos ¿quién mejor para preguntarle que al rey de aquel momento? Su conducta deja claro que conocen sólo un poco al rey al que quieren adorar; y desconocen el nivel moral y religioso tanto de Herodes como de sus consultores. Pero ellos aciertan, pues les dan la respuesta correcta que desconocían. En Belén de Judá, le dijeron, pues así está escrito por medio del Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la menor entre las principales ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo, Israel[57].

Hacia allí acudieron y entonces ocurrió algo sorprendente: la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría[58]. Es lógica la alegría del reecuentro con la claridad de la estrella. Ellos han puesto los medios humanos, han superado la prueba y la estrella brilla como con una luz mas hermosa aún.

Esto es lo que San Juan de la Cruz expresaba al decir que después de cada noche del alma viene un día mucho más luminoso que el anterior. Si la noche fue debida a la falta de dominio de los sentidos, es lógico que la pérdida de esas compensaciones produzca una desgana en el alma, como la del niño que le quitan el biberón para darle alimento sólido. Una vez superados esos obstáculos el alma actúa con más libertad y más alegría, ya no necesita compensaciones pequeñas que distraen. Si la noche es la de la superación del orgullo, aunque sea poco, el alma se siente despreciada, insatisfecha sin esas motivaciones que antes la movían tanto. Esas ilusiones pueden ser incluso espirituales, como el éxito apostólico, la emoción gustosa en la oración, los triunfos en el trabajo bien hecho, etc. Pero las oscuridades llevan a la humildad, y la humildad limpia la mirada para creer con más fe porque quita el barro que ocultaba la nitidez de la visión más pura. En definitiva las pérdidas de la luz son preludio de luces más claras pues afianzan más la fidelidad a la vocación y facilitan la perseverancia alegre.

Dios aprovecha la pérdida de la estrella para que los Magos se conviertan en anunciadores de la buena nueva del Nacimiento del Mesías en Jerusalén. Así lo cuenta Mateo al oir esto, el rey Herodes se turbó, y con el toda Jerusalén. Y reunieron a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les interrogaba donde había de nacer el Mesías[59].

Todos se enteraron de la llegada del Mesías esperado, pero ninguno acudió a Belén ni a adorar ni siquiera a curiosear. Esta actitud de pasividad debe ayudarnos a reflexionar. Jesús refiriéndose a su segunda venida paraa juzgar y consumar su obra dijo algo que es muy aplicable para todos los habitantes de Jerusalén ante el anuncio de los Magos: Como fueron los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. como en los días que precedieron al diluvio se comía y se bebía, tomaban mujer y marido, hasta que Noé entró en el arca, y no se dieron cuenta hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos; así será la venida del Hijo del hombre[60].

Y así fue la primera venida del Hijo de Dios, la mayoría estaban atentos a sus cosas: compraban, vendían, subían, bajaban, se divertían, conspiraban o estudiaban las Escrituras, pero no se enteraron de la Venida del Mesías, aunque Dios quiso les fuese anunciado de un modo bien notorio.

San Agustín comenta esa pasividad de todos los habitantes de Jerusalén haciendo una aplicación práctica para los creyentes de todo el mundo. Pensando en nosotros, que deseaba que le conociésemos por sus Escrituras santas, quiso que también los magos creyesen lo que sus profetas habían hablado de El. Buscando la ciudad en que había nacido el que deseaban ver y adorar, se vieron precisados a preguntar a los príncipes de los sacerdotes; de esta manera con el testimonio de la Escritura, que llevaban en la boca los judíos, no en el corazón, aunque infieles, dieron respuesta a los creyentes respecto a la gracia de la fe. Aunque mentirosos por sí mismos, dijeron la verdad en contra suya. ¿Era mucho pedir que les acompañasen, cuando les oyeron decir que venían a adorarlo? ¿Era mucho el que ellos, que les habían dado las instrucciones de acuerdo con los Libros Sagrados, los condujesen a Belén y juntos viesen al Niño y lo adorasen? Después de haber mostrado a otros la fuente de la vida, ellos mismos murieron de sed; se convirtieron en piedras miliarias, indicaron algo a los viajeros pero ellos se quedaron inmóviles [61] .

Si miramos con una mirada más atenta esta pasividad podemos encontrar diversas motivaciones y un común denominador. El común denominador a gentes tan diversas como el sanguinario Herodes, los príncipes de los sacerdotes, los escribas del pueblo y el mismo pueblo es que no entienden el Reino del Mesías. A lo largo de la predicación de Jesús se hará notoria esa incomprensión. No pueden entender un reino de humildad. Comprenden las palabras, pero no entienden el contenido. El pueblo lo quiere hacer rey después de la multiplicación de los panes, pero muchos le abandonan poco después cuando les habla del pan de la Eucaristía alimento de un Reino espiritual. Los escribas y la mayoría del Sanedrín resisten a su doctrina que les abre el sentido de las Escrituras y a los milagros que confirman las palabras. Pilato tampoco entiende un reino que no sea de este mundo. Y Herodes organiza una matanza temiendo al nuevo rey. Ninguno comprende el Reino de Dios como un reino que debe realizarse primero en los corazones, y después en las demás realidades humanas. Si lo hubiesen entendido hubiera sido fácil que comprendiesen también que el rey viniese en humildad, ya que sólo se puede vencer el orgullo, raíz de todos los pecados, más que con humildad. Este es el común denominador de todos los judíos que oyeron el anuncio pero no se movieron hacia el anunciado.

Entre los habitantes de Jerusalén destaca por su maldad el rey Herodes. Cuando oyó el anuncio de los Magos se turbó, después de recibir la información de los entendidos y transmitirla a aquellos hombres importantes, es cuando cuenta Mateo que Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó cuidosamente por ellos del tiempo en que había aparecido la estrella; y les envió a Belén, diciéndoles: Id e informaos bien acerca del niño; y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarle[62].

Sus palabras están llenas de astucia y de perfidia. La historia nos transmite la multitud de crueldades de este rey, no sólo con sus enemigos, sino también con sus amigos y su familiares más próximos como su mujer y sus hijos. El Evangelio sólo recoge la matanza de los Inocentes en Belén, suficientemente expresiva. Herodes utiliza todos los medios a su alcance para el único fin que valora: el poder. La mentira, el engaño, la astucia, el asesinato, todo vale. Este fin justifica cualquier medio.

Puede parecernos brutal su conducta, y lo es, pero no es un hecho aislado en la historia. Muchos hombres se han comportado como Herodes en la Historia, e incluso muchos sistemas de pensamiento se basan en esos mismos criterios para ejercer el poder como meta suprema. Como siempre, Dios sacará de los males bienes, y el Niño huirá a Egipto llevado por José; así se cumplirá la profecía que dice: de Egipto llamé a mi hijo[63]. Los niños asesinados son lavados del pecado original como en un bautismo adelantado, según confiesa la fe de la Iglesia. Conviene no olvidar, cuando los malos parecen triunfar, que Dios es infinitamente justo y trata a los perseguidos con especial amor, y de las persecuciones extrae bienes mayores que sin ellas no hubiesen venido. Olvidar este hecho conduce al pesimismo en los tiempos difíciles.

Los escribas y los príncipes de los sacerdotes no son tan crueles como Herodes, pero su conducta refleja la falta de fe que les llevará al homicidio de aquel Niño que Herodes no puede matar. Hay, en cierto sentido, más malicia en su pasividad pues hay menos ignorancia. De hecho el homicidio realizado por los príncipes de los judíos fue un deicidio, y la sangre de Cristo cayó sobre ellos y sobre sus hijos, según clamaban en el juicio ante Pilatos.

San Agustín dice comparando a los Magos con los judíos: estos peregrinos, que venían de lejos, adoraron a Cristo, Niño que aún no hablaba, allí donde los ciudadanos le crucificaron, cuando ya maduro obraba milagros. Los Magos le reconocieron como Dios en la pequeñez de sus miembros; los judíos ni siquiera le perdonaron como hombre, cuando hacía obras grandiosas [64]. Su actitud es una llamada de atención para todo cristiano, ya que puede ocurrir que la poca fe lleve a la tibieza primero y a la traición después. No somos mejores que nuestros antepasados, y las reacciones de los que vivieron cerca de Jesús en su vida mortal se repiten de continuo en la Historia.

Los Magos entrando en la casa, vieron al Niño con María, su Madre y, arrodillados, le adoraron. Nos arrodillamos también nosotros delante de Jesús, del Dios escondido en la humanidad: le repetimos que no queremos volver la espalda a su divina llamada, que no nos apartaremos nunca de El; que le quitaremos de nuestro camino todo lo que sea estorbo para la fidelidad; que deseamos sinceramente ser dóciles a sus inspiraciones. Tú en tu alma, y también yo -porque hago oración íntima, con hondos gritos silenciosos- estamos contando al Niño que anhelamos ser tan buenos cumplidores como aquellos siervos de la parábola, para que también a nosotros pueda contestarnos: alégrate, siervo bueno y fiel[65].


[48] cfr. Carlos Pujol. Gente de la Biblia. Los Magos, p.105.

[49] Is 4,6

[50] Mt 2,1-2

[51] San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el evangelio de san Mateo. cit en Santa Biblia. comentarios de Universidad de Navarra

[52] Beato Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa. n. 32

[53] Camino n. 799

[54] San Agustín. Sermón 374,2

[55] Juan Pablo II. Redemptoris Mater. n.17

[56] Beato Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa. n. 34

[57] Mt 2.6

[58] Mt 2,10

[59] Mt 23,5

[60] Mt 24,37-41

[61] San Agustín Sermón 199,2

[62] Mt 7,8

[63] Os 11,1

[64] San Agustín. Sermón 200,3

[65] Beato Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa n. 35

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