Nuestra justicia es como un trapo sucio

En el reciente mensaje a la nación del Presidente de México algunos de los participantes comentaron que era bueno que se incluyera en las medidas a tomar el combate a la corrupción, sin embargo, otros asistentes cuestionaron la autoridad moral del mandatario para combatir la corrupción, frente a las evidencias públicas de posible enriquecimiento o conflicto de intereses de sus funcionarios derivado de contratos gubernamentales, una verdadera crisis de confianza.

La encuesta del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC) “Creer en México” documenta el alto nivel de desconfianza que los mexicanos tenemos en las personas, ya que solo el 10 % considera que podemos confiar en la mayoría, y sólo el 16 % considera que los ciudadanos trabajamos juntos para mejorar el país.

Otro estudio desarrollado por el Instituto Nacional Electoral (Antes IFE) y el Colegio de México “Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México.” Arroja entre sus conclusiones la siguiente: México se encuentra en un complejo proceso de construcción de ciudadanía que se caracteriza, en términos muy generales, por una desconfianza en el prójimo y en la autoridad, especialmente en las instituciones encargadas de la procuración de justicia; su desvinculación social en redes que vayan más allá de la familia, los vecinos y algunas asociaciones religiosas; y su desencanto por los resultados que ha tenido la democracia.

He ahí el diagnóstico de la desconfianza en México entre nosotros y hacia las instituciones, en particular las de procuración de justicia y las políticas. Muchas veces para abordar problemas delicados se hacen estudios, y se realizan diagnósticos para tener mejores elementos a la hora de plantear y construir soluciones a los citados problemas. Lamentablemente en muchos casos no pasamos del diagnóstico a la solución de los problemas, por ejemplo ¿cómo generamos confianza entre nosotros y para con las instituciones?

Difícilmente se logrará generar confianza cambiando las leyes, ya que de entrada ni siquiera se cumplen las existentes y eso es parte del problema, así que hacer nuevas leyes no garantiza que se van a cumplir, antes hay que resolver el tema de la confianza en las autoridades, y eso implica que las mismas reconozcan que están mal, que se debe cambiar. En términos religiosos esto implica un arrepentimiento y conversión.

La lectura de Isaías de hoy (63-64) nos ayuda a reflexionar: Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos. Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti. Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento. No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas.

Si las autoridades no reconocen sus fallas, si no se sanciona a quienes ostentan con impunidad sus faltas, o a quienes ejercen la violencia impunemente ¿cómo llamar a los ciudadanos a que se involucren en cambiar sus actitudes y ayudar a reconstruir nuestras relaciones en paz y justicia? Si en las familias no asumimos la tarea delicada de generar confianza a través del ejemplo y la verdad ¿Cómo esperar que los niños y jóvenes estén dispuestos a construir un mundo mejor?

La confianza en las familias y más allá de las mismas se genera ayudando, sirviendo, confiando, educando en la libertad y en la responsabilidad, que todos aprendamos que hay que ser libres respetando la libertad de los demás, así que tanto la injusticia y la violencia tienen consecuencias.

En las instituciones se requiere que se cumplan las reglas del juego sin distingos para todos, esto es la aplicación de la ley, los reglamentos, que la ley no esté dominada por el amiguismo, el dinero, o cualquier tipo de corrupción. En ambos casos se requiere de la virtud, el tiempo de adviento es un tiempo favorable para revisar nuestras actitudes personales e institucionales y cambiar para que nazca en nosotros el sol de justicia y de paz.

 


Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez

Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.

Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»

Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).

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