Renuncia de si mismo

Jesucristo:

1. Hijo, déjate a ti y me hallarás a Mí. Vive sin voluntad ni amor propio, y ganarás siempre. Porque al punto que te renunciares sin reserva, se te dará mayor gracia.

El Alma:

2. Señor, ¿cuántas veces me renunciaré, y en qué cosas me dejaré?

Jesucristo:

3. Siempre, y a cada hora, así en lo poco como en lo mucho. Nada exceptúo, sino que en todo te quiero hallar desnudo. De otro modo, ¿cómo podrás ser mío y yo tuyo, si no te despojas de toda voluntad interior y exteriormente? Cuando más presto hicieres esto, tanto mejor te irá; y cuanto más pura y cumplidamente, tanto más me agradarás y mucho más ganarás.

4. Algunos se renuncian, pero con alguna excepción no confían en Dios del todo, y por eso trabajan en mirar por sí. También algunos al principio lo ofrecen todo; pero después, combatidos de alguna tentación, se vuelven a sus comodidades, y por eso no aprovechan en la virtud. Estos nunca llegarán a la verdadera libertad del corazón puro ni a la gracia de mi suave familiaridad, si no se renuncian antes haciendo del todo cada día sacrificios de sí mismos, sin lo cual no están ni estarán en la unión con que se goza de mí.

5. Muchas veces te dije, y ahora te lo vuelvo a decir: Déjate a ti, renúnciate y gozarás de grande paz interior. Dalo todo por el todo: nada busques, nada exijas; está puramente y sin dudar en Mí, y me poseerás. Serás libre de corazón y no te ofuscarán las tinieblas. Encamina todos tus esfuerzos, deseos y oraciones al fin de despojarte de todo apego, para seguir así desnudo a Jesús desnudo, morir para ti, y vivir para Mí eternamente. Entonces se desvanecerán todas las vanas imaginaciones, las perturbaciones malas, y los cuidados superfluos. Entonces también desaparecerá el temor excesivo y morirá el amor desordenado.

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Un comentario

  1. Renunciar a uno mismo exige tener control total de nuestros pensamientos y deseos, lo cual sólo será posible teniendo conciencia de esas intromisiones para sobreponerles la presencia de Cristo en nosotros.
    La oración, por breve que sea, es el único camino para llegar a Él, por lo que en tales circunstancias es imperativo orar constantemente y muy en particular cuando nos veamos asediados por estas distracciones que el enemigo frecuentemente nos presenta placenteramente.
    Más, ¿qué es orar? Orar es platicar con Dios con nuestras palabras y no con oraciones prefabricadas lo cual es rezar y no orar, sin dejar de reconocer que ellas nos inducen al diálogo con Dios. En la medida que perfeccionemos la manera de dialogar con Él, en esa misma medida tendremos Su presencia en nosotros y, por ende, nos iremos abandonando en Sus manos y no en las nuestras, hasta llegar al climax de que solo Su voluntad se haga a través nuestro…. Alabado sea por siempre nuestro Señor….

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