La lanzada

"Como era la Parasceve, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, pues aquel sábado era un día grande, los judíos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitasen. Vinieron los soldados y quebraron las piernas al primero y al otro que había sido crucificado con él. Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante brotó sangre y agua"(Jn).

Fue entonces, cuando un soldado abrió la quinta herida en el cuerpo de Jesús. Con un golpe certero, de mano experta, le atravesó el corazón, y de él manó sangre y agua.

La quinta herida no es una herida de dolor, no busca matar o hacer sufrir. Jesús ya estaba muerto. Tampoco es solamente el deseo de certificar su muerte. Parece, un acto de compasión del soldado hacia el crucificado y hacia su Madre, que estaba al pie de la cruz. La costumbre era certificar la muerte de los condenados, rompiéndoles las piernas. Así se garantizaba la asfixia y se aceleraba la muerte. La escena sería terrible para todos. El centurión se compadece de María y querría ahorrarle un último sufrimiento. Cumple sin saberlo las profecías "no le será quebrado ni uno sólo de sus huesos" y "mirarán al que atravesaron".

Aquel soldado hace posible, al abrirle el costado, que Jesús muerto diga su última palabra sin palabras: "lo he dado todo por vosotros, hasta la última gota de la sangre de mi corazón". ¡Ahora ya sabéis lo que Amor!.

Juan añade su testimonio ocular: "el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad para que también vosotros creáis"(Jn).

La sangre y agua que brota del costado abierto tienen un gran significado, además de ser el certificado de su muerte y de su donación hasta la última gota de su sangre. La sangre muestra el perdón divino que se derrama sobre los hombres en la nueva Alianza. El agua es el medio para acceder a esa nueva vida, muestra el bautismo que borra todos los pecados hasta el pecado original y hace hijos de Dios. Hijos en el Hijo, renacidos de la muerte del pecado para ser miembros de Cristo.

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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