Aborto: Entrevistas

Entrevista con Theresa Burke

La fundadora de las Rachel’s Vineyard Ministries, Pennsylvania, un ministerio de retiros de fin de semana curativos tras un aborto, nos habla de la relación entre la mujer y su hijo no nacido y el nexo existente entre aborto y depresión

-¿Cuál es la naturaleza de la relación psicológica entre una mujer y su hijo no nacido según se desarrolla su embarazo?

Burke: El embarazo no es una enfermedad. Es un acontecimiento natural que ha tenido lugar durante miles de años, en cada generación.

Los cuerpos de las mujeres están programados de modo instintivo para nutrir y sostener la vida. La relación psicológica entre la madre y su hijo no nacido es puesta en funcionamiento por cambios físicos y hormonales, pero también por un sistema de apoyo a la mujer y por una cultura.

Para la mayoría de las mujeres, el primer trimestre es una época de anticipación y entusiasmo por el embarazo, o de cólera y miedo si se trata de un embarazo no planeado.

Son comunes las sensaciones ambivalentes: la madre se maravilla del hecho misterioso de que su cuerpo sea capaz de producir vida; con todo, también puede sentirse abrumada por la responsabilidad de cuidar a otro ser humano.

Conforme el embarazo avanza, la madre puede tener tanto sensaciones positivas como negativas sobre los cambios en la forma de su cuerpo. El tercer trimestre puede incluir ansiedad sobre el nacimiento; preocupaciones por la salud de su bebé; preocupaciones sobre cómo se adaptará su pareja al nuevo miembro de la familia, así como preocupaciones económicas.

Al mismo tiempo, la mujer siente excitación y anticipación por el nacimiento próximo de su bebé y por el comienzo de una fase completamente nueva en su vida.

En el momento del nacimiento, cuando se coloca al niño en los brazo de su madre, el misterio, la maravilla, todo, culmina en un poderoso proceso de vinculación porque la madre da la bienvenida al mundo a una vida nueva y preciosa.

Podríamos decir que las mujeres también necesitan cada uno de los nueve meses de embarazo para emprender el proceso emocional y psicológico que acompaña a la maternidad. Juntos, madre e hijo pasan a través de una transformación de desarrollo dramática y rápida.

-¿Qué papel desempeñan otros factores, especialmente las presiones de las familias y de los novios, más los problemas económicos, en la decisión de abortar de una mujer?

-Burke: Cuando consideramos la retórica de la opción, podemos preguntarnos de modo más honesto: ¿de qué elección se trata?

Una investigación reciente indica que en el 95% de los casos la pareja masculina desempeña un papel fundamental en la decisión de abortar.

Otros estudios, como el informe de julio de 2005 de la Post Abortion Review del Elliot Institute, revelan que más del 80% de las mujeres daría a luz si tuvieran apoyo.

Un antiguo guardia de seguridad en una clínica abortiva testificó en Massachussets que las mujeres normalmente eran amenazadas o sufrían abusos de los hombres que las llevaban a las clínicas.

Demasiado a menudo, el aborto es la elección de otra persona y escuchamos que la mayoría de las mujeres dicen que no les quedaba otra opción sino abortar.

De hecho, el asesinato es la principal causa de muerte entre las mujeres embarazadas. Los hombres condenados por el asesinato de sus compañeras embarazadas citaban el no querer pagar el sostenimiento del niño como motivo primario.

Estas terribles estadísticas nacionales indican claramente que hay un alto nivel de coacción que conduce a las mujeres a abortos no queridos.

Sin un apoyo sólido del padre de su bebé o de su propia familia, muchas madres temen no tener recursos que proporcionar a su hijo. Dados los índices de pobreza en los progenitores solteros y los desafíos a los que se enfrenta, éste es un verdadero problema.

En demasiados casos, detrás de cada mujer que ha tenido un aborto se puede encontrar la presencia de personas que está muy implicadas en su «elección» y a menudo manipulan de forma persuasiva.

Estos pueden ser los padres de una joven que la amenazan con retirarle su amor o incluso con echarla de casa si no aborta; el profesional de salud mental o sanitario que utiliza el poder de su posición para hacer que el aborto parezca la decisión racional, madura y la única que tiene sentido dadas sus circunstancias.

Esto es especialmente problemático cuando hay indicios de algún problema de salud en el niño no nacido. En estos casos la presión para abortar suele ser realmente dura.

Para las mujeres que hacen frente a graves deformidades fetales, el 95% de aquellas a las que se les da acogida prenatal elegirán esta forma de apoyo como el hecho más humano y emocionalmente más deseable. Esto evita la pena añadida que traen consigo los abortos en una etapa avanzada, que resulta una experiencia horrorosa tanto para la madre como para el bebé.

-¿Qué ocurre con la relación psicológica cuando una mujer aborta? ¿Y hay diferencias con los efectos de un aborto espontáneo?

-Burke: Cuando una madre es desconectada de su hijo de modo precipitado y violento, hay un trauma natural. Ella experimenta una muerte no natural.

En muchos casos, ella viola su ética moral y sus instintos naturales. Se da un golpe terrible a su imagen de «madre» que nutre, protege y sostiene la vida.

He aconsejado a millares de mujeres cuyas vidas se habían roto con el trauma del aborto, que experimentaron como un procedimiento cruel y degradante. Hay pena, tristeza, angustia, culpabilidad, vergüenza y cólera.

Han aprendido a callarse a sí mismas con el alcohol y las drogas, o a dominar su trauma a través de repetírselo. Algunas renuevan el dolor de su aborto a través de la promiscuidad y de volver a abortar, atrapadas en ciclos traumáticos de abandono y rechazo.

Otras rellenan sus sentimientos a través de desórdenes alimentarios, ataques de pánico, depresión mental, ansiedad e ideas de suicidio. Algunas han sufrido daños físicos y reproductivos permanentes que las hacen incapaces de tener hijos en el futuro.

El aborto es una experiencia de muerte. Es el fallecimiento del potencial humano, de la relación, de la responsabilidad, del apego maternal, de la conectividad y de la inocencia. Tal pérdida raramente se experimenta sin conflicto y ambivalencia.

Seríamos cortos de mente si pensáramos que puede realizarse sin complicaciones. En mi libro «Forbiden Grief: The Unspoken Pain of Abortion» (Olvidar la Pena: El Dolor no Expresado del Aborto), con David C. Reardon, invitamos al lector al corazón íntimo de las experiencia humana, al lugar donde el debate del aborto rara vez penetra.

Cuando se ponen delante las polémicas, las marchas, las políticas de libertad y derechos, hay aspectos emocionales del aborto que desafían las palabras.

La agonía psicológica y espiritual del aborto es silenciada por la sociedad, ignorada por los medios, rechazada por los profesionales de la salud mental, y despreciada por el movimiento de mujeres.

El trauma post-aborto es una enfermedad grave y devastadora, que no tiene ningún portavoz famoso, ni una película para la televisión, ni ningún show televisivo que sirva de plataforma para hablarlo.

El aborto toca tres temas centrales del propio concepto de mujer: su sexualidad, moralidad e identidad maternal. También implica la pérdida de un hijo, o al menos la pérdida de una oportunidad de tener un hijo. En cualquier caso, esta pérdida debe enfrentarse, procesarse, llorarse.

En un aborto natural, la madre también sufre la pérdida de un hijo. La diferencia está en el nivel de culpabilidad y vergüenza que experimentan las mujeres después de haber abortado por una decisión deliberada y consciente de acabar con la vida; contra un aborto natural, que ocurre debido a causas naturales.

Con el aborto, su pérdida es un secreto. No hay apoyo ni consuelo social de los amigos o de la familia.

Es importante observa que hay también un alto incremento de los abortos naturales tras un aborto provocado. Cuando una mujer pierde a un hijo querido por la experiencia de un aborto, las mujeres frecuentemente hablando de una culpa y depresión complejas, porque creen que su aborto natural es un «castigo de Dios».

-¿Cuáles son los riesgos de depresión que surgen de la culpabilidad por un aborto?

-Burke: Puesto que el aborto es legal, se presume que debería ser seguro. De hecho, suele identificarse como un «derecho» de la mujer.

Se supone que este derecho, o privilegio, libera a las mujeres de la carga de los embarazos no queridos. Se supone que les proporciona alivio, no pena ni depresión.

Uno de los grandes problemas es que cuando las mujeres se ven asaltadas por sus propias reacciones naturales ante la pérdida, no entienden qué es lo que va mal.

Muchas mujeres van a tratamiento para la depresión, la ansiedad, o las adicciones, pero simplemente no comprenden las raíces de su enfermedad. En muchos casos son narcotizadas y se les da un diagnóstico pero nunca se les pone en el camino de la curación y la recuperación.

El recuerdo y los sentimientos sin resolver sobre el aborto se convierten en fuentes de presión que pueden surgir años después en formas inesperadas. Las emociones sin resolver demandarán atención tarde o temprano, con frecuencia a través del desarrollo de perturbaciones emocionales o de comportamiento.

El profesor David Fergusson, un investigador en la Escuela de Medicina Christchurch de Nueva Zelanda, quiso probar que el aborto no tenía consecuencias psicológicas.

Se sorprendió al descubrir que las mujeres que habían tenido abortos tenían una probabilidad 1,5 veces mayor de sufrir alguna enfermedad mental, y dos o tres veces mayor de abusar del alcohol y/o las drogas.

Fergusson siguió a 500 mujeres desde su nacimiento hasta la edad de 25 años. «Las que habían tenido un aborto tenían como consecuencia elevados índices de problemas de salud mental, incluyendo la depresión (46% de aumento), la ansiedad, los comportamientos suicidas y abuso de sustancias», dice el informe publicado en la «Journal of Child Psychiatry and Psychology».

El aborto es responsable de hecho de toda una serie de problemas profundos:

-Un 160% de aumento en los índices de suicidio en Estados Unidos, según los «Archives of Women’s Mental Health», en el 2001;

– Un aumento del 225% en los índices de suicidio en Gran Bretaña, según el «British Medical Journal», en 1997;

– Un aumento del 546% en los índices de suicidio en Finlandia, según los «Acta Obstetrica et Ginecologia Scandinavia», en 1997.

En total, el aumento en la media del riesgo de suicidio en estos tres estudios es de un 310%.

El alto índice de suicidios a consecuencia del aborto refuta claramente el mito de que poner término a un embarazo es más seguro que dar a luz.

El estudio que se basa en los mejores resultados ligados a índices de admisión psiquiátrica tras haber abortado revela que en los cuatro posteriores al embarazo, las mujeres que han abortado tienen de dos a cuatro veces más hospitalizaciones psiquiátricas que las mujeres que dieron a luz.

Otro estudio revela que incluso cuatro años después el índice de admisiones psiquiátricas permanecía un 67% más alto que el de las mujeres que no habían abortado.

A las mujeres que abortan se les suele diagnosticar reacciones a los cambios, psicosis depresiva y desórdenes neuróticos y bipolares, según los «Archives of Women’s Mental Health», del 2001.

El riesgo de depresión posparto y psicosis durante los nacimientos deseados también se suele ligar a un aborto previo.

Hasta 8 años de promedio tras los abortos, las mujeres casadas sufren un riesgo un 138% mayor de depresión clínica en comparación con las mujeres solteras que llevaron hasta el final su primer embarazo no querido. Esto según el «British Medical Journal» del 19 de enero de 2002.

En la categoría de abuso de drogas y alcohol, vemos a muchas mujeres que tras el aborto intentan hacer frente a su conflicto y dolor internos a través de un riesgo de abuso de sustancias 4,5 veces mayor.

Y esto se basa sólo en informaciones sobre abuso de sustancias. Hay que pensar en todas aquellas personas que piensan que beber ocho vasos de vino cada noche es sólo una forma de «relajarse». Se informó de este aspecto en la «American Journal of Drug and Alcohol Abuse», en el año 2000.

Los resultados del primer estudio internacional a largo plazo dirigido por el doctor Vincent Rue revelan evidencias aplastantes de desorden de estrés postraumático.

Las estadísticas recogidas en Norteamérica revelan lo siguiente:

– El 55% de las mujeres que habían abortado informaron de pesadillas y preocupación con el aborto;

– El 73% describen situaciones de volver a revivirlo;

– El 58% de las mujeres informan de pensamientos suicidas que relacionan directamente con sus abortos.

– El 68% revela que se sienten mal consigo mismas;

– El 79% informan de culpabilidad, con incapacidad para perdonarse a sí mismas;

– El 63% tienen miedo respecto a sus futuros embarazos y maternidad;

– El 49% tienen problemas al estar cerca de bebés;

– El 67% se describen a sí mismas como «emocionalmente entumecidas».

Una exhaustiva revisión de muchos otros estudios y la experiencia clínica indica que para muchas mujeres, el inicio de disfunciones sexuales y desórdenes alimentarios, el aumento del tabaquismo, los desórdenes de pánico y ansiedad, junto con relaciones de abuso se vuelven formas de vida comunes como consecuencia de su experiencia con el aborto.

-¿Hay alguna razón científica o política para no esperar que se estudie la relación entre aborto y depresión, que ha hecho que la investigación no se haya realizado?

-Burke: Como sociedad, sabemos debatir sobre el aborto como un tema político pero no sabemos cómo hablar sobre él a un nivel íntimo y personal.

No hay normas sociales a la hora de tratar un aborto. En su lugar, intentamos ignorarlo.

Una de las razones por la que no queremos hablar de la pena de las mujeres y hombres que han tenido un aborto es que nosotros, como sociedad, estamos profundamente preocupados por el tema del aborto. Mientras la gran mayoría cree que el aborto debería estar disponible legalmente, a la mayoría también le preocupa moralmente.

Según una importante encuesta, el 77% del público cree que el aborto es quitar una vida humana, con un 49% que lo igual con el asesinato.

Sólo el 16% afirma creer que el aborto es sólo «un procedimiento quirúrgico para quitar tejido humano».

Incluso un tercio de quienes se dicen estar muy a favor del aborto admitirá creer que el aborto es quitar una vida humana. Esto es lo que afirma James Davison Hunter en su libro de 1994 «Before the Shooting Begins: Searching for Democracy in America’s Cultural War» (Antes de empezar el Tiroteo: buscando la Democracia en la Guerra Cultural de América).

Estos resultados sugieren que la mayoría de los norteamericanos dejan «colgadas» sus propias creencias sobre el aborto por respetar el «derecho de la mujer a elegir».

Como sociedad hemos escogido tolerar las muertes de los niños no nacidos con el propósito de mejorar las vidas de las mujeres.

Este compromiso moral, no obstante, se ve alterado cuando las mujeres se quejan por sus corazones rotos tras el aborto. Hacen que sus oyentes se sientan incómodos y confusos.

La depresión tras un aborto nos fuerza a contemplar no sólo el dolor de un individuo, sino la angustia de nuestra sociedad. Es un tema profundamente complejo y preocupante. La mayoría de nosotros no quiere pensar en ello con demasiada profundidad.

Los defensores del aborto suelen vacilar a la hora de reconocer la realidad del dolor post-aborto porque temen que esto pueda minar de alguna manera la argumentación política que sirve de apoyo al aborto legal.

Ignorando todas las evidencias contrarias, la mayoría de los que aconsejan a las mujeres les dirán que las reacciones psicológicas al aborto son raras e incluso inexistentes. Se evita cualquier cosa que pueda despertar malestar o intranquilidad.

Tales hechos, temen ellos, pueden «persuadirla a no dar su consentimiento para abortar».

En esencia, se hace la elección por ella, para protegerla de cualquier información que pudiera disuadirla de su opinión.

La colusión de ignorancia y negación comete un abuso y una negligencia con las mujeres, facilitando el potencial para un trauma profundo y que dejará cicatriz.

-¿Cree que sería un elemento de disuasión a la hora de que las mujeres considerasen el aborto saber la posibilidad de depresión que va más allá del aborto?

-Burke: Eso espero. Las mujeres tienen el derecho a saber los riesgos a que se enfrentan cuando toman la decisión de abortar.

Cualquier medicamento o procedimiento médico que «elijamos» tomar requiere por ley un consentimiento informado. Esto significa que sabemos lo que implica, qué procedimiento es, y que riesgos tiene a corto y largo plazo. Esta información es crítica.

A la luz de la preocupante estadística sobre riesgos para la salud mental, el mayor riesgo de cáncer de pecho, etc…, resulta obvio que sean necesarias restricciones y regulaciones para la protección de la salud reproductiva y psicológica de las mujeres.

Y algo más importante, considero que las mujeres y hombres que han sufrido la pérdida de un hijo a través del aborto necesitan saber que hay esperanza y cura. Necesitan saber que no están solos.

En 1989, un equipo de expertos reunido por la American Psychological Association concluyó de modo unánime que el aborto legal «no crea peligros psicológicos para la mayoría de las mujeres que someten al procedimiento».

El equipo observó que si fueran comunes las reacciones emocionales graves habría una epidemia de mujeres buscando tratamiento psicológico. El equipo indicó que no había evidencias de tal epidemia. Desde 1989, no ha habido cambios significativos en este punto de vista.

¡Parece obvio que no han seguido el crecimiento de Rachel’s Vineyard Ministries!

En el 2006 nuestra organización proporcionará 450 retiros de fin de semana para curas tras el aborto. En cada retiro habrá entre 12 y 25 participantes.

Esto significa que entre 5.400 y 11.250 personas se presentarán para tratamiento durante este año.

Nuestro ministerio crece en un 40% cada año. En los últimos siete años, miles de mujeres y hombres han buscado ayuda mientras que Rachel’s Vineyard se ha extendido a África, Taiwán, Rusia, Inglaterra, Escocia, España, Portugal, América del Sur, Canadá y a través de Estados Unidos.

Hay centenares de otros ministerios postaborto que surgen por todas partes. Sin importar lo que piense la «American Psychological Association», aquellos de nosotros que estamos en este ministerio sabemos la verdad. Hay una epidemia que ha sido desgraciadamente ignorada, mal diagnosticada y no tratada.

12 de septiembre de 2005

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