Miércoles. 5 Semana de Cuaresma

Juan 8, 31-36

Autor: Pablo Cardona

«Decía Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permanecéis en mi palabra, sois en verdad discípulos míos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Somos linaje de Abrahán y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres? Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado, esclavo es del pecado. El esclavo no queda en casa para siempre; mientras que el hijo queda para siempre; pues, si el Hijo os librase, seréis verdaderamente libres.» (Juan 8, 31-36)

1º. Jesús, mientras los judíos están pensando en libertad política respecto a los romanos, Tú estás yendo más a fondo: libertad interior; libertad de hijos de Dios que no están atrapados por la esclavitud del pecado. «Todo el que comete pecado, esclavo es del pecado.»

El pecado efectivamente esclaviza.

Esclaviza porque obliga a actuar en la dirección que marcan mis pasiones y mis debilidades, no mi razón iluminada por la fe.

Para conseguir esa libertad, es necesario conocer la verdad, esa verdad que eres Tú mismo: Yo soy la Verdad». (Juan 14,6).

Y para conocer la verdad, para conocerte a Ti, es necesario permanecer en tu palabra, es decir: ser fiel, perseverar en el camino cristiano, no abandonarte cuando empiezan las dificultades.

Cristo mismo vincula de modo particular la liberación con el conocimiento de la verdad: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Esta frase atestigua sobre todo el significado íntimo de la libertad por la que Cristo nos libera. Liberación significa transformación interior del hombre, que es consecuencia del conocimiento de la verdad. La transformación es, pues, un proceso espiritual en el que el hombre madura «en justicia y santidad verdaderas» en los diversos ámbitos de la vida social» (Juan Pablo II).

Jesús, tu verdad no es una verdad abstracta, no es un concepto.

Eres Tú mismo: Tú eres la palabra de Dios.

No es una verdad para ser aprendida a través del estudio, que se pueda explicar en una pizarra.

«Si permanecéis en mi palabra, conoceréis la verdad».

Es necesario vivir según tu palabra, hacer la prueba, experimentar de verdad tu amor, darse a los demás, buscar ante todo tu voluntad.

Y entonces sí.

Entonces, se acaba conociéndote a fondo, y tu conocimiento me libra de la esclavitud del pecado.

 

2º. «La verdad os hará libres. Qué verdad es ésta, que inicia y con- suma en toda nuestra vida el camino de la libertad. Os la resumiré, con la alegría y con la certeza que provienen de la relación entre Dios y sus criaturas: saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de la predilección de la Trinidad Beatísima, que somos hijos de tan gran Padre. Yo pido a mi Señor que nos decidamos a damos cuenta de eso, a saborearlo día a día: así obraremos como personas libres. No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima, y carece en su actuación del dominio y del señorío propios de los que aman al Señor por encima de todas las cosas» (Amigos de Dios.- 26).

Jesús, Tú eres la Verdad, y tu verdad es ésta: eres el Hijo de Dios.

Y ésta es también mi verdad: soy hijo de Dios.

«El que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima.»

Si no me doy cuenta de que Tú eres mi Padre, no me estoy enterando de lo realmente importante en mi vida: quién soy, qué se espera de mí, para qué estoy en la tierra, y cómo puedo ser de verdad feliz.

«El esclavo no queda en casa para siempre; mientras que el hijo queda para siempre».

Jesús, yo soy hijo de Dios, y por eso estoy llamado a permanecer en su casa para Siempre: estoy llamado a vivir con Dios eternamente en el cielo.

Pero si, por el pecado, pierdo la condición de hijo y paso a ser esclavo del pecado, no tendré ya lugar en tu casa.

Jesús, ser cristiano es imitarte a Ti.

Pero imitarte a Ti, necesariamente es vivir como hijo de Dios en todas las circunstancias del día: es tenerte presente en el trabajo y en el descanso, en el trato con los demás; es intentar agradarte siempre; es actuar con el dominio y el señorío -libertad- propios de los que aman al Señor por encima de todas las cosas.

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