De la consideración de sí mismo

1. No debemos confiar de nosotros grandes cosas, porque muchas veces nos falta la gracia y la discreción. Poca luz hay en nosotros, y presto la perdemos por nuestra negligencia. Y muchas veces no sentimos cuán ciegos estamos en el alma. Muchas veces también obramos mal, y lo excusamos peor. A veces nos mueve la pasión, y pensamos que es celo.

2. El hombre recogido antepone el cuidado de sí mismo a todos los cuidados; y el que tiene verdadero cuidado de sí, poco habla de otros. Nunca estarás recogido y devoto, si no callares las cosas ajenas, y especialmente mirares a ti mismo. Si del todo te ocupares en Dios y en ti, poco te moverá lo que sientes de fuera. ¿Dónde estás cuando no estás contigo? Y después de haber discurrido por todas las cosas ¿qué has ganado si de ti te olvidaste? Si has de tener paz y unión verdadera, conviene que todo lo pospongas, y tengas a ti solo delante de tus ojos.

3. Mucho aprovecharás, si te guardas libre de todo cuidado temporal. Muy menguado serás, si alguna cosa temporal estimares. No te parezca cosa alguna alta, ni grande, ni acepta, ni agradable, sino Dios puramente, o lo que sea de Dios. Ten por vana cualquier consolación que te viniere de alguna criatura. El alma que ama a Dios, desprecia todas las cosas sin El. Solo Dios eterno e inmenso que todo lo llena, gozo del alma y alegría verdadera del corazón.

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3 comentarios

  1. Señor… quédate con nosotros y parte para nosotros el pan…. esto es lo que dijeron aquellos hombres que de regreso del Monte de los Olivos pidieron a Aquel desconocido que los alcanzó y que, al hablarles de la vida de Jesús, les abrió los ojos de quien era El y les dijo lo anterior…

    Igualmente te pido que día a día me acompañes en mi caminar e impidas que las llamadas de mundo me distraigan de Tu presencia en mí y que yo me consagre a Ti… no permitas que mis oídos sean sordos a tu voz sino que Tu voluntad se haga en mí según Tu Palabra… Amén

  2. Invoquemos al Espíritu Santo para que se adueñe de nosotros, esté con nosotros y viva en nosotros y así podamos decir como San Pablo, «No soy yo el que vive en mí, es Cristo quien vive en mí…» Y así vivir solo por Él y para Él… Amén

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