Lunes. 23 Semana del Tiempo Ordinario

Lucas 6, 6-11

Autor: Pablo Cardona

«Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha. Los escribas y los fariseos le observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero él conocía sus pensamientos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Entonces Jesús les dijo: Yo os pregunto: ¿Es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida a un hombre o quitársela? Y mirando a su alrededor a todos ellos, dijo al hombre: Extiende tu mano. Lo hizo, y su mano quedó curada. Ellos se quedaron completamente ofuscados y discutían entre sí qué hacían contra Jesús.» (Lucas 6, 6-11)

1º. Jesús, la reacción de los escribas y fariseos ante tu curación en sábado me muestra la importancia de las disposiciones interiores para recibir tu gracia.

Ante tus milagros, la gente sencilla y humilde «se maravillaba y decía: todo lo ha hecho bien» (Marcos 7,37).

Por el contrario, los escribas y fariseos «se quedaron completamente ofuscados y discutían entre sí qué harían contra Jesús.»

Tú les preguntas: «¿es licito en sábado hacer el bien?»

Pero ellos no responden.

No quieren hablar porque no quieren cambiar sus ideas equivocadas.

Su soberbia les impide convertirse y entender el sentido de tus milagros.

Y lo que debía ser una luz -pues tus milagros muestran que eres el Mesías- se convierte en una oscuridad aún mayor: «se quedaron completamente ofuscados».

«Lo más horrible de ese pecado es que, cuanto más domina al hombre, menos culpable se cree éste del mismo. En efecto, jamás el orgulloso querrá convencerse de que lo es, ni jamás reconocerá que no anda bien: todo cuanto hace y todo cuanto habla, está bien hecho y bien dicho». (Santo Cura de Ars).

Jesús, a veces me construyo mis propias interpretaciones: «esto no está tan mal»; «todo el mundo lo hace así»; «la culpa es del ambiente, o de los demás».

Y en vez de hablar -de explicar mis dificultades en la dirección espiritual- me quedo con mis ideas, con mis dudas o con mis excusas.

De esta manera no lucho por mejorar; y cada vez me siento más a oscuras.

2º. «Me has pedido una sugerencia para vencer en tus batallas diarias, y te he contestado: al abrir tu alma, cuenta en primer lugar lo que querrías que se supiera. Así el diablo resulta siempre vencido.

-¡Abre tu alma con claridad y sencillez, de par en par; para que entre -hasta el último rincón- el sol del Amor de Dios!» (Forja.-129).

Jesús, me has dado un gran medio para vencer en mis batallas diarias, en mi lucha por mejorar, por parecerme más a Ti.

La dirección espiritual es el mejor modo de abrir mi alma, de ventilar esos pensamientos, intenciones y hechos que empezaban a perder la vibración propia de un hijo de Dios.

Jesús, Tú sigues realizando milagros, sigues enviando tu gracia.

Pero no todos son capaces de aprovecharla.

Los que están «ofuscados» por la soberbia y creen que no necesitan abrir su alma a nadie, cada vez se enredan más en sus propios defectos.

Por el contrario, si tengo la sencillez de dejarme ayudar en la dirección espiritual, ¡qué claro es el camino, y qué abundante es tu gracia!

Jesús, ayúdame a ser sincero en la dirección espiritual, contando en primer lugar lo que me cuesta más explican.

Así el diablo resulta siempre vencido.

De la misma manera que al hombre de la mano seca le pediste que hiciera el esfuerzo de estirarla para quedar curado, a mí me pides el esfuerzo de contar lo que me cuesta para darme tu gracia.

«Lo hizo, y su mano quedó curada.»

Ayúdame a ser valientemente sincero en la dirección espiritual y también yo recibiré la fortaleza que necesito para vencer en la lucha diaria contra mis defectos y pasiones.

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