El asombro de Zacarías

No era para menos el asombro de Zacarías, hablar con un ángel no es cuestión ordinaria, ni siquiera para el que tiene un trato asiduo con Dios. Su historia es contada por Lucas como envolviendo en un estuche el tesoro de la Anunciación del Angel a María. Zacarías es un cometa fugaz que anuncia en la noche la estrella de la mañana -María- y la salida del sol -Jesús-. Se nos cuenta su vocación y desaparece de escena hasta el nacimiento de Juan Bautista, entonces vuelve a intervenir y ya nada más sabemos de él. No es necesario para nosotros saber más, aunque lo sucedido aquellos meses fue decisivo para toda su vida, y para su eternidad.

Zacarías era un hombre bueno, con fe, pero no mucha, pues dudó ante el anuncio del ángel Gabriel. La grandeza de los planes divinos de Salvación le supera y reacciona con incredulidad. Por su poca fe es levemente castigado con la mudez -el que no obedece enmudece- y, en su sorprendente silencio, descubre su papel en los planes de Dios para salvar de sus pecados a Israel y a todo el mundo.

Conviene conocer la mentalidad de Zacarías antes de la aparición del ángel para comprender algo su reacción. Los evangelios nos dicen que era sacerdote del turno de Abías; su mujer Isabel era descendiente de Aarón el hermano de Moisés y primer sacerdote de Israel elegido en el desierto caminando hacia la tierra prometida. Es lógico que la mentalidad sacerdotal influyese de una manera determinante en toda su vida. Los sacerdotes se consideraban a sí mismos como la aristocracia de una sociedad teocrática. Eran sacerdotes por familia y celebraban el sacrificio del Templo por turno entre las 24 clases sacerdotales, entre ellos se elegía al Sumo Sacerdote. Zacarías cumplía su turno cuando el angel Gabriel le anunció los planes de Dios para él y para la Salvación. Actuaba en el altar de los perfumes. Allí se le apareció el ángel.

Era justo, dice el evangelio. Esta expresión equivale a señalar como era cumplidor fiel de la ley de Dios en lo externo y en lo interno. La mejor traducción actual es decir que era santo, porque decir honrado reduce el sentido de justo a lo económico. Cumplía la Ley de corazón. Pero un dolor estaba metido en su vida como una espina, aunque lo aceptase: no tenía hijos, porque su mujer era estéril. Los hijos son siempre una bendición de Dios, y para los israelitas era muy claro este sentido de bendición. Si siempre cuesta a un matrimonio aceptar la infecundidad, para los israelitas de aquel momento era especialmente duro.

Zacarías estaba muy unido a su mujer. Los dos eran de edad avanzada. Los dos tenían fe. Ardiente y dolorida la de Isabel. Profunda, pero mas tibia, la de Zacarías. Ya estaba superado el disgusto de la esterilidad y se habrían adaptado a la realidad de la vida. Pero Dios quería irrumpir en aquellas vidas apacibles, aunque no fáciles, con algo insospechado.

Hasta que un día -seis meses antes de la Anunciación a María-Dios se manifestó a Zacarías cuando ofrecía incienso en el Templo. Le correspondía el turno en el “Sancta Sanctorum”, es decir, en el lugar más sagrado, el reservado para dar culto a Dios con exclusividad sobre cualquier otro uso. Zacarías estaba sólo, había atravesado el velo que separaba el santo de los santos, todo ayudaba a estar en la presencia del Dios vivo: realizaba el sacrificio de adoración, alabanza y petición a Dios, el lugar era sagrado y también lo eran los actos que realizaba. Zacarías estaba realizando una acción sobrenatural en un ambiente espiritual. Todo era propicio para hablar con Dios, y escuchar la voz de Dios para cumplir la divina voluntad. Pero ¿quién iba a esperar que Dios hablase de aquel modo?.

Para Zacarías aquel era “su” gran día. Pero no se imaginaba hasta que punto.

Los hechos sucedieron así: Se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Y Zacarías se turbó al verlo y le invadió el temor. Pero el ángel le dijo: No temas, Zacarías porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Será para tí gozo y alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor, será lleno de Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre, y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios; e irá delante de El con el espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto[1]. Lo sobrenatural entra de lleno en la vida de Zacarías. El está habituado a las cosas de Dios, pero ¿sabrá reaccionar ante una manifestación extraordinaria de lo sobrenatural? La respuesta es: no y sí.

Esta anunciación tiene algún parecido con la de María y muchas diferencias. Fijémonos en algunas. El ángel da por hecho lo que va a suceder sin pedirle permiso, aunque solicita su colaboración. El papel de Zacarías es pequeño, menor que el de Isabel, pero se le anuncia a él primero, antes que a su mujer. Su primera reacción es sorpresa, luego temo; lo que indica que es consciente de que se trata de algo sobrenatural, no algo subjetivo fruto de una alucinación o de su imaginación. Sin embargo esa consciencia clara de estar en presencia de un emisario divino no basta para que crea todo lo que se le dice. San Jerónimo comenta tu oración ha sido escuchada. Es decir se te otorga más de lo que pediste. Habías pedido por la salvación del Pueblo y se te ha dado el Precusor [2].

El ángel le recuerda tanto a su oración personal como la oficial realizada en el Templo pidiendo la salvación para todo el pueblo. Pedía sí, pero quizá con poca confianza de que sea escuchada su oración, es posible que se hubiese introducido en su oración algo de rutina.

La visión humana es como ventana cerrada que impide la nitida entrada de la luz divina. Las ventanas de su alma estaban sólo entreabiertas a lo sobrenatural.

Por eso Zacarías dudó y no creyó, al menos al principio, pues respondió al ángel: ¿Cómo podré yo estar cierto de esto? pues yo soy viejo y mi mujer de edad avanzada?[3].

Dios le pide fe. Y la fe de Zacarías no fue suficiente.

La fe es luz, pero también contiene una oscuridad, pues es necesario fiarse de la palabra de Dios tal como llega y cabe dudar: ahí está el mérito de la fe.

Zacarías quería una certeza humana, pero se le pedía una certeza divina, y esta certeza es superior, pero oscura al principio. Lo que se le pedía iba contra el sentido ordinario de las cosas, pues era un milagro, ni más ni menos. Por eso el ángel le da una señal que es como un pequeño castigo: Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena nueva. Desde ahora, pues, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta que sucedan estas cosas, porque no has creído en mis palabras que se cumplirán a su tiempo[4].

La incredulidad de Zacarías no consiste en dudar de que el anuncio viene de parte de Dios, sino en considerar sólo la incapacidad suya y la de su mujer, olvidándose de la omnipotencia divina. El mismo arcángel explicará a la Virgen, refiriéndose a la concepción del Bautista, que para Dios no hay nada imposible, pero se le olvida a Zacarías.

Dios pide la colaboración humana, aunque la acción sólo pueda realizarse por su poder. En toda vocación y misión divina se debe considerar las propias fuerzas pero consciente que sólo conseguirá la meta por el poder de Dios.

Cuando Dios pide algo a alguién le da primero las gracias necesarias para llevarlo a cabo; así, y sólo así, podrá realizar adecuadamente la vocación divina a la que cada cual sea llamado. Esto es más importante aún cuando se trata de un hecho tan transcendental como es la Encarnación.

Dios quiso que Zacarías permaneciese mudo nueve meses por su poca fe.

El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que se demorase en el Templo. Cuando salió no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Templo. El intentaba explicarse por señas, y permaneció mudo[5].

Es lógico que la primera reacción de Zacaría tras el anuncio del ángel fuese de estupor, no saldría de su asombro. Quizá realizó el resto de la ceremonia, quizá salió enseguida, lo cierto es que tardó más de lo habitual en salir. Intentaría explicarse por señas, pero ¿cómo explicar una visión de ángeles con gestos? La gente comprendió que algo sobrenatural había ocurrido. Y Zacarías permaneció mudo.

Sorprende que no pusiese por escrito lo que le había ocurrido. Quizá al serenarse un poco se fue haciendo la luz en su interior. El anciano sacerdote se daría cuenta de su inclusión en los planes salvadores tan deseados. Lucas dice que Isabel se ocultó durante cinco meses después de este hecho, tiempo suficente hasta que su estado de gravidez fuese patente al todo el mundo. Lo más probable es que Zacarías se lo comunicase a ella de algún modo, y ella le pidiese una discreción total en aquel tiempo.

Los cinco meses serían un tiempo de oración y reflexión. Repasaría las profecías sobre el Precusor, meditaría más sobre el Mesías que había de venir, y, sobre todo, pediría perdón por su poca fe ante el anuncio del ángel.

La mudez de Zacarías nos invita a considerar la necesidad de tener fe ante las llamadas de Dios; los hombres queremos que todo vaya según nuestras experiencias y deseos. Nosotros, pobres hombres, podemos disculpar a Zacarías, porque tantas veces somos ciegos ante las grandezas de Dios y no sabemos descubrir sus ardientes llamadas. Para él y para nosotros resulta difícil salir del marco de lo acostumbrado y de lo rutinario para entrar en lo sobrenatural.

Su oración dio frutos al nacer el Bautista. Zacarías había elevado el nivel de su fe.

Los vecinos harían sus comentarios entre alegres y sorprendidos por el hecho del estado de Isabel. A los seis meses Zacarías pudo observar con asombro la llegada de María, aquella joven familiar de Nazaret, que llega tan oportuna sin ser llamada. Vió la alegría desbordante de su mujer Isabel, quizá escuchó la conversación entre las dos mujeres, aunque esto no parece tan probable. Y la gracia de Dios se adentraba en aquel hombre enmudecido por el castigo del ángel y por el asombro. La fe iría creciendo en la medida en que comprendía más las grandezas de Dios.

Y llegó el día del nacimiento del hijo de Zacarías e Isabel. Así lo cuenta Lucas: Entre tanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había mostrado, y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo: de ninguna manera, sino que ha de llamarse Juan. Y le dijeron: no hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre como quería que se le llamase. Y él, pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo que llenó a todos de admiración[6].

La escena es admirable en su sencillez y grandeza. ¿Había escrito Zacarías a Isabel el mandato del ángel, o fue un signo más para Zacarías la extraña insistencia de Isabel? No lo sabemos. De hecho la palabra Juan significa "Dios es favorable". Este nombre es como una canto de agradecimiento a Dios por parte de Isabel.

Pero la actitud de Zacarías nos brinda un nuevo punto de meditación. Cumple el mandato del ángel, a pesar de que ante la familia da la impresión de que claudica ante un deseo caprichoso de su mujer. Las palabras del ángel se habrían grabado en su memoria y las había meditado cientos de veces. La meditación no es sólo reflexión, sino la consideración para poder cumplir la voluntad de Dios. No es posible cumplir la voluntad de Dios si no hay un mínimo de meditación en el interior. Esa meditación abriría su mente a lo sobrenatural, se daría cuenta de que no basta tener una vida religiosa para cumplir la voluntad de Dios, ni tampoco basta ser justo, es necesario ser humilde. La humildad no es sólo la superación de la soberbia sino apertura a lo divino, superación de los criterios demasiado formados, que suelen ser estrechos ante las grandezas de Dios. Esto es lo que sucede siempre que se plantea una vocación sobrenatural. Medítelo el que lo lea.

La fe desató lo que había atado la incredulidad. En aquel momento se soltó su lengua, hablaba bendiciendo a Dios, y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban esos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían los grababan en su corazón diciendo: ¿Quién pensáis ha de ser este niño? Por que la mano del Señor estaba con él[7]. Contrasta esta admiración con la dificultades que ponía anteriormente a los planes de Dios.

Las palabras de Zacarías llenas de gozo y agradecimiento son un canto de fe: Y Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:

Bendito sea el Señor,el Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

y ha suscitado para nosotros el poder salvador

en a casa de David su siervo,

según lo había anunciado en los siglos pasados

por boca de sus santos profetas;

para salvarnos de nuestros enemigos

y de las manos de cuantos nos odian:

ejerciendo su misericordia con nuestros padres,

y acordándose de su santa alianza,

conforme al juramento que hizo a Abrahan, nuestro padre,

de concedernos

que, libres de las manos de nuestros enemigos,

le sirvamos sin temor,

con santidad y justicia en su presencia

todos los días de nuestra vida.

Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo:

porque irás delante del Señor para preparar sus caminos,

enseñando al pueblo la ciencia de la salvación

para el perdón de sus pecados,

por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,

por las que el Sol naciente ha venido

a visitarnos desde lo alto,

para iluminar a los que yacen en

tiniebla y en sombra de muerte,

y guiar nuestros pasos por el camino de la paz[8].

Conmueve la emoción expansiva de Zacarías al decir estas palabras. La Iglesia ha querido conservar estas palabras en el rezo de la liturgia de las horas con el nombre de “Benedictus”. La mudez había cerrado la salida de las palabras, pero en su interior se iban condensando palabras interiores. La meditación y la luz de Dios iban haciendo que el depósito fuese cada vez más pleno, hasta que fueron abiertas las compuertas y brotó en abundancia su palabra, que era ya palabra de Dios.

La primera parte de este himno es una gran acción de gracias en que se entremezclan las palabras de la Sagrada Escritura con el pensamiento de Isaías. De hecho se puede entrever en ellas las palabras de los salmos 41, 72, 105, 106, 110,18, 132; así como 1 Sam 2,10 y Gen 17,7. Es lógico que fuese así. Da gracias por el feliz cumplimiento de la promesas hechas a los Patriarcas y a los Profetas. Agradece la salvación de sus enemigos, el cumplimiento de la alianza de Abrahán. Y se goza de que puedan adorar a Dios y servirle con santidad y justicia verdaderas.

Después se dirige a su hijo. La escena debió ser emocionante. Quizá lo tomó en alto delante de todos los presentes. Y repite con otras palabras lo que el ángel le había predicho que haría aquel niño.

Ya no hay dudas en Zacarías, su fe ya es de otro nivel. Nadie puede decir lo que hará un niño cuando nace. Pero Zacarías es muy consciente de que este niño tiene una vocación muy especial de Dios. La vocación del niño es muy distinta de la de Zacarías y de Isabel, pero Dios no pide lo mismo a todas las personas. Zacarías sabe ya el sentido de su esterilidad, de su sacerdocio ritual, de su honradez. Todo estaba dirigido a ser el padre del Precusor del Mesías. Y se extasía ante las maravillas que se obrará Dios a través de la manos de su hijo: enseñar la ciencia de la salvación, el perdón de los pecados, la misericordia de Dios, iluminar a los que caminan a ciegas, guiar hacia la paz, y , sobre todo, preparar los caminos del Señor. Alegra ver como entre los primeros discípulos de Jesús muchos han sido formados por el hijo de Zacarías. Dios utiliza para sus planes incluso la poca fe de los hombres. ¿Cómo sería el mundo y la historia si los hombres tuviesen mucha fe?.


[1] Lc 1,11-17

[2] San Jerónimo.Exposición sobre el evangelio de San Lucas. (cit en Santa Biblia Universidad de Navarra. Comentario in loc).

[3] Lc 1,18

[4] Lc 1,19-21

[5] Lc 1,21-22

[6] Lc 1,23-27

[7] Lc 1,60-66

[8] Lc 1,67-80

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18 comentarios

  1. Los propositos de Dios son incalcurables, cuando se trata de ser cumplida la voluntad de Dios en seres humildes como Zacarias! Cuantos datos sobrenaturales se observan en esta historia
    del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista. Aleluya!!!

  2. la fe es como un vacio sin fondo,oscuro pero en el fondo esta DIOS ,entonces solo debo lansarme.pero en ocaciones me da miedo…jose angel …..catecumeno.

  3. Hermosa la historia de Zacarias
    ME encantó el mensaje que Dios no pide lo mismo a todas las personas
    Ojalá tendremos claro qué es lo que Dios nos pide
    Saludos

  4. cuando caminamos buscando siempre la direccion de Dios y cumpliendo sus mandatos y estatutos podremos vivir plenamente seguros y confiados de que nos guardara y nos protejera de toda acechanza que el diablo trama contra nuestra vida y la de nuestros seres queridos. por que ninguna arma forjada contra mi prosperara y el guarda y equipa a todos los que buscan su guianza Dios los bendiga y recordemos que con Dios nuestro padre estaremos seguros has la venida de nuestro sr. JESUCRISTO nubia

  5. Aquí se aplica la maravillosa frase que dice, sin fe es imposible agradar a Dios. Cuando Dios te llama obedece y deja el temor, ese llamado sobrenatural es incomparable.

  6. que reflexion tan bella, ahora comienza en mi caminar misionero a meditar la fe a medias que ha pasado en mi vida, Dios te bendiga,.Señor aumenta mi fe-

  7. wow q experiencia maravillosa Zacarias dudo pero sufrio las concecuencias, pero en fin obtuvo la victoria QUE PODEROSO ES DIOSSSSSS……..

  8. Asombroso como duda por un momento zacarias pero lo grandioso es k llego a ser padre de familia .UN SACERDOTE.GUUAAUU

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