Unas palabras sobre el perdón

¿Perdonar? Sí… Perdonar a quiénes nos han hecho daño. Perdonar a quién nos ha herido. Perdonar porque este es uno de los rasgos de la identidad cristiana y principio de la felicidad en los seres humanos. ¡Qué acto más difícil es éste!

Cada año Dios nos da una oportunidad para reflexionar la vida, para observar nuestras propias heridas y entrar en el propio corazón. Un corazón que muchas veces se llena de resentimientos por aquellas cosas que nos han hecho los otros.

Somos seres heridos, hiriendo a otros. Somos personas enfermas, todos necesitamos del gran hospital de Dios para poder sanar nuestras heridas.

La oportunidad para ti y para mí es la semana santa. Ahora mismo hemos entrado a la semana mayor, un tiempo sagrado que debería de ser de silencio y reflexión. De oración para poder purificar nuestro pensamiento y nuestro corazón.

Las lecturas de estos días nos han mostrado cómo era el corazón de Jesús, nuestro modelo para el perdón. Pero, ¿por qué nosotros no podemos perdonar como perdonó Él a todos aquellos que lo humillaron, lo traicionaron, murmuraron y lo mataron?

Tenemos que comenzar reconociendo que tú y yo estamos marcados por el pecado original y que si bien las aguas bautismales nos limpian y dan la oportunidad de ser adoptados por Dios, a lo largo de nuestra vida vamos haciendo elecciones que nos llevan a pecar. El pecado siempre va herir nuestra humanidad y a contaminar nuestro corazón, por ello, Jesús exhorta “oren, oren para que no caigan en la tentación, para que no pequen.”  

Tenemos que reconocer que nuestro corazón es el campo de batalla donde entra tanto lo positivo como lo negativo y que de nosotros dependerá dejar entrar o cerrarle la puerta al rencor. Esto es una tarea muy difícil.

¿Hay personas que no son rencorosas? Creo que en todos los seres humanos existe el rencor porque todos hemos pecado.

Sin vida sacramental es muy difícil reconocer que somos pecadores, que herimos a los otros y que se nos hace difícil perdonar. Por ello confesarse, comulgar, hacer actos de mortificación es tan importante pues hacer todo ello va purificando nuestra mente y corazón y nos ayuda a obtener claridad para dar los pasos que haya que dar hacia el perdón.

Contemplo las escenas en las que Jesús es traicionado, es escupido, golpeado, es despojado de sus ropas, es cacheteado…. Esto me deja en un estado de asombro, de planteamiento de la existencia humana, y me hace reflexionar sobre el ejemplo de ser persona que Él nos da.

Jesús es nuestro modelo, por lo que cada vez que una persona o personas nos traicione, hable mal de nosotros, me haga daño mi actitud debe de ser la de despojo, la de no defenderme, la de volverme un manso corderito. Pero siento que esto es difícil. Razono. No puedo. No quiero. Entonces me dirijo a su Sagrada Humanidad, miro su corazón y fijo mi mirada en sus ojos y entonces hay un desarme interior.

En efecto, sin esa fuerza que Jesús mismo me da, no puedo perdonar, no puedo abandonarme, no puedo pedir perdón.

Necesitamos de Él, de Su gracia y de su presencia en nuestra vida por medio de la oración para poder perdonar a quienes pensamos nos ofenden, pues muchas veces, esos pensamientos son productos de nuestra propia soberbia, de nuestro propio ego.

Recuerdo, aquel gran ejemplo de San Juan Pablo II a millones de personas en el mundo. Después de haber sido baleado por un hombre que quiso darle muerte y de haberse recuperado decidió perdonarlo y llegó a la cárcel para verlo. Fue un momento enorme para la historia de la humanidad y para nosotros los cristianos pues ahí mismo San Juan Pablo II se convertía Cristo en la tierra. No juzgó, no preguntó ¿por qué lo hiciste? Sólo quiso imitar a Cristo.

Respiro hondo y comprendo que a pesar de todo lo que suceda en mi vida, quiero seguir a Cristo. Quiero imitar a Cristo y añoro un día poder contemplar su rostro y decirle:

“Señor, aunque me costó muchísimo, aunque no terminé de comprender, lo hice. Me esforcé por imitarte y quería que lo supieras”.

Qué esta semana tú puedas reconocer lo importante que es perdonar y perdonarnos para poder ser dignos, discípulos de Cristo.

FIRMASHEILA

Sheila Morataya
Austin, TX
www.sheilamorataya.com
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Sheila Morataya es la Editora de la sesión de la mujer desde la creación de encuentra.com Es psicoterapeuta, coach de vida y talento para la radio y la televisión en los Estados Unidos. Actualmente es Productora Ejecutiva para Relevant Radio en español en los Estados Unidos. Autora de 6 libros entre ellos «El espejo: ámate tal como eres».

Cuando no está trabajando puedes encontrarla sembrando flores, dando clases de desarrollo personal a jovencitas o cocinando para su familia. Puedes escribirle a  sheila@sheilamorataya.com

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3 comentarios

  1. Gracias señora Sheila por sus palabras, muy cierto es el deseo constante en imitar a nuestro Salvador. Asi nos acerca cada vez mas a la Felicidad personal.

  2. Quizá por ello, perdieron la diligencia e ingenio que tuvo el Islam en sus primeros siglos. Con semejante endogamia, al cabo de algunas centurias comenzarán a reducir su población. Dios perdona, los hombres perdonan en ocasiones; pero la Naturaleza, ¡jamás perdona!

  3. Hermosa reflexión,muy profunda y humana Oramos al Señor para que siga escribiendo tan profundo.

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