Primera adolescencia

primeraadolescenciaintLa paciencia de los padres se pone a prueba ante la obstinación, el voluntarismo y la terquedad de un niño de dos años… ¿Ser flexibles, rígidos o indiferentes?

A los dos años los niños ya no son tan dóciles. Se encuentran en la edad de la obstinación, de la terquedad, del negativismo, de la independencia o del voluntarismo. El ¡no! Está a flor de piel y la paciencia de los padres es sometida a fuertes pruebas. Sin embargo, es una de las etapas más fascinantes de un hijo, porque por primera vez muestra su ¡yo! Con toda espontaneidad.

«Los niños son mucho más complejos de lo que pensamos los adultos, pero si fuera tan fácil manejarlos, este mundo no sería tan maravilloso», le decía con aires de consuelo, un pediatra a una madre desbordada porque su hijo ya no era ese angelito que acataba los mandatos, por simples o complejos que fueran. Y es que a esta edad cualquier iniciativa puede ser usada en contra del adulto: desde la elección de la ropa, la definición del postre hasta negarse a bañar o comer.

Su objetivo no es organizar un complot en contra de los padres, sino vivir el primer proceso del independencia psicológica. Etapa natural y necesaria en todo niño. Toman conciencia del «yo» y surgen los primeros intentos por separarse de quienes dependen efectivamente. Perciben que son personas con capacidad de decisión y que tienen los medios para lograr sus objetivos. De ahí que ya no responden a todos los requerimientos de los adultos.

Es en este proceso psicológico -absolutamente normal- donde los papás deben poner a toda marcha su capacidad de negociación y tolerancia, porque si bien es un período desgastador, es también uno de los más atractivos e importantes de todos: es ahora cuando el hijo marca su personalidad. Sin embargo, la búsqueda de esta sana autonomía trae una dosis de tensión. Para minimizaría y poder encauzar los esfuerzos en el arte de educar, hemos intentado adentrarnos en el mundo de los niños.

NORMAS CLARAS

Era tal mi desesperación porque mi hija no quería aceptar los argumentos que le daba, para prohibirle salir con su hermano a jugar solos al condominio, que saqué a colación una frase que decía mi padre en tono de ultimátum: «Haga lo que usted quiera» y que para nosotros significaba «aténgase a las consecuencias». Pero mi hija miró a su hermano y le dijo: “Feñito, Feñito, vamos a jugar afuera porque la mamá dijo que hiciéramos lo que quisiéramos”.

Los tiempos han cambiado y los niños son más temerarios frente a sus padres. De ahí que es básico a esta edad, mantener, contra viento y marca, las normas claras.

Los niños concentran todos sus esfuerzos en salirse con la suya a como dé lugar. Por ello es imprescindible rayar la cancha y negociar en cosas de menor importancia. Si bien cada familia está consciente de lo básico y lo superfluo, lo importante es tener presente qué hechos desarrollan u obstruyen la personalidad del hijo. Tan vital como poner los límites, lo es el tener la posibilidad de elección en algunas áreas.

Otra condición es que las normas sean consistentes: a pesar del cansancio o la tozudez del interlocutor no se debe ceder en lo fundamental o contradecir al cónyuge. Esta actitud no sólo obedece a una cuestión práctica- sino Normativa, por cuanto a esta edad los niños toman conciencia de lo moral. Debe existir una «política familiar» que establezca las normas de la casa y, tanto los padres como otros adultos que estén a cargo de los menores, deben respetarlas cabalmente. El niño no entenderá nada, si se le dice que lo que es bueno hoy, mañana es malo, ó viceversa. También es fundamental marcar el tono que debe ser impuesto por los padres y respetado por todos los habitantes del hogar, especialmente las empleadas, que en este sentido deberán ser eficaces colaboradoras de los progenitores.

DESOBEDIENCIAS

A pesar de las indicaciones anteriores, hay menores que son más perseverantes en conseguir sus metas. Ellos literalmente no obedecen y al corregirlos hacen una pataleta. Responder con agresión física o verbal sólo alargará el proceso, porque el menor acumulará rabia y será más negativo. Ello se transformará en un círculo vicioso: provocación-agresión.

De ahí que se recomiende corregir a través de medidas inmediatas, reales y factibles. Por ejemplo: si botó la comida ordenarle que la recoja, si contestó mal, que pida perdón, si está con pataleta, que se vaya a su pieza hasta que se le pase. Nunca amenazarle con un «te voy a matar», o si es lunes «te vas a quedar sin jugar el sábado». El niño sabe que no es posible o cuando llegue el momento de cumplirlo, ya se le habrá olvidado por qué lo están castigando. Tampoco se puede pretender que el menor entienda los argumentos, porque para él no hay más razones que el hacer valer su voluntad. Un ¡NO! categórico y enfático, mirando a los ojos, vale más que mil.

PREVENIR PATALETAS

Es aconsejable anticiparse a cómo van a reaccionar los niños frente a cada situación y evitar algunas que puedan resultar caóticas:

– Supermercados y “malls”: Si su hijo la ve llenando el carro es imposible que él entienda que no puede llevar nada.

– Hora del baño y de la comida: A esas horas el cansancio es general. De ahí que es bueno que las madres estén presentes en la casa, de manera de minimizar las peleas. Si la mamá a veces pierde la paciencia, no le pida a otra persona que la conserve por usted.

– Visita a casa de amigos: No pretenda tener una conversación hilada con sus amistades, porque todo sus hijos conciben el panorama con usted. Se desesperarán si no les dan atención. Mejor es diferenciar las horas para niños y las de las palabras. Sin embargo, igual se recomienda conversar con ellos superado el episodio. Ello sirve de ejercicio para que los padres se acostumbren a explicar el porqué de las órdenes y por sobre todo siempre recordarles lo mucho que se les quiere y que por ello se les educa.

AGRAVANTES, ATENUANTES Y EXIMENTES

Son varias las características que afloran a esta edad y que juegan a favor o en contra del niño.

Una de ellas es el sentimiento del propio poder y el propio valor: miden su autoestima en cuanto son capaces físicamente de cumplir sus metas. Por ejemplo, correr más veloz, ser más alto, cumplir los encargos o lograr un juego. Y en base a esa realización material se valoran. No es de extrañarse que a esta edad surja el sentido de vergüenza porque se ven disminuidos frente a otros niños más grandes o de mayor destreza. Vital resulta entonces, darles las herramientas para que logren sus objetivos. Por tanto se sugiere que cuenten con un lugar apropiado para jugar o realizar actividades manuales y que se les encarguen tareas como ordenar sus juguetes, dejar la ropa sucia en el canasto, comerse la comida solo u otras actividades acordes con su edad.

Otro rasgo que aflora es el afán de posesión: Quieren todo y a todos para ellos. Lo que puede alcanzar límites extremos como no querer compartir nada, mucho menos el cariño de sus padres. Ello se ve agudizado por lo general con la llegada de otro hermano. Sienten terreno perdido y afloran los denominados celos, que no son más que parte de su proceso de crecimiento.

Respecto a lo material, en ocasiones los padres exageran al pretender que los niños lo compartan todo. Actitud idílica por cuanto, para todo ser humano, es sano el sentido de privacidad o intimidad. Por ello se sugiere que se dejen de mutuo acuerdo, algunos juguetes para la comunidad y otros para su uso exclusivo. Y en la medida que se pueda, facilitarle al hijo un lugar o una caja para que guarde sus tesoros. Así también no es recomendable que en los jardines infantiles se obligue a compartir con los compañeros la colación.

Prioritaria es la generosidad de los padres en su manifestación de afecto físico y verbal. Deben ser generosos en la entrega y en los calificativos, porque ellos son el referente que les indica cómo son. No se le puede decir a un niño que es querido si nunca se le abraza. Más grave aún, es que de tanto repetirle descalificativos o improperios termine por creerse así. De ahí que es clave decirle lo bueno, lo obediente o lo amoroso que es. Eso sí, que los padres deberán medir su entusiasmo y no exagerar en señalarle que es el mejor o el único, porque tarde o temprano se dará cuenta que no es así y su valorización se le irá al suelo junto con la credibilidad del emisor. Cuestión que no deja de ser grave si consideramos que a futuro deberán superar con éxito la otra adolescencia: Esta fue sólo la primera.

DEPENDENCIA DOMÉSTICA

Paradójicamente los niños en la actualidad son autónomos socialmente: van al jardín infantil, a la plaza e incluso a casa de amigos. Sin embargo, son dependientes domésticos: usan biberón hasta los seis años porque a los padres les resulta más cómodo, se les viste en la mañana o se les da la comida, en cambio en el jardín comen solos. Ello refleja una sobreprotección mal entendida porque no hace más que crear inseguridad en los hijos. Es necesario que el menor asuma responsabilidades y concrete iniciativas de manera que pueda alcanzar un nivel de pensamiento y desarrollo afectivo, Algunas ideas:

– A la hora de levantarse: Elegir la ropa y que intente ponérsela.

– A la hora de ordenar: Arreglar su mochila, apagar las luces, llevar la ropa sucia al canasto, colocar los papeles en el basurero.

– A la hora de jugar: Elegir y ordenar los juguetes.

– El día familiar: Es recomendable que exista un día familiar en que los niños puedan participar de la elección del panorama o la comida.

Hay normas en las que no se puede condescender y ellas obedecen a todo lo que tiene que ver con el cuidado de la salud física, educación de valores y normas de mínima urbanidad. Algunos ejemplos:

– Baño diario y lavado de dientes.

– Negarse a comer o a tomar remedios.

– Hora de acostarse: respeto por el descanso ajeno.

– Buen trato con el resto dé las personas.

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