Angustia y Esperanza en la Basílica

Ella estaba de rodillas con una mezcla de angustia y esperanza que le transformaba e iluminaba su rostro moreno, nunca sabré si pedía por un familiar muerto, desaparecido o migrante, por falta de trabajo, o por falta de amor, pero lo hacía como si los miles de personas que estábamos junto con ella no existiéramos, en ese lugar lleno de paz, en donde va uno a ponerse a los pies de la Madre para que el Hijo nos escuche.

El Papa Francisco nos dice en Evangelii gaudium (122-126): Pienso en la fe firme de esas madres al pie del lecho del hijo enfermo que se aferran a un rosario aunque no sepan hilvanar las proposiciones del Credo, o en tanta carga de esperanza derramada en una vela que se enciende en un humilde hogar para pedir ayuda a María, o en esas miradas de amor entrañable al Cristo crucificado. (…) Son la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rm 5,5).

Ese día había además en la Basílica una peregrinación de una comunidad rural de Oaxaca, con su propia música, como si fuera una Calenda tradicional alrededor de la catedral de su tierra. Estaban en el lugar de honor reservado a los peregrinos frente al altar mayor, y su música y sus cantos fueron parte de la liturgia, no solo la sonoridad de los instrumentos contrastaba con el tradicional sonido del órgano, sino que las letras en sus cantos y el colorido de sus vestuarios nos hacían participar del encuentro perenne entre la Virgen y los habitantes autóctonos de esta bendita tierra.

Se acerca el día en que celebramos en el cerro del Tepeyac a la Madre del Señor por quien se vive, y entonces millones de personas participarán en múltiples eventos  llenos de religiosidad popular, de amor y solidaridad: Rosarios, peregrinaciones, ofrecer agua, comida y ayuda a los peregrinos, oraciones, cantos y alabanzas, danzas prehispánicas y sus adaptaciones mestizas de distintas regiones del país, es una fiesta popular, histórica y religiosa sin parangón.

Este año la patria sufre, muchas personas han sufrido en carne propia la violencia, el ultraje, el desprecio, la marginación, la exclusión y el abandono; hoy se puede percibir la angustia en los rostros de muchas personas por la pérdida o desaparición de un ser querido, porque no tienen trabajo o suficiente dinero para sacar adelante a su familia, y por ello los Obispos junto con el Papa nos convocan a una jornada de oración especial durante estos días hasta la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, para que el rostro de la patria se ilumine también con la luz de la esperanza, para que esa angustia que se percibe hoy se vaya transmutando en paz.

La imagen de la Virgen de Guadalupe embarazada nos prepara al nacimiento de su Hijo, es un signo de adviento, orar y peregrinar nos ayuda a retomar un camino de conversión personal que se puede reflejar en una transformación de las personas, la cultura y finalmente de las instituciones, para que la realidad de individualismo, corrupción, violencia e injusticia actual, se transforme en una realidad de justicia, paz y solidaridad en nuestra patria.


Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez

Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.

Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»

Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).

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