Una vida amenazada

VIDAAMENAZADAintEl 31 de marzo de 2005 Terri Schiavo murió en Estados Unidos, analiza a fondo este polémico caso.

“Duermo, pero mi corazón vela”

Cantar de los cantares (5, 2).

“Una persona -no un «vegetal»- está muriendo lentamente y el mundo asiste impotentemente a través de la televisión y de los periódicos. Su auténtico drama, en vez de suscitar una oleada de piedad y solidaridad generalizada, es sofocado por la indecente búsqueda de arrogarse el derecho de decidir sobre la vida y sobre la muerte de una criatura humana”.

Valiante, M. F., Diario Vaticano.

¿Sin esperanza?

Nota de la Redacción de encuentra.com

Luego de 13 días de haber dejado de recibir alimentos, Terri Schiavo murió el 31 de marzo. Hace 15 años, Schiavo sufrió un ataque cardiáco que impidió la oxigenación cerebral y le causó daños irreparables, postrándola en cama. Incapaz de moverse, hablar o valerse por sí misma, el debate sobre si debía dejar de asistírsele artificalmente para mantenerla con vida fue resuelto por una corte local, que hace 13 días ordenó el retiro de la sonda que la alimentaba.

Los padres afirmaban que su hija podría recuperarse e insistieron ante varias instancias judiciales para que se le reconecte el tubo que la mantenía viva. La mayoría de los tribunales le daban la razón al esposo.

Su destino y la desesperada lucha de sus padres, que querían mantenerla con vida, generaron un debate sobre la eutanasia en todo el mundo. Entre otros intercedieron por la vida de Schiavo el Presidente estadounidense, George W. Bush, y el Papa Juan Pablo II.

En este artículo, Rosario Prieto reflexiona sobre el caso de Terri Schiavo y explica los riesgos de una visión utilitarista de la persona, analiza el verdadero significado de la vida y desentraña la esencia humana.

Muertos en Vida: Descartan vidas humanas

Haciendo un análisis sobre el caso Terri Schiavo que ha causado tanta controversia es importante reflexionar ¿quién está realmente muerto? Alguien que por circunstancias de la vida no goza de entera salud y que requiere ayuda médica para vivir, o quien no quiere reconocer que en un ser humano que no puede moverse, ni hablar: hay vida, como la de Terri Schiavo.

La historia de Terri Schiavo

Terri Schiavo sufrió un severo daño cerebral el 25 de febrero de 1990 cuando un desbalance químico, creado por un desorden alimenticio, provocó que se le detuviera el corazón, lo cual le cortó la oxigenación cerebral y la estableció en estado vegetativo superficial, con cierta capacidad de respuesta; desde entonces ha permanecido así hasta el mes de marzo de 2005.

Michael Schiavo, su esposo, ha pedido la muerte de Terri en los tribunales desde hace siete años y ha librado un litigio durante un año con sus suegros, alegando que Terri, su esposa, de 41 años de edad, no hubiera deseado vivir de esa manera.

Los tribunales le han allanado el camino para que los médicos dejen morir a Terri Schiavo al retirarle el tubo alimentario, de hecho, la sonda ya ha sido retirada y reconectada varias veces durante el litigio; sin embargo, parece que esta vez es la definitiva.

El alcance de este caso ha llegado al Congreso estadounidense, incluso el presidente Bush ha firmado y pugnado porque este caso sea revisado a fondo de modo que no muera una mujer a causa de inanición.

Aunque no pueda valerse por sí misma

¿Cuál es el parámetro para decidir si alguien ha de vivir o no? ¿Que no pueda valerse por sí misma? Como es el caso de muchos enfermos, de los niños, de algunas personas con capacidades diferenciadas, de muchos ancianos…

Los padres de Terri quieren que permanezca viva aunque aparentemente no pueda valerse por sí misma, mientras que el marido quiere desconectar los tubos que permiten su alimentación e hidratación.

Los padres de Schiavo afirmaron que desconectar la sonda provocaría la muerte de Terri por inanición, lo cual sería un acto cruel y a sangre fría contra su hija, quien está recluida en un hospital de la zona de Tampa.

No estamos hablando de encarnizamiento terapéutico, sino de verdadera piedad y amor, no es posible que el dolor ciegue el alma del hombre y busque falsas respuestas que solo traerán más dolor. La vida de Terri no está en manos de los doctores, ni del esposo, ni de los padres, ni del Estado; está en manos de Dios.

“No hubiera deseado vivir de esa manera”

Aunque no dejó indicaciones precisas por escrito, diversas cortes han reconocido que Schiavo había señalado cuando estaba sana que en caso necesario no deseaba ser mantenida viva de manera artificial.

Eso es lo que afirma el esposo de Terri. Pero lo que debemos preguntarnos es a quién sí dejar morir. La respuesta, real y sincera, es a nadie; a pesar de eso, no es ese el criterio que ha de regir para tomar la decisión bajo la recta conciencia en la situación que ella atraviesa.

La doctora Claudia Navarini, profesora de la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma, sostiene que en muchos de los casos de eutanasia “no hay disposición a acompañar a los moribundos respondiendo a sus peticiones reales, o bien la necesidad de sentido, de seguridad, de afecto y de paciencia”.

Porque “es justamente la falta de estas respuestas lo que arroja a la desesperación a quien ya sufre, sobre todo en un contexto psicológico y cultural donde se advierte claramente el ‘peso’ que quien sufre constituye para quien sin embargo le debería ayudar a afrontar la prueba”, añade.

Y, humanamente, se entiende, el dolor, la fatiga física y mental de las personas que están alrededor del paciente sufriendo también la enfermedad; sin embargo, este cansancio tampoco es criterio para tomar una decisión de tal magnitud.

Navarini sigue: “La raíz del mal, en realidad, no reside en las formas con las que la eutanasia se practica o en la extensión de la práctica más allá de determinados límites, sino en la práctica misma de la eutanasia en cuanto al homicidio directo y deliberado, esto es, voluntario, de un ser humano inocente”.

No es la salud la que da dignidad a la vida humana

Como menciona Elio Sgreccia “no podrá ser la salud la que dé dignidad a la vida humana porque la salud, que hace referencia al cuerpo, no posee la vida en sí, sino que participa de la vida”.

El que Terri no pueda alimentarse por sí misma no quiere decir que no esté viva. Lo más impresionante es que los médicos no reparen ante la verdad que revela la ciencia y ante su juramento hipocrático: defender la vida siempre. Ellos saben mejor que nadie que una persona está viva mientras no tenga muerte cerebral, por lo que los medios que se le procuren para su bienestar serán los debidos y el cuidado que requiere ha de ser dado con profundo amor.

Dejar de alimentar a alguien le provocará tarde o temprano daños irreparables y como última consecuencia la muerte, eso es lo que llaman ¿muerte dulce? ¿Pero que tiene de dulce, de compasivo, de humano?

De acuerdo con la ciencia médica Terri no está muerta

Terri no está muerta, pues su cerebro trabaja -no tiene muerte cerebral-, sólo está muy dañado y sus manifestaciones personales están reducidas al mínimo, sin embargo, sigue siendo la misma persona.

“La ciencia médica no puede excluir definitivamente la presencia de una vida espiritual en estado vegetativo persistente o en pacientes que no tienen capacidad de reacción en los cuales todavía se dan signos de alguna actividad cerebral, aunque los niveles de percepción consciente sean bajos” (Sullivan).

Además, no es imposible un cierto nivel de recuperación a través de intervenciones de rehabilitación adecuadas. “En algún caso se ha observado una recuperación de las funciones cerebrales normales. En la mayor parte de los casos, sin embargo, si hay recuperación, la persona tendrá graves daños a nivel cognitivo-afectivo. Lo que está en juego es la idea de que la vida de un individuo consciente pero gravemente disminuido no tiene ningún valor” (Sullivan).

Las circunstancias de Terri, el estado vegetativo, no la hace menos valiosa, ella como persona tiene un valor único e irrepetible y una dignidad única, que debería de respetarse y ser el punto de partida para cualquier decisión. Su persona vale por lo que es y no por sus circunstancias vitales.

Sullivan afirma que “las personas que se encuentran en un estado de capacidad cognitiva y afectiva reducida, mantienen un alma espiritual. Su vida tiene un valor intrínseco y una dignidad personal que deben ser tratadas con el pleno respeto y con el tratamiento debido a todo ser humano”.

Nadie conoce el futuro, si ella no ha muerto incluso al desconectarle la manguera que le provee de alimento quiere decir que está viva, no entiendo que es lo que consideran los médicos o las personas a favor de que se descarte su vida, se elimine. Hay más que un sentimentalismo, que la tristeza y el sacrificio que implica tener en la familia a un ser minusválido, en estado vegetativo o un anciano, “el verdadero sentido del sufrimiento tiene un componente sobrenatural que se arraiga en el misterio divino de la Redención del mundo, mientras que en el humano el hombre se encuentre a sí mismo, va en busca de su propia humanidad y dignidad, va al alcance de su misión en la tierra” (Juan Pablo II, Carta Apostólica Salvifici Doloris).

Eutanasia

La Sagrada Congregación para la doctrina de la Fe define la eutanasia como “la acción u omisión que por su naturaleza o en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. La eutanasia se sitúa pues en el nivel de las intenciones y de los métodos usados”.

H. Obiglio, doctor en Medicina, académico de la Pontificia Academia Vaticana para la Vida y miembro del Comité Científico de la Facultad de Bioética Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, en Roma, menciona que “la palabra eutanasia significa ‘buena muerte’, es decir, el derecho a morir con serenidad, con dignidad humana. Sin embargo, hoy por hoy el término quiere significar el poner fin “dulcemente” a la vida propia o ajena como una solución lógica y humana al sufrimiento ocasionado por una enfermedad incurable o simplemente al horror de morir de vejez y en soledad”.

“La realidad –dice- es que aquellos enfermos que parecen pedir la eutanasia están realmente gritando un mejor cuidado, una solidaridad para con su dolor y sufrimiento”.

Cada caso es distinto

Dolor y verdadero amor por el enfermo, no por ti mismo, para que le tengas caridad

En el coloquio organizado el año pasado por el Canadian Catholic Bioethics Institute, se afirmó que es responsabilidad del paciente y de la familia tomar las decisiones en los casos particulares, después de que éstos hayan considerado la evidencia de los hechos a la luz de las circunstancias personales relevantes; así como es preciso que los médicos den la información completa y una opinión de carácter médico (que debe ser orientada siempre a la conservación de la vida -nunca al desprecio de esta ni al ensañamiento terapéutico que serían los extremos-).

“La verdad no limita la libertad. Al contrario, la libertad está unida a la verdad”. Juan Pablo II

Y es que en términos de eutanasia, se entiende que hay mucho sufrimiento humano de por medio, el del enfermo, el de los familiares y el de la sociedad entera al concebir al enfermo como un ser doliente; sin embargo no podemos huir de la realidad desconectando y matando a todo ser que sufre, de hecho, todos en mayor o menor grado hemos sufrido, sufrimos o sufriremos, es la historia de la vida humana.

Los medios de comunicación y las políticas globales utilitarias nos han hecho creer que la única forma de vida viable es aquella que sólo produce placer y provoca ante el dolor una reacción evasiva y negadora de la realidad. Pero, al vivir así, cuando nos encontramos ante una situación límite como una enfermedad o la ancianidad o un hijo con algún defecto de nacimiento, buscaremos huir, alejarnos y dejarlos morir, desconectándolos, abandonándolos o deshaciéndonos de ellos y eso es una aberración, son comportamientos totalmente contrarios a la naturaleza humana que en el fondo solo agravan el dolor y que de seguir así sólo llegaremos al ocaso de la humanidad.

¿Cómo es posible pensar que la vida es menos valiosa que la muerte? ¿Cómo es posible ser tan trágicamente prácticos y hedonistas?

Vamos a acabar con la humanidad

Si seguimos con las normas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y su correlativa para América Latina (OPS) que establecen como concepto amplio de salud “un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones y enfermedades” (Documento Básico de la OMS-OPS, Documento Oficial no. 240, Washington, 1991), aplicadas como se afirma en la República Argentina, en algunas ponencias presentadas en las Primeras Jornadas de Bioética y Derecho en el año 2000: “La característica de la inviolabilidad de la vida humana debe respetarse sí y sólo sí , se cumple el requisito de dignidad necesario e imprescindible para que dicha vida merezca la pena ser vivida”, “adquiere condición de indignidad la vida del individuo que padece física o moralmente”, “la eutanasia voluntaria es la afirmación más plena de la realización de la libertad, o la autonomía del paciente”. De acuerdo con lo anterior se concluiría que toda persona que no tuviera ese estado de bienestar completo es una persona que posee una vida que no merece la pena ser vivida… o sea que, ¿nadie merece vivir?

Las confusiones de términos las hemos creado los hombres con el fin de darle a la realidad una interpretación propia, subjetiva, de acuerdo con las necesidades que creemos tener o para justificar el mecanismo de adecuar la realidad a nuestro pensamiento, cuando para vivir en la verdad deberíamos adecuar nuestro pensamiento a la realidad. Por lo que es importante detenerse y caer en la cuenta de que no podemos vivir en un “mundo” creado por nuestros pensamientos, sentimientos o caprichos ni creado por las diversas legislaturas o por el pensamiento utilitarista y económico de las organizaciones tales como la ONU, la OMS, la OPS y demás, que lejos de procurar el bienestar real del hombre y de la sociedad, establece leyes y políticas en las que pareciera servirse de este para alcanzar sus intereses y bienes económicos globales.

“Un acto destinado a aniquilar la propia vida jamás puede ser considerado un acto libre, pues priva al sujeto de la raíz de la libertad, que es su propia vida”. (J. Scala).

Porque como recuerda Juan Pablo II, “No dude en definir la eutanasia siempre y en cualquier caso como un suicidio o un homicidio, que ofende gravemente la dignidad del ser humano y reduce al hombre, cumbre de la Creación e imagen del Creador, a un objeto para construir, examinar y descartar cuando ya no sirve” (Evangelium Vitae, no. 65).

El carácter inviolable de la vida humana

“Estamos aquí ante uno de los síntomas más alarmantes de la ‘cultura de la muerte’, que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar, caracterizadas por una mentalidad eficientista que presenta el creciente número de personas ancianas y debilitadas como algo demasiado gravoso e insoportable” (Evangelium Vitae, no. 64).

En este mismo documento, en el número 65, encontramos que el papa Juan Pablo II, distingue entre eutanasia “una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor” y “ensañamiento terapéutico”, “ciertas intervenciones médicas ya no adecuadas a la situación real del enfermo, por ser desproporcionadas a los resultados que se podrían esperar o, bien, por ser demasiado gravosas para él o su familia”.

El padre Williams explica que “esta distinción es sutil pero sumamente importante desde un punto de vista moral. El caso de Terri Schiavo no tiene nada que ver con tratamientos desproporcionados para mantener la vida de una persona cueste lo que cueste, sin tener en cuenta los sufrimientos que estas medidas pueden provocar. Estamos hablando de la atención más básica que consiste en proporcionar agua y alimentación. Terri no es una enferma terminal, pero si se le quita el tubo que le permite alimentarse y recibir hidratación será condenada a muerte de hambre y de sed”.

El arzobispo de Denver, Charles Chaput, emitió una declaración en la que afirma que «al permitir la muerte de la señora Schiavo por inanición, se estaría dando un grave paso hacia la legalización de la eutanasia en Estados Unidos”. Y no sólo de ese país, sino que poco a poco se seguiría extendiendo esta cultura de muerte que permea cada vez más la sociedad y carcome el alma humana a tal grado de no ver vida donde la hay. También comentó que para una persona discapacitada que no se encuentra en peligro inminente de morir y que puede respirar por sus propios medios, «el hambre y la sed para provocar la muerte, es en efecto, una forma de homicidio. Tales acciones atacan la santidad de la vida humana. Rechazan cualquier valor redentor del sufrimiento. Nunca puede estar justificado».

Como comenta Valiante, “los médicos cuya deontología profesional nunca como en este caso debería sacar del cajón de los recuerdos el conocido principio: ‘to cure if possible, always to care’ (curar si es posible, pero prestar asistencia siempre) ¿Los padres, que dieron la vida a Terri hace 41 años? ¿O el marido, que un día le prometió ‘amarte y honrarte siempre, en la salud y en la enfermedad’ y que hoy se ha convertido en su más frío y despiadado verdugo?”.

Mientras tanto…

Oremos pues, por esta mujer que hoy por hoy, se encuentra en una cama de hospital muriendo lento, poco a poco. Pidamos a Dios porque su sufrimiento no sea mayor y que enardezca el alma del hombre; hoy, todavía estamos a tiempo, mañana quizás Terri ya habrá muerto por la terrible falta de amor que ha decidido su muerte privándole de lo necesario para sobrevivir…

Nunca como ahora, el hombre se ha vuelto despiadado, ¿cuándo alguien iba a pedir autorización para matar a alguien? ¿Cuándo la moralidad del acto de matar a una persona iba a ser cuestionada? Llamemos a las cosas por su nombre, se está cometiendo un asesinato.

¿Matar a Terri Schiavo? Incuestionable ¡NO!, sin embargo, en el mundo entero a quienes creen que pueden opinar y creen que pueden definir su propia existencia y la existencia de los demás al margen de Dios. ¿Qué ha pasado que ve en una mujer a un ser inanimado a un simple ente corporal, como si no fuese una persona, como si fuese tan solo un vegetal?

Es penoso pero es verdad que “La lenta y desgarradora agonía de Terri es hoy la agonía del sentido de Dios, Señor de la vida. Es la agonía del amor que sabe inclinarse ante quien es frágil y necesitado. Es la agonía de la humanidad” (F. Valiante).

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