Democracia: Argumentos de fondo

Salto cualitativo de la democraciaLas cosas que más nos cuesta conseguir son las que después nos cuesta más dejar o simplemente revisar. Se vuelven intocables, casi sagradas.

Así, hoy, en nuestro país, cuando hablamos de democracia, nos encontramos ante una de estas palabras que llegan a ser míticas e innegociables. Es tan joven su reimplantación y ha sido tan costosa, que a menudo ni la misma actuación de diversos cuerpos sociales y políticos plantea la búsqueda de nuevas soluciones.

Si nuestra democracia es tan joven, ¿cómo podemos pensar ya en un salto cualitativo de la misma?

No deja de ser, sin embargo, una incongruencia que las democracias que nos reconocen el derecho a pensar como uno crea más conveniente, a hablar de nuestras convicciones y a propagarlas por todos los medios de comunicación, a asociarnos como queramos e, incluso, a tratar de conseguir democráticamente el poder, no nos permiten vivir de acuerdo con las convicciones que pensamos, propagamos y por las cuales nos asociamos.

No es verdadera libertad la que no nos deja vivir como queremos. La que nos obliga a seguir el ritmo de otros. La que nos obliga a vivir según unos modelos económicos y sociales que nos imponen unas mayorías dominantes.

Es necesario, pues, que cada ciudadano, además de pensar y expresarse, pueda vivir su única vida en este mundo con total libertad, coherentemente con su manera de pensar. Sólo se le habría de exigir que respete la libertad de los demás.

Todo el mundo tiene derecho a pensar y a opinar como cree en conciencia, pero también tiene derecho a vivir de acuerdo con su pensar. Que esto plantea graves problemas, es evidente. Que esto comporta un planteamiento global de nuestra vertebración social, también es evidente. Que sea difícil conseguirlo, no supone que no sea un derecho real del ciudadano por el que vale la pena trabajar.

Necesitamos unos nuevos principios antropológicos, filosóficos, económicos, políticos…, de los cuales fluyan la potestad de unas personas y grupos sobre otros. Que se manifieste la primacía de las personas por encima de las ideologías. Que se consiga el salario mínimo por el solo hecho de existir. Que se busque la reconciliación y no los resentimientos históricos que conducen a la opresión y al odio.

Hemos de desmitificar las diversas ideologías políticas, las cuales se creen cada una que poseen la mejor verdad en el orden económico-social y que es necesario imponerlas a los demás por su propio bien. Y pensamos que todo es cuestión de tiempo: tarde o temprano los otros grupos se darán cuenta que tienen la razón.

Si no superamos todo esto nos quedamos a medio camino.

Nuestra democracia tiene que hacer este salto cualitativo hacia la libertad. Será el camino por el que podamos dejar de definir la democracia como "el menos malo de nuestros órdenes sociales", y para que lo podamos entrever desde su vertiente más positiva de libertad y armonía, como un óptimo sistema, al fin y al cabo, de gozosa convivencia.

http://www.universitasalbertiana.org

Nuestra democracia tiene que hacer el salto cualitativo hacia la libertad.

Por Jordi Coussó Porredón, catalán, economista, rector de la Universitas Albertiana.

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