El Relativismo Moral y la perspectiva de género

El Relativismo Moral y la perspectiva de género

Relativismo moral es aquella forma por la cual no se admiten las verdades inmutables, sino más bien se promueve la existencia de un sinnúmero de verdades relativas

Por el Dr. y Cango. Ricardo Bautista Mazza, Profesor Titular de Teología Moral y Doctrina Social de la Iglesia en la UCSF, Director del Centro de Estudios Políticos y Sociales Santo Tomás Moro- Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina.

1.- El relativismo moral y de la verdad misma

Cuando hablamos del relativismo moral en nuestro tiempo, se entiende aquella forma por la cual no se admiten las verdades inmutables, las cuales deberían ser reconocidas por todos en todo tiempo y lugar, sino más bien se promueve la existencia de un sinnúmero de verdades relativas, que configuran afirmaciones particulares, todas ellas verdaderas para quienes las sostienen, y que permitirían consensuar a la postre, decisiones que vulneran la dignidad de la persona humana.

En efecto, si la verdad es la adecuación del entendimiento a la realidad, y si se da una lectura de la realidad, es decir, de la cosa, de todo lo que existe, totalmente subjetivista en la que prima el parecer de cada inteligencia que contempla esa realidad a través de un prisma personal, la verdad misma se relativiza.

Una consecuencia de esta mentalidad que tergiversa la realidad y por ende la verdad misma es lo que se ha denominado ideología del “gender” o perspectiva de género.

2.- El relativismo moral y el “gender”

El Pontificio Consejo para la Familia en el documento “Familia, Matrimonio y uniones de hecho” (26 de julio de 2000), analiza profundamente el relativismo moral reinante en la concepción del matrimonio y familia que deriva en la oficialización de las uniones de hecho ya heterosexuales, ya homosexuales.

En la base de esta concepción deletérea para la familia y el matrimonio se encuentra la ideología del “gender”.

Y así señala el documento de referencia que “dentro de un proceso que podría denominarse de gradual desestructuración cultural y humana de la institución matrimonial, no debe ser minusvalorada la difusión de cierta ideología del “gender”. Ser hombre o mujer no estaría determinada fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura. Con ello se atacan las bases mismas de la familia y de las relaciones interpersonales” (nº 8).

El documento expresa que en la dinámica de la integración de la personalidad humana, la persona adquiere de manera progresiva conciencia de ser “sí mismo”, conciencia de su identidad.

Esta toma de conciencia hace que la persona vaya integrando no sólo su realidad de ser creatural, sino también su realidad de ser sexuado, como una forma peculiar de ser en el mundo como varón o mujer.

De esta manera, cada persona, creada a imagen de Dios como varón y mujer (Gn.1, 27) , toma conciencia de su identidad personal y a la vez de su diferencia con el otro sexo.

Esto permite que en cada persona se vaya integrando la “identidad sexual (es decir, conciencia de identidad psicobiológica del propio sexo y de diferencia respecto al otro sexo), e identidad genérica (es decir, conciencia de identidad psicosocial y cultural del papel que las personas de un determinado sexo desempeñan en la sociedad) “(nº 8).

Cuando ambos aspectos se han integrado debidamente, se da en realidad una verdadera complementación “puesto que las personas viven en sociedad de acuerdo con los aspectos culturales correspondientes a su propio sexo” (nº 8).

Esta complementación logra que se alcance y reconozca la verdad interior de la persona, alma y cuerpo.

3.- La ideología del “gender”, el construcionalismo y el relativismo moral

Ahora bien a partir de la década 1960-1970 ciertas teorías “construccionistas”, en realidad relativistas porque vulneran la verdad absoluta y única acerca de la identidad del ser humano, independizan la identidad sexual personal de la identidad genérica, de manera “que los géneros masculino y femenino de la sociedad serían el producto exclusivo de factores sociales, sin relación con verdad alguna de la dimensión sexual de la persona” (nº.8).

Separando así la identidad sexual de la genérica, se llega al absurdo de prescindir de la distinción sexual dada por la naturaleza misma del hombre y de concebir la realidad creatural varón y mujer como una construcción cultural.

Tal concepción lleva al relativismo moral en el ámbito de la sexualidad, de modo que se abre la puerta a la libre elección por parte de la persona para vivir como varón o mujer, haciendo caso omiso de la identidad que otorga la naturaleza misma.

La consecuencia lógica de este modo de ver las cosas, lleva a concebir una nueva “verdad” subjetiva que depende exclusivamente no de lo que “es” según la naturaleza, sino del simple parecer humano.

Ya alertaba Juan Pablo II sobre esto en la encíclica “Veritatis Splendor” al afirmar acerca de una interpretación “creativa” de la conciencia moral que “algunos han propuesto una especie de doble estatuto de la verdad moral. Además del nivel doctrinal y abstracto, sería necesario reconocer la originalidad de una cierta consideración existencial más concreta. Esta, teniendo en cuenta las circunstancias y la situación, podría establecer legítimamente unas excepciones a la regla general y permitir así la realización práctica, con buena conciencia, de lo que está calificado por la ley moral como intrínsecamente malo. De este modo se instaura en algunos casos una separación, o incluso una oposición, entre la doctrina del precepto válido en general y la norma de la conciencia individual, que decidiría de hecho, en última instancia, sobre el bien y el mal”. (n º 56).

4.-Consecuencias de la perspectiva de género en el matrimonio

Esto lleva consigo el reconocer como válidas las uniones homosexuales o las uniones de hecho heterosexuales en su caso, legitimadas no por la verdad del ser o por la naturaleza del matrimonio sino sólo por la decisión antojadiza de las personas.

Indudablemente esta postura mina en la raíz al matrimonio mismo al que se le desconoce la verdad de ser una “alianza….por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole” (canon 1055,1).

Llegamos así a que esta concepción conspira contra el “consorcio de toda la vida”, ya que la unión permanente del varón y de la mujer reclamada por el matrimonio como verdad originaria, se desploma ante la libre elección subjetiva de la persona que al relativizar el orden natural se dispone a guardar celosamente la libre elección permanente de nuevas uniones.

Además, por la lógica de este pensamiento, el “bien de los cónyuges”, imperativo que reclama la indisolubilidad matrimonial, respetando la propiedad de la “unidad,” pierde su absoluta razón de ser cuando sólo interesa egoísticamente el bien propio.

Otra consecuencia nefasta de estos postulados consiste en conculcar también la verdad de la generación de la prole, ya que deja de ser un bien propio de la unión matrimonial heterosexual, para transformarse en una veleidad a la que tendría derecho cualquier tipo de unión.

Y así, la adopción de niños por parte de uniones homosexuales, rechazando la disposición sabia del Creador para sólo las uniones heterosexuales, se convierte en un “nuevo derecho”, simulacro que la sociedad debe convalidar, según ésta manera de pensar.

Queda a la vista la sinrazón de esta pretensión si se ve la contradicción entre el deseo de tener hijos y la negación simultánea de asumir la identidad sexual diferencial que sirve de basamento para la realización de la paternidad y de la maternidad.

En efecto, mal puede asumir dichos papeles en relación con los hijos adoptados, quien no reconoce el ser varón para la paternidad y el ser mujer para la maternidad.

5.-La perspectiva de género y su afirmación legal

Continúa el avance de esta concepción cuando se pretende alcanzar por la vía de una legislación acorde, la convalidación y aceptación social, asumiendo como “normal” lo que resulta a todas luces “extraño” a la naturaleza humana.

La Ley así impuesta, con el relativismo moral propio del positivismo que desconoce el derecho natural, terminaría por deslumbrar así las conciencias con la aparente licitud de aquello que contradice abiertamente la ley de Dios.

Sumando a esto la concepción de lo enunciado anteriormente acerca de la supuesta función “creativa” de la conciencia, tendremos una mentalidad en la que se regiría no por una ley moral objetiva, común a todos, sino por lo que se considere más de acuerdo con el pensamiento en que toda opinión se transforma en verdad absoluta.

6.- La perspectiva de género y el eclipse de la familia y de la vida

La idea de familia, según la enseñanza bíblica, resulta por ende destruida como lo afirma Alison Jagger, autora de diversos libros de texto utilizados en programas de estudios femeninos en Universidades norteamericanas:

“El final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal, en vez de esto, hasta las categorías de homosexualidad y heterosexualidad serán abandonadas: la misma institución de las relaciones sexuales, en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecerá. La humanidad podría revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural».

(Alison Jagger, «Political Philosophies of Womens Liberation», Feminism and Philosophy, Littlefield, Adams & Co.,Totowa, New Jersey, 1977, p. 13.)

Este ataque declarado contra la familia, sin embargo, contrasta notablemente con la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada, como es sabido, por la ONU en 1948. En el artículo 16 de la misma, las Naciones Unidas defienden enfáticamente a la familia y al matrimonio:

1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.

2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio.

3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.

Sin embargo, los artífices de la «perspectiva de género» apuntan a la necesidad de «desconstruir» la familia, omitiendo hablar de familia “tradicional”, sino más bien de familias “ensambladas” o consensuadas; “descontruir” el matrimonio que no sería sólo entre personas de distinto sexo; “descontruir” la maternidad que no implicaría ser el resultado de la relación varón y mujer, sino más bien hasta alentaría la posibilidad de la inseminación artificial, por ejemplo, y “desconstruir” las categorías de femenino o masculino para permitir que el mundo pueda ser totalmente libre.

Por último, todo este desquicio mental y moral lleva a postular la libre elección en la reproducción de cualquier forma, como la llamada “fecundación asistida” que postularía la libre elección de gametos, la reserva de los mismos, congelados, para tiempos futuros, la guarda de esperma u óvulos, para ser utilizados libremente, sin sujeción alguna, y en cualquier tipo de parejas, ya sea del mismo o distinto sexo, bregando, llegado el caso a reclamar el aborto a pedido.

7.- La tarea de la Iglesia maestra en humanidad

Ante este panorama de locura y en el reinado de la sinrazón, además de implorar a Dios ponga su mano, hemos de proclamar abiertamente la verdad originaria del matrimonio, de la familia, y de la vida, resaltando los errores que buscan mellar, por rumbos equivocados, a las conciencias desprevenidas, anticipándonos a las campañas de lavado de cerebros que se presentan en los distintos ámbitos de la vida.

No ha de servir de excusa el razonar que estamos en un mundo secularizado dónde la fe ya no tiene cabida.

Como Iglesia nos cabe la responsabilidad de mostrar a Cristo Camino, Verdad y Vida (Jn. 14,6) a través de la familia, primera educadora de la transmisión de los valores; de la catequesis; de la educación; de las variadas instituciones apostólicas; usando todos los modos lícitos a nuestro alcance y sin descuidar la utilización de los medios de información oral y escrita.

Habrá que aguzar el ingenio aglutinando a todos los hombres de buena voluntad de manera que se pueda ir revirtiendo este panorama desalentador que ya pende sobre nosotros.

Con la esperanza de que Cristo triunfará sobre tantos dislates, hemos de hacer nuestra con valentía la afirmación del profeta: “sea que escuchen, o se nieguen a hacerlo –porque son un pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio de ellos”.(Ezequiel 2,5)

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