Los tres cerditos

Había una vez tres cerditos que eran hermanos, y se fueron por el mundo a buscar fortuna. A los tres cerditos les gustaba la música y cada uno de ellos tocaba un instrumento. El mas pequeño tocaba la flauta, el mediano el violín y el mayor tocaba el piano. Los dos más pequeños siempre estaban tocando la flauta y el violín y bailando, lará, lará, lará…, mientras que el mayor trabajaba construyendo una casa de ladrillos.

El flautista y el violinista le decían a su hermano mayor: "¡Deja eso y vente con nosotros a cantar y bailar!". Y su hermano contestaba: "No puedo, hasta que no construya mi casa, y vosotros deberíais hacer lo mismo, porque cuando llegue el lobo ¿qué haréis?". "En un momento la haremos", le contestaron sus dos hermanos.

Así que el flautista, cogió un montón de paja y se construyó una casa con ella. Cuando terminó su casa, fue en busca de su hermano el violinista para seguir la fiesta que habían dejado. El violinista, cogió unas cuantas ramas y construyó su casa, de modo que cuando terminó, se fue con su hermano flautista a bailar y cantar.

De pronto, apareció el lobo, y cuando los dos cerditos lo vieron salieron corriendo para esconderse en sus casas. EL flautista entró en su casa de paja y escuchó la voz del lobo, que gritaba: "Cerdito, cerdito, déjame entrar". Pero el cerdito respondió: "No, no, no te abriré la puerta". Entonces el lobo replicó: "¡Está bien! Pues soplaré, soplaré y soplaré y tu casa derribaré". Y en efecto, sopló, sopló y sopló y su casa derribó. Así que el cerdito flautista fue corriendo a la casa de su hermano el violinista.

Cuando estaban los dos cerditos dentro, de nuevo llegó el lobo y gritó: "¡Cerdito, cerdito, déjame entrar!" Pero el violinista respondió: "No, no te abriré la puerta". Entonces el lobo replicó: "¡Está bien! Pues soplaré, soplaré y soplaré y tu casa derribaré". Y de nuevo, sopló, sopló y sopló y la casa de violinista derribó. Cuando se vieron los dos cerditos entre las ramas rotas, salieron corriendo en busca de su hermano mayor: "Déjanos entrar, hermano, que detrás viene el lobo y no quiere comer".

Su hermano pianista, cuando los oyó gritar, abrió la puerta, y cuando sus hermanos entraron, la cerró, dándole con la puerta en el hocico al lobo. De nuevo el lobo gritó: "Cerdito, cerdito, déjame entrar". Pero el cerdito respondió: "¡ No, no te dejaré entrar!". Entonces el lobo replicó: "¡Está bien! Pues soplaré, soplaré y soplaré y tu casa derribaré". Pero esta vez, su casa permaneció en pie y el lobo asombrado, volvió a decir: "Soplaré, soplaré y soplaré y tu casa derribaré". Cuando se puso morado de tanto soplar, tuvo que parar. Pero no consiguió derribar la casa del cerdito mayor y el lobo dijo: "Me las pagareis, esto no se quedará así".

Así que pensó entrar por la chimenea y coger a los cerditos para comérselos. Pero el cerdito mayor, que era muy listo, puso una caldera de agua en la candela para que cuando el lobo se metiera por la chimenea, cayera dentro de la caldera con agua hirviendo. Cuando el lobo estaba en el tejado, se metió por la chimenea y cuando llegó al final, se encontró con la caldera de agua hirviendo y quejándose del dolor salió corriendo. Desde entonces los tres cerditos se quedaron a vivir en la casa de ladrillos, y de este modo estaban a salvo del lobo.

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