XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 7; 31-37

Autor: Pablo Cardona

«De nuevo, saliendo de la región de Tiro, vino a través de Sidón hacia el mar de Galilea, cruzando el territorio de la Decápolis. Le traen un sordo y mudo, y le ruegan que le imponga su mano. Y apartándolo de la muchedumbre, metió los dedos en sus orejas, y con saliva tocó su lengua; y mirando al cielo, dio un suspiro, y le dice: Eftétha, que significa: ábrete. Al instante se le abrieron los oídos, quedó suelta la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Y les ordenó que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo proclamaban; y estaban tan maravillados que decían: Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» (Marcos 7; 31-37)

1º. Jesús, te traen un sordomudo para que «le impongas tu mano».

Para hacer el milagro realizas una serie de signos externos -poner los dedos en los oídos y saliva en la lengua- que de por sí no tienen la capacidad de curan.

Pero esos signos materiales unidos a la palabra «effetha» producen la curación.

De la misma manera, Jesús, has querido que tu gracia se transmita a través de la combinación de unos signos externos con ciertas palabras.

Eso son precisamente los sacramentos.

Los signos exter­nos -el agua, el aceite, la imposición de las manos, etc…- hacen referencia a la gracia propia de cada sacramento.

Las palabras que pronuncia el ministro se llaman la forma del sacramento.

«Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas» (. I. C.- 1131).

¿Qué importancia doy en mi vida a la recepción de los sacra­mentos?

¿Me doy cuenta de que éste es el camino ordinario que has establecido para darme tu gracia?

Hay dos sacramentos que puedo recibir con mayor frecuencia: la Comunión y la Confesión.

¿Con cuánta frecuencia acudo a ellos?

¿Con cuánta fe y piedad los recibo?

Porque la gracia que recibo en los sacramentos depende, entre otras causas, de mis disposiciones: fe y piedad.

2º. ¿Tú quieres ser fuerte? Primero, date cuenta de que eres muy débil; y, luego, confía en Cristo, que es Padre y Hermano y Maestro, y que nos hace fuertes, entregándonos los medios para vencer: los sacramentos. ¡Vívelos! (Forja.-643).

Jesús, Tú me has dado unos medios para vencer: los sacramen­tos.

La vida cristiana tiene como fin parecerme cada vez más a Ti, ser cada vez mejor hijo de Dios: ser santo.

Pero la santidad se consigue a base de lucha por adquirir y practicar todas las virtudes cristianas: caridad, trabajo, fortaleza, justicia, etc…

Es una lucha contra mí mismo: contra mi comodidad y mi egoísmo.

Y para vencer en esa lucha necesito la gracia de los sacramentos.

San Pablo escribe: «cuando soy más débil entonces soy más fuerte» (2 Corintios 12,10).

Se refiere precisamente a esta idea: ¿quieres ser fuerte?

Primero date cuenta de que eres muy débil.

Jesús, para recibir tu gracia y ser fuerte en la lucha cristiana, he de pedírtela con humildad, dándome cuenta de que sin Ti no puedo nada: «sin mi no podéis hacer nada» (Juan 15,5), me recuerdas.

Pero si me veo débil, necesitado, acudiré a Ti, como el sordomudo del Evangelio, para que me impongas tus manos, para que me des tu gracia en los sacramentos.

Entonces me limpiarás con la Confesión y me alimentarás con la Eucaristía.

Y como aquella gente que veía tus milagros, yo también me maravillaré de tu poder, porque «ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso » (Lucas 1,49), y podré darte gracias en mi oración personal, porque «todo lo has hecho bien.»

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