Fiesta de San José Obrero

COMENTARIO 1 Mt 13, 54-58

v. 54: Fue a su tierra y se puso a enseñar en la sinagoga de ellos.

Mateo, como Marcos (6,lb-6) no nombra a Nazaret, dice «su tierra» (literalmente: su patria). A diferencia de Marcos, Mateo no llama a Jesús «el carpin­tero», sino «el hijo del carpintero» (v. 55); también suaviza la frase de Marcos: «no pudo hacer allí ningún prodigio» sustituyéndola por "no hizo allí muchas obras potentes por su falta de fe" (v. 50); Mateo, tampoco dice como Marcos que lo siguieran los discípulos, ni que la escena tuviese lugar en día de sábado.

Esta escena de Mateo pone el punto final a la enseñanza de Jesús «en las sinagogas» (4,23; 9,35) y resume la actitud de Israel (v.54: «su tierra / su patria») frente a Jesús al término de su acti­vidad en Galilea. La escena resume la crisis de fe planteada a partir del cap. 11 («dichoso el que no se escandalice de mí», y 13,55). Sus paisanos se escandalizan de él, pero no serán los únicos en hacerlo a lo largo del evangelio.

v. 54b-56: La gente decía impresionada: -¿De dónde le vienen a éste ese saber y esos prodi­gios? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¡Si su madre es María y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas! ¡Si sus hermanas están todas con nosotros! Entonces, ¿de dónde le viene todo eso?

El tono despectivo («éste») de las preguntas que se hacen los compatriotas de Jesús hace que equivalgan a una negación del sentido profundo de su actividad por parte de sus compatriotas. El hecho de que sea el hijo del carpintero hace dudar de su saber y de sus obras. Al no poderlas atribuir a Dios, sospechan o acusan a Jesús de magia. La gran equivocación es que consideran hijo del carpintero al que es el "hijo de Dios". No descubren en Jesús más de lo que sabían. Viendo no entienden. Israel, juguete de los círculos fariseos, no capta el secreto del reino.

COMENTARIO 2

El texto evangélico de la fiesta de San José obrero nos coloca ante la incomprensión de la naturaleza de Jesús por parte de sus compatriotas, debido a la humildad de su origen. Imposibilitados de descubrir al “Dios con nosotros” en la oscuridad de su procedencia familiar, rechazan la Palabra profética.

El pasaje está centrado sobre el sentido que se deben atribuir a los poderes, “milagros” de Jesús que aparecen mencionados dos veces (vv. 54 y 58) y que reaparecen en el episodio siguiente en las palabras de Herodes a sus ayudantes (Mt 14, 2).

Dichos poderes están ligados al “enseñar” de Jesús en la Galilea. Esta es la última vez que se señala con este término el ministerio en aquella región y en adelante sólo se hará mención de esa enseñanza describiendo la actividad de Jesús en Jerusalén (21, 23; 22, 16). Se trata por tanto de la conclusión del “enseñar” de Jesús en la Galilea, que había sido mencionado frecuentemente hasta este momento en los sumarios (4, 23; 5, 2; 7, 29; 9, 35; 11, 1).

Se trata entonces de la actividad de Jesús en su pueblo, tierra o “patria”, mencionada en los vv. 54 y 57. Sus “compatriotas” son colocados ante la elección entre el reconocimiento del origen divino de los poderes que Jesús realiza y su pretendido conocimiento sobre Jesús y su origen familiar. “Asombrados” (v. 54) no pueden conciliar estos dos orígenes que a sus ojos son contradictorios y, por ello, están imposibilitados de dar una respuesta satisfactoria a sus dudas ya que sus prejuicios sobre lo que conocen respecto a Jesús se lo impiden. Dichos prejuicios les llevan a plantear despectivamente la pregunta refiriéndose a Jesús con un triple “éste” : “¿De dónde saca éste”(v. 54)… “¿No es éste el hijo del carpintero?”(v. 55)…”¿De dónde saca éste?” (v. 56b)…

Este tono despectivo que adoptan revela que tienen ya una respuesta negativa sobre el origen divino de Jesús. Ven las credenciales divinas de los “milagros” pero no los entienden, “escandalizados” por la humildad de su núcleo familiar. Sus ideas sobre la grandeza de Dios no se concilian con la dura ley del trabajo a la que está sujeto el padre de Jesús y con la irrelevancia de sus restantes vínculos familiares. El resultado es el “escándalo” que reproduce la historia de la semilla caída en terreno rocoso (Mt 13, 20-21).

Por consiguiente, se revela su ofuscamiento que les impide la aceptación de la Palabra de Dios en la actividad profética de Jesús. La suerte de los profetas del Antiguo Testamento se prolonga en la acogida dispensada del profeta de Nazaret. Los compatriotas se caracterizan por la incredulidad (v. 58) y por el desprecio del profetismo propio de su núcleo más cercano: “Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta” (v. 57).

También hoy las propias convicciones y prejuicios pueden impedirnos la aceptación de los enviados de Dios. Exigiendo de ellos orígenes encumbrados podemos cerrarnos a la comunicación divina que se prefiere actuar en la pequeñez y en la insignificancia.

Ante la conexión de Dios con personas sujetas a trabajos, a veces deshumanizadores, podemos cerrarnos a la comprensión de la acción de Dios y , de esa forma, oponernos a la palabra profética. El texto nos invita a descubrir en dichas personas la presencia del Dios con nosotros, “hijo del carpintero” y cuyos hermanos y hermanas “viven aquí”, a nuestro lado.

El “primero de mayo” tiene una entidad propia, como jornada internacional mundial de la lucha de los trabajadores, del mundo obrero, por la defensa de sus intereses, los intereses de los pobres. La jornada tiene su origen en las huelgas de Chicago a principios del siglo XX en la lucha por la jornada de las ocho horas. Paradójica y significativamente, en Chicago, una pequeña placa rememora el lugar de los hechos, y en EEUU el primero de mayo no es fiesta del mundo obrero. Pero la generosidad de aquellos anónimos obreros que lucharon por la consecución de una legislación acorde a la dignidad de la persona humana y a los derechos de los trabajadores, es hoy conmemorada en el mundo entero.

La Iglesia puso la fiesta litúrgica de san José obrero en esta fecha una vez que el mundo obrero ya la había consagrado con sus luchas, con su sangre y con su unidad, como “día de los trabajadores”. No sería bueno que la fecha se nos quedara encerrada en el fanal de las consideraciones sobre san José. Cierto que José, obrero, es un recordatorio de que Jesús era miembro de la capa social humilde, de la clase trabajadora, de los pobres más exactamente. Pero las preocupaciones sociales y la comunión con la lucha de los trabajadores no se justifica por nuestras reflexiones religiosas sobre san José, sino por sí mismas. Para nosotros, la dignidad de los pobres, la solidaridad con su causa, las luchas del mundo obrero por los derechos humanos y los derechos laborales, tienen una entidad teológica y espiritual. No son “política” o “preocupaciones humanas”, simplemente, sino un problema espiritual, un desafío permanente de Aquel que se identificó con los pobres y nos desafió diciendo: “lo que hicieron ustedes con cualquiera de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”.

Buen día para recordarnos que el cristianismo es amor, y que el amor es solidaridad concreta, solidaridad con los pequeños, los humildes, los trabajadores (hoy tantas veces en desempleo, paro, cesantía), los obreros… Y que esta solidaridad es amor cristiano, caridad, fe.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

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