Peligrosa adicción ‘gamer’, la enfermedad que asusta a psicólogos y padres de familia

Al principio es, digamos, apenas un gusto. La tecnología en general, los videojuegos, nos divierten y ya está. En ese caso no supone ningún problema. En otros, con el tiempo, se vuelve una necesidad vital. Como si se explorara más y más un pozo del que será difícil salir.

Si no se está jugando, se está en YouTube viendo gameplays o análisis de los últimos avances tecnológicos. O se está leyendo sobre el tema. O se esfuma una tarde pensando en comprar el último gadget. A veces incluso se sueña con ello. Se sueña con los videojuegos.

El foco, la vida, las energías se ponen exclusivamente en la tecnología y sus encantos. Algunos niños y jóvenes dejan de rendir en el colegio o la universidad. Incluso desertan. Otros ya mayores llegan al extremo de perder sus trabajos. El resto de las posibilidades de disfrute se les tornan aburridísimas: jugar fútbol, irse a una finca, salir a bailar, ver una película, visitar la familia.

Si no pueden jugar, o si van a estar en un lugar sin conexión a Internet, se irritan; se ponen ansiosos; sienten que hacer algo distinto a jugar es una pérdida de tiempo. Efectivamente, como un adicto en periodo de abstinencia.

La psiquiatra Delia Hernández, directora de Fundar Colombia, un centro de atención especializado en tratar todo tipo de dependencias, no se extraña cuando le pregunto si ha manejado casos de personas que por poco tiran su vida al carajo porque no podían parar de jugar.

“He atendido muchos casos de menores y también adultos con adicción a los juegos de video. No es propiamente una adicción a la tecnología, sino a una aplicación en especial, o algún juego. Los juegos más usados, o los que las personas están jugando más y algunas han desarrollado conductas adictivas, son de dos tipos. Uno, los juegos de rol, tipo Warcraft. Estos juegos apasionan a niños y jóvenes porque cada jugador construye su personaje para involucrarse en el mundo del juego (cada jugador es un protagonista de la historia, lo que permite una inmersión total) y además las personas se relacionan en línea con miles de jugadores en el mundo. En estos juegos cada logro le da al jugador status o prestigio. Por eso la gente quiere más y más. En el mismo juego se construye una especie de gran red social donde el más valorado es el que más puntos tenga, o el que alcance un mayor nivel. La adicción tiene que ver precisamente con que cada ganancia en el juego, cada gratificación cuando se aumentan los puntos o se sube de nivel, se acompaña en el cerebro de liberación de sustancias que producen disfrute, como la dopamina y la serotonina.

En la medida en que las horas de juego aumentan, y la frecuencia, el cerebro se va habituando a estos niveles altos de neurotransmisores en ciertas áreas y cada vez pide más. Busca mantener el mismo nivel. Es lo que hacen las drogas. Si lo que hace mantener ese nivel es una sustancia, la persona buscará consumirla. Si lo que asocia esta sensación de gratificación es una conducta como jugar, pues repite la conducta.

Lo que hace el que juega sin poderse regular, sin ponerse límites, es estimular repetidamente su química cerebral. Mantener unos niveles altos en ciertas áreas del cerebro a toda costa.

El otro tipo de juegos en los que algunas personas están generando conductas adictivas son los que manejan una moneda dentro del juego. Es decir: algunos juegan de manera compulsiva para ganar esas monedas y con ellas mejorar su nivel o recursos para elevar sus posibilidades de ganar.

Pero sí: los casos de gente que dice ir a la universidad o al colegio y en realidad permanecen todo el día en una sala de videojuegos están ocurriendo muy frecuentemente”.

En la industria de los videojuegos los llaman los ‘niños rata’. Según Gamer Dic, un diccionario online de términos sobre videojuegos y cultura gamer, un ‘niño rata’ “es un joven, generalmente pre-adolescente, que pretende aparentar rudeza a pesar de su corta edad mediante gritos, insultos y en general un comportamiento hostil, que suele ser extremadamente ruidoso, exagerado y cansino. En el ámbito de los videojuegos online, suele llamarse así a todos aquellos chavales que por su corta edad tienen una voz muy estridente y que pasan la mayor parte del tiempo gritando por el micrófono, a menudo jugando a videojuegos que no son apropiados para su edad”.

En las últimas dos frases quizá está parte de la raíz del problema: algunos niños están pasando la mayor parte de su tiempo jugando a videojuegos que no son recomendados para su edad.

Juegos de guerra, por ejemplo, tipo Call of Duty, o GTAV, uno de los videojuegos más vendidos de la historia (80 millones de copias) y en el que los personajes, además de matar y robarle el auto a cuanto ciudadano quieran, puede pagar por bailes privados con mujeres desnudas o detenerse en la calle para contratar una prostituta. El precio depende del ‘servicio’ solicitado. Puede ser una felación o una relación sexual dentro del carro.

Los videojuegos tienen una clasificación según contenido y edad. Para los niños se debe evitar comprar juegos violentos, sexualmente explícitos y groseros. Hay muchos que sin usar esos recursos, son muy entretenidos.

Y sin embargo hay padres que les regalan aquello a sus hijos, no importa si tienen apenas 8 años, y obviando lo que advierte la caja del videojuego: para mayores de 18. Hace unos días de hecho un youtuber español, ‘Sasel’, hizo un video en el que se hacía algunas preguntas. ¿Por qué hay tantos niños jugando videojuegos para adultos cuando en el pasado aquello era casi imposible? ¿Por qué los padres compran esos juegos sin ninguna clase de miedo, de prohibición?

En los comentarios del video, un usuario identificado como Rodrigo Rosales escribió: “Fui a una tienda a comprar el Crash Bandicoot. Yo a mis 37 vejetes años… adelante de mí estaba una mamá que no soltaba su teléfono con un niño que no va ni a la secundaria, con el GTA 5 de Xbox en la mano. Se lo cobraron sin más. Cuando fue mi turno yo le dije al tipo de la caja: ¿no te da risa que el viejo compre el juego de niños y al mocoso le vendiste un juego de adultos? Solo se rió”.

¿En qué momento entonces a los padres dejó de importarles el tipo de entretenimiento que consumen sus hijos?

Tal vez eso se explique porque los papas ‘modernos’ son sobre todo personas cansadas. Llegan a casa buscando silencio, tiempo para sí mismos, y para lograrlo acuden a las pantallas: que sus hijos estén horas con el Ipad o frente a la consola de videojuegos, aparentemente sin causar problemas, les da una tregua ante el agite del día a día, así sus pequeños estén entretenidos con juegos para 18. El doctor Eduardo José Bueno, neuropsicólogo clínico del Centro Médico Imbanaco, considera que aquello es caer en una trampa.

La adicción a los videojuegos lleva a un elevado consumismo: jóvenes que quieren tener en su biblioteca cuanto juega o consola salga al mercado.

“Hay padres tan ocupados o que sus hijos les importan tan poco, que los dejan exclusivamente al cuidado de una niñera o de un escolta sin interesarse por sus problemas o sus rutinas. O están los padres que utilizan las tabletas como niñera. La pantalla para evitar o calmar un berrinche. Hay que entender justamente que el berrinche es un comportamiento que se refuerza en la medida en que el niño logra lo que quiere. Por eso en estos asuntos de adicciones a la tecnología o simplemente en la falta de una regulación para utilizarla, tienen una gran responsabilidad los padres.

En ese sentido en mi concepto el término ‘niño rata’ que se está utilizando en los medios y en la industria de los videojuegos es agresivo, peyorativo. Y lo que hace es que las personas que puedan tener esta problemática no busquen la ayuda necesaria en la medida en que son estigmatizadas.

Es lo mismo que ha pasado con otro tipo de adictos: son tratados de manera peyorativa. Los tildan de borrachos, marihuaneros, bazuqueros, periqueros, cuando en realidad son personas que están enfermas o con alguna dificultad y necesitan ayuda, necesitan ser tratadas. La adicción se considera una enfermedad con varios niveles de severidad. De ahí que hay que dignificar a las personas que la padecen. Pueden ser nuestros hermanos, nuestros padres o nuestros hijos”.

Se cree por cierto que el término ‘Niño rata’ lo adoptaron los ‘gamers’ de juegos en línea para referirse a los niños que entraban a las partidas a gritar a los otros competidores, echando a perder las competiciones. “Se comportan como una rata”.

También se dice que el término proviene de un capítulo de los Simpsons, en el que Homero llama al travieso Bart “niño rata”. Bart es una buena manera de ilustrar los comportamientos de estos pequeños. Aunque el término también hace referencia a aquel que solo sale de su cuarto, “su madriguera”, estrictamente para lo necesario. El resto del tiempo permanece jugando.

La adicción a la tecnología también ha hecho que las visitas a los fisiatras – los doctores especializados en medicina física y rehabilitación – se incrementen. El doctor Carlos de los Reyes lleva 20 años ejerciendo la fisiatría y recuerda que hace una década el número de consultas de niños con problemas osteomusculares era bajísimo, casi algo exótico.

“Tanto, que nosotros en la universidad enseñábamos que cuando un niño tenía un dolor, había que abrir mucho los ojos, buscar en enfermedades raras. Pero hoy en día están llegando niños por dolores musculares que antes no se veían. Los niños salían a jugar y no les dolía nada. Hoy en día el sedentarismo y las malas posiciones sostenidas durante mucho tiempo, están provocando mucho dolor cervical y mucho dolor lumbar”.

También lo consultan menores que dicen sentir fuertes dolores de cabeza ocasionados por problemas musculares del cuello generados por las excesivas horas que pasan frente a las pantallas. “En medicina eso se conoce como cefalea tensional”.

Con un agravante: hay una norma en medicina básica que indica que con los niños hay que evitar, en lo posible, los medicamentos.

“Los relajantes musculares son contraindicados en menores de 12 y tienen que usarse con cuidado en menores de 18. Así que no tenemos muchas alternativas para tratar los problemas que está causando el excesivo uso de la tecnología. Básicamente es con ejercicio y fisioterapias. Por eso recomiendo limitar el tiempo de la tecnología a unas horas estrictas. Y promover la actividad física. Por una hora de videojuegos, que el niño haga igualmente ejercicio para evitar, también, la obesidad.

Pero esto no es solo para los niños. Todos tenemos que usar la tecnología. Incluso los adultos mayores que nunca se habían enfrentado a un Ipad ya lo deben hacer. Mi madre se comunica con chat, por ejemplo. Con un dedo, torcido por la artritis incluso, maneja la tableta. Todos tenemos la obligación de aprender a usar la tecnología y eso implica saber moderarla”.

“Los papás tienen que conectarse”, dice al teléfono Lina María Saldarriaga. Es la directora de Contenidos e Investigaciones de la Red Papaz, una Corporación que surgió en 2003 por decisión de un grupo de padres y educadores para, entre otras cosas, cuidar la integridad de los niños.

– ¿Y cómo se conecta un padre?

– Conectarse es saber cuáles son las páginas web que los niños están visitando. O los videos que ven en YouTube, que es uno de los hábitos más comunes de los niños de hoy. Allí hay muchas cosas interesantes pero también contenidos nocivos. Conectarse es saber que hay opciones como YouTube kids para niños pequeños, donde no está ese contendió nocivo. También hay que saber cuáles son las redes sociales en las que están nuestros hijos y ayudarles a configurar la privacidad, e igualmente determinar si los juegos que tienen son apropiados para su edad”.

En la Red Papaz han conocidos esos casos extremos: niños y jóvenes que pasan días sin dormir porque no pueden parar de jugar y pierden el año escolar o dejan la universidad. Pero en la mayoría de los casos son niños que simplemente no saben regularse y papás que no tienen idea de cómo poner horarios para que los niños aprendan a hacerlo. No siempre el uso excesivo de los juegos es una adicción pero en uno o en otro caso conectarse también significa poner límites. Y conocer ciertas mañas de los adolescentes que juegan de manera compulsiva. La doctora Delia Hernández las conoce muy bien.

Es importante diferenciar entre el uso excesivo de los videojuegos, la falta de regulación, y una adicción. No todo el que juegue con frecuencia es adicto.

“Lo que normalmente ocurre es que los menores empiezan a jugar cuando salen del colegio. En la medida en que eso va generando placer, la conducta se va haciendo más repetitiva y empiezan a descuidar otra cosas. Disminuye la frecuencia de deportes al aire libre, de interacción con amigos, con la familia y poco a poco se empieza a comprometer el rendimiento académico.

Una estrategia de los adolescentes para evadir la supervisión de los padres es que en la tarde hacen algo de tareas, pero juegan de noche. Los papás ni se dan cuenta. En el cuarto lo tienen todo: tv, consolas, computador, todo. Es su búnker. Y además les permiten comer en el cuarto, lo que es muy negativo. Encerrados pueden jugar en jornadas de 8, 10 horas. Obviamente no duermen bien.

Así que no se puede confundir la recreación con una adicción. Jugar no debería, por ningún motivo, interferir con lo académico, con las dinámicas familiares y las interacciones sociales.

El límite para saber que se tiene un problema es empezar a invertir más tiempo en el juego que en otras actividades que se consideran fundamentales. Es ahí cuando la persona necesita un tratamiento. Como en cualquier conducta compulsiva, lo primero es la aceptación del problema.

Pero lo primero que ocurre es que la persona hace una negación. La negación está representada con frases como todo el mundo lo hace, no le hago mal a nadie, estoy cumpliendo con otras actividades, no estoy saliendo de casa a tomar trago o a rumbear. Siempre hay una cantidad de razones para justificar una conducta compulsiva.

Cuando esa negación se rompe, cuando se reconoce que se han descuidado otras actividades, es cuando empieza un proceso de recuperación.

Si la persona no se da cuenta del problema, lo que se espera que se den cuenta las personas que están a su lado.

Padres u otras personas que interactúan con él y ven cómo se va aislando más para meterse en el mundo de los juegos en línea”.

Juegos, en la canasta familiar

Según Newzoo (agencia internacional de inteligencia de mercado de videojuegos y aplicaciones móviles), Colombia ocupa el puesto 37 entre los países que consumen más videojuegos en el mundo, y se calcula que más de 3 millones y medio de colombianos son consumidores frecuentes de consolas.

La edad promedio de un gamer colombiano está entre los 18 y 23 años; los hombres son la mayoría en este mercado (65% frente a un 35% de las mujeres) y el 58% son consumidores casuales de videojuegos, es decir tienen solo una consola y juegan para divertirse; 35% son semi profesionales, dedican 14 horas a la semana a esta actividad; y 7% profesionales, invierten entre 6 y 7 horas al día –35 horas a la semana jugando–.

Según la Asociación de Software de Entretenimiento (ESA, por sus siglas en inglés), el mercado de los videojuegos mueve $230 millones de dólares en todo el mundo.

Es decir: el Play Station, el X-box y el Nintendo son tan esenciales para algunos consumidores como los alimentos de la canasta familiar. En todo caso, pese a la acogida que tienen estas consolas y la millonaria rentabilidad que generan, un informe de la Universidad de La Sabana advierte que si los videojuegos se consumen sin control, causan obesidad. Según la OMS, el 60% de los colombianos no se ejercita.

Síntomas de una adicción

Pasar más de dos o tres horas diarias jugando en la consola.
Cambios de ánimo bruscos e inexplicables.
Bajón en el rendimiento escolar.
Abandonar otras actividades de ocio, como el deporte.
Falta de interés en actividades sociales.
Alteraciones del sueño y estados de ansiedad.

Establezca reglas para el uso de la tecnología en el hogar

Los sitios que se pueden visitar. Sea claro en indicarles que no está permitido acceder a sitios web para adultos desde los dispositivos o la conexión a Internet de la casa.

Con quiénes pueden interactuar en los entornos digitales. Al igual que en la vida real les enseña a no hablar con extraños, enséñeles a no hacerlo en Internet.

Horarios y espacios para estar conectados. En ocasiones a sus hijos les puede costar trabajo desconectarse, por lo que definir horarios y espacios de conexión y hacerlos cumplir les servirá a ellos para aprender a regular el tiempo que pasan en Internet.

Utilice la tecnología para protegerlos cuando navegan en Internet a través de los diferentes dispositivos. En la actualidad existen aplicaciones o funcionalidades de control parental o monitoreo de actividad para todos los dispositivos electrónicos, entérese acerca de cómo configurarlos y empiece a usarlos en su hogar. Al igual
que en la vida real si usted sabe lo que hacen sus hijos en línea, será menos probable que ellos se metan en problemas.

Hable con sus hijos sobre su vida digital. Preguntas como ¿Qué redes sociales usas? ¿Sabes qué hacer si te hacen sentir incómodo o te intimidan por Internet?, o ¿Alguien te ha enviado regalos o pedido que se encuentren en persona cuando navegas?, pueden ayudarle a iniciar conversaciones con sus hijos sobre su vida en línea.

Evite equiparlos a edades tempranas. La destreza de los niños para manejar la tecnología avanza más rápido que su desarrollo psicológico, social y emocional, es por esto que se recomienda evitar al máximo entregarles a edades tempranas dispositivos con funcionalidades para adultos (Navegador Web, Wifi, NFC, Bluetooth, etc) sobre todo si usted como padre o madre no conoce su funcionamiento.

No se exceda en el control. Es importante que monitoree y acompañe la actividad De sus hijos cuando utilizan la tecnología, sin embargo, avergonzarlos o invadir sus espacios de interacción virtual no es agradable para ellos y podría afectar la confianza necesaria para una buena relación padres – hijos.

Por Redacción de El País
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