Homosexualidad: Testimonios

Promoción de la causa "gay”

El problema en Hollywood no es la presencia gay, sino la presión gay, afirma Michael Medved.

Por Michael Medved

El problema en Hollywood no es la presencia gay, sino la presión gay. Y esa presión es ejercida, en buena medida, por gente ajena a la industria cinematográfica.

Yo mismo experimenté esa presión social en abril de 1992, cuando me tocó cubrir la entrega de los Oscares. Era el año de mayor saturación del omnipresente lazo rojo del SIDA, que todo el mundo estaba obligado a llevar.

Fue una satisfacción para mí ver que hubo otra persona, Clint Eastwood, que esa noche subió al estrado sin el lazo del SIDA. De todos modos, al final tuve que oír la histérica reprimenda de "Usted no volverá a trabajar en esta ciudad". Y ese fue, de hecho, el último año que cubrí la entrega de los Oscares en directo.

Aquella misma noche, mientras llegaban los invitados a la ceremonia, a las puertas se manifestaba un grupo muy numeroso de indignados gays. Uno de los blancos de su protesta era Jonathan Demme, que ganó la estatuilla al mejor director por El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs). Portaban pancartas y coreaban lemas contra Demme por su falta de sensibilidad y su odio hacia los gays. La consecuencia de esa repulsa fue una película llamada Philadelphia. Este film sirvió para congraciar por completo a Jonathan Demme con la comunidad gay.

Ahora bien, ¿por qué hizo esa película? ¿Creyó acaso que la comunidad gay del país, verdaderamente minúscula, podía acabar con su carrera? No: acababa de ganar un Oscar. Pero se convenció de que tenía que ofrecer un sincero gesto de arrepentimiento, una sincera demostración de que no era un intolerante. Por eso hizo Philadelphia. Todo esa compleja combinación de expectativas, críticas y manifestaciones provocó que un cineasta heterosexual hiciera Philadelphia, e hizo que unos productores heterosexuales se avinieran a promover algunas de las demandas y objetivos fundamentales del programa gay. No fue por la orientación sexual, sino por la presión social.

No es por motivos comerciales

Esto nos lleva a la segunda cuestión que quiero examinar. ¿Se puede explicar la actual plétora de mensajes gays en los medios como una simple respuesta a la demanda del mercado? Una buena manera de comenzar la reflexión es considerar el caso de Philadelphia, pues, para muchos, se trataba de un proyecto muy difícil de vender, pero resultó ser un notable éxito de taquilla. Creo que, en parte, el éxito se debió a que muchos americanos pensaron que ir a ver Philadelphia era algo así como una buena acción. Como si yendo a ver la película y pagando la entrada, uno estuviera haciendo algo para afrontar la crisis del SIDA, que todos consideramos como un lamentable y doloroso problema de Estados Unidos.

Pero Philadelphia no es la única película reciente de tema gay que ha obtenido gran éxito de taquilla. Al menos, el éxito de Philadelphia se puede explicar porque es un film bastante bueno. Sin embargo, hay una película totalmente penosa titulada A Wong Foo, ¡gracias por todo!, Julie Newmar (To Wong Foo, Thanks for Everything, Julie Newmar), que es de verdad una de las peores películas que he visto en los últimos años, y he visto muchas. Para mayor sorpresa, el film titulado Una jaula de grillos (The Birdcage), protagonizado por Robin Williams y basado en el viejo musical francés La cage aux folles, llegó a convertirse en un gran éxito de taquilla.

Fracasos de taquilla

Las películas que he mencionado pueden abonar la tesis de que "lo gay es rentable". Pero están otras como ¡Con plumas y a lo loco! (Love, Valor, Compassion), que trata de ocho gays que un verano pasan juntos tres fines de semana en un bosque, junto a un lago. Comparan sus dolencias y, sobre todo, hablan en tono mordaz pero bastante deprimente de sus problemas y dificultades, y de su medicación contra el SIDA. No tuvo apenas ingresos de taquilla.

Lo mismo se puede decir de Priest, película sobre un sacerdote católico británico, derechista, que lleva una doble vida. Pude hablar con propietarios de cines, que tenían que exhibir la película porque así lo exigían sus contratos con la distribuidora, y puedo asegurar que en varios lugares del país hubo sesiones sin otro espectador que el proyeccionista, y eso porque él estaba contratado, y tenía que pasar la película aunque no hubiese un alma en la sala. Ese film no fue un gran éxito de taquilla.

Quien diga que tales producciones responden a la realidad social o a un fenómeno de taquilla, simplemente no se entera. Porque, francamente, si uno quiere ante todo ganar dinero, hay maneras mejores que tratar temas gays. Para los anunciantes, es un asunto delicado. La serie Ellen, en que la protagonista revela que es homosexual, perdió cientos de miles de dólares en publicidad de la Chrysler, J.C. Penney, Wrigley y de otras empresas patrocinadoras, que prefirieron no mezclarse con el programa. La propia cadena emisora [ABC] reconoció que con Thirty-something (tal vez recuerden que tenía una breve escena de cama con dos gays) había perdido más de un millón de dólares en publicidad sólo en esa noche. Sería muy equivocado decir que la abundancia de personajes y temas gays en los medios norteamericanos responde a la demanda del público.

Insensibilizar al público

Llegamos así a la última pregunta. Si no se debe a la orientación homosexual de la gente de Hollywood, ni al simple deseo de ganar dinero, ¿por qué este repentino y tremendo auge de temas y personajes gays, casi siempre, por cierto, presentados de modo muy positivo? ¿Existen, de hecho, algunos mensajes y valores sistemáticamente transmitidos por los medios de comunicación en este país, y que están influyendo en el público en general?

A propósito de esto, me parece muy significativo un artículo que apareció en una revista gay llamada Christopher Street en diciembre de 1984. Refleja con gran exactitud lo que ha ocurrido en los medios norteamericanos. El artículo se titula "Waging Peace: A Gay Battle Plan to Persuade Straight America". Los autores son dos dirigentes del movimiento gay, Marshall K. Kirk y Erastes Pill.

En una parte del artículo, los autores dan seis principios para persuadir a los heterosexuales. Podemos reducirlos a tres objetivos básicos. Primero, insensibilizar y normalizar. Segundo, insistir en que los gays son víctimas. Y tercero, satanizar a los defensores de la familia. He aquí, en concreto, lo que proponen:

«Creemos que lo primero es insensibilizar al público con respecto a los gays y sus derechos. Insensibilizar al público es ayudarle a ver la homosexualidad con indiferencia, y no ya con apasionamiento. Casi cualquier comportamiento empieza a parecer normal si se satura al público. El modo de entumecer la sensibilidad espontánea hacia la homosexualidad es que haya mucha gente que hable mucho sobre el tema en términos neutrales o favorables. Que se hable del tema continuamente da la impresión de que la opinión pública, al menos, está dividida, y de que un sector considerable admite o aun practica la homosexualidad. Incluso los enconados debates entre detractores y defensores sirven para insensibilizar, siempre que salgan a la palestra gays "respetables" que hablen a favor. Lo principal es hablar de lo gay hasta que el tema llegue a resultar tremendamente aburrido».

Presentar a los "gays" como víctimas

«Hay que presentar a los gays como víctimas y no como revolucionarios agresivos. En toda campaña para ganarse al público, los gays deben aparecer como víctimas necesitadas de amparo, para que los heterosexuales se sientan espontáneamente inclinados a adoptar el papel de protectores. Si, por el contrario, se presenta a los gays como un grupo fuerte y orgulloso que promueve un estilo de vida rígidamente inconformista y desviado, entonces será más fácil que sean vistos como una amenaza pública, a la que estaría justificado resistir y reprimir. Por eso debemos vencer la tentación de hacer alarde público de nuestro "orgullo gay" cuando esto entre en conflicto con la imagen del gay como víctima».

Satanizar al oponente

«En una fase posterior de la campaña por los derechos de los gays, habrá que arremeter contra los que todavía se opongan. Hablando claro: hay que vilipendiarlos. Aquí nuestro objetivo es doble. Primero, hemos de procurar cambiar su arrogancia en sentimiento de vergüenza y de culpa por ser homófobos. Segundo, hay que mostrar al público imágenes de homófobos acérrimos que tengan otros rasgos y creencias desagradables para el americano medio. Entre tales imágenes podrían estar: el Klu Klux Klan pidiendo que se queme vivos a los gays o se los castre; pastores fanáticos del sur que babean de odio histérico hasta el punto de que parezcan cómicos y trastornados; punkies, matones y criminales que hablen en tono amenazador y descarado de los "maricas" que han matado o les gustaría matar; un recorrido por los campos nazis donde se torturaba y gaseaba a homosexuales».

Michael Medved, estadounidense, judío, es crítico de cine y televisión, autor del libro “Hollywood versus America” y, junto con su esposa, Diane, del más reciente “Saving Childhood”.

www.fluvium.org

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