Martes. 2 Semana del Tiempo Ordinario

Marcos 2, 23-28

Autor: Pablo Cardona

«Un sábado pasaba el Señor por los sembrados, y sus discípulos iban delante desgranando espigas. Los fariseos le decían: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito? Y les dice: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando se vio necesitado, y tuvo hambre él y los que estaban con él? ¿Cómo entró en la Casa de Dios en tiempos de Abiatar, Sumo Sacerdote, y comió los panes de la proposición, que no es lícito comer más que a los sacerdotes, y los dio también a los que estaban con él? Y les decía: EI sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Por tanto, el Hijo del Hombre es señor hasta del sábado». (Marcos 2, 23-28)

1º. El sábado era un día mandado por Dios para dedicárselo a Él y para descansar; pero los judíos habían establecido toda una serie de reglas que, más que ayudar, eran una carga innecesaria.

Por eso les dices: «El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado».

Tú nos das ejemplo de cómo observar el sábado: vas a la sinagoga, pero no pierdes la ocasión para curar ciegos y enfermos, ni tampoco para enseñar.

Para conmemorar el día de tu resurrección, los primeros cristianos empezaron a celebrar el día del Señor los domingos.

El domingo es un día especialmente indicado para darte el culto que te mereces como Creador del universo y Rey de la humanidad.

El acto central de culto es la Santa Misa, y por eso la Iglesia me dice que debo oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.

«El domingo, «día del Señor», es el día principal de la celebración Eucarística porque es el día de la Resurrección. Es el día de la asamblea litúrgica por excelencia, el día de la familia cristiana, el día del gozo y del descanso del trabajo» (C. I. C.-1193)

Pero ¿no puedo hacer más?

A veces desaprovecho los fines de semana con mil planes llenos de vacío: en horas perdidas ante la televisión, en atascos, o durmiendo desmesuradamente.

Jesús, ayúdame a saber compaginar, durante el fin de semana, el necesario descanso, el deporte, la oportunidad de estar un poco más con mi familia y mis amigos, la dedicación necesaria al estudio, y también, ¿por qué no? la colaboración en alguna actividad social.

Ayúdame a aprovechar al máximo esos días.

Que me dé cuenta de que aprovechar el tiempo es la mejor manera de pasármelo bien, de mejorar personalmente, y de ayudar a los demás; y sobre todo, es el único modo de darte la gloria que te mereces.

 

2º. «La tristeza y la intranquilidad son proporcionales al tiempo perdido. Cuando sientas impaciencia santa por aprovechar todos los minutos, la alegría y la paz te colmarán, porque no pensarás en ti» (Surco.-510).

Jesús, voy perdiendo el tiempo por todos lados y luego vienen los «achuchones»: un examen que no tengo tiempo de estudiar, un trabajo que acabo de cualquier manera, etc. ..

Y después del achuchón, me creo en la obligación de tomarme otro descanso.

Así voy tirando, a trompicones, sin acabar de hacer las cosas bien.

Pero, por más que digan algunos, la verdad es que viviendo de esta manera no soy realmente feliz.

Jesús, Tú no sólo eres «Señor del sábado»sino de todos los días; por eso, he de hacer rendir el tiempo que me das.

Además, si busco hacer tu voluntad cada día, no hay tiempo que perder, porque siempre se puede hacer más.

Y me viene a la cabeza la parábola de los talentos, en la que explicas que a cada uno le has dado unos dones -familia, inteligencia, formación…- y un tiempo determinado para hacerlos rendir.

«La alegría y la paz te colmarán, porque no pensarás en ti».

Cuando hago lo que debo -no lo que me apetece- estoy contento y tengo menos problemas personales, entre otras cosas porque pienso menos en mí mismo.

Jesús, dame esa impaciencia santa por aprovechar todos los minutos, porque son tuyos y quiero hacerlos rendir.

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