Cristo revela el Misterio de Dios

El misterio de la Santísima Trinidad es el núcleo central en el mensaje de Cristo

La revelación de Dios llega a su punto culminante con Jesucristo. Ahora ya no es que Dios hable a unos hombres, más o menos excepcionales, sino que Dios mismo se encarna en el hombre Jesús. De esta manera toda la vida de Jesucristo es una revelación de Dios, como lo expresa el Apóstol en la carta a los Hebreos: «Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas; últimamente, en estos días nos habló por su Hijo. (1, 1-2).

Anteriormente la revelación se iba manifestando parcialmente, preparando a los hombres a la gran revelación que es Jesucristo. Como decía San Juan de la Cruz:

«antes se nos daban palabras de Dios pero ahora se nos ha dado «la Palabra»»

«Porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta palabra y no tiene más que hablar» (Subida al Monte Carmelo, II, 22, 3).

La tarea del cristiano será penetrar en la revelación de Nuestro Señor Jesucristo

Cristo nos revela la intimidad de la vida divina con un objetivo claro: Hacernos participar de esa vida divina. Esta revelación se puede resumir en una frase: Dios es Uno y Trino. Dios es único, pero en su vida íntima se distinguen tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Sólo por Cristo ha adquirido el mundo la certeza infalible de que en el cielo existe desde siempre un Padre y que ese Padre, desde la eternidad, engendra un Hijo consustancial con El, con quien está unido en eterno amor por el Espíritu Santo. El misterio de la Santísima Trinidad es el núcleo central en el mensaje de Cristo. Pero no han llegado los hombres al Hijo partiendo del Padre; no ha sido primero la fe trinitaria y luego la fe en Cristo, sino al revés. Sólo en el Hijo, en Cristo, adquieren los hombres la certeza del misterio de Dios.

Cristo revela a Dios Padre

Jesucristo afirma que existen unas relaciones especiales entre el Padre y El. Estas relaciones únicas se muestran en lo siguiente:

– Nadie conoce al Padre sino el Hijo (cfr. Mt. 11, 27).

– Nadie ha visto al Padre sino el Hijo (cfr. Jn. 6, 46).

– El Padre es quien envía al Hijo (cfr. Jn. 8, 16).

– Por el Padre vive el Hijo (cfr. Jn. 8, 42).

– Quien aborrece al Hijo, aborrece al Padre (cfr. Jn. 15, 23).

– Jesús resume todo esto diciendo: «Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí». (Jn. 14, 11).

En la oración sacerdotal de la Última Cena dice el Señor: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a Ti (… ) que todos sean uno. Como tú, Padre, en Mí y yo en Ti. Que también ellos sean uno». (Jn. 17, 1 y ss.).

Se ve con estas palabras que Jesús se confiesa Dios como el Padre, pero que el Padre es una Persona distinta, que le envía, conoce, ama y glorifica; y propone para los suyos una unidad análoga a la que existe entre ellos.

Cristo se revela como Dios Hijo

Jesucristo fue revelando esta doctrina poco a poco a sus discípulos para que fuera penetrando en ellos sin chocar con la clara idea judía del monoteísmo.

Primero hace milagros, después se manifiesta como el Mesías esperado y más adelante realiza acciones atribuidas sólo a Dios:

– Perdona pecados (cfr. Mc. 2, 5-10).

– Se declara superior al sábado y a la Ley, regulándola con autoridad y dándole su verdadero sentido (cfr. Mc. 2, 8; Mt. cap. 5).

– Acepta la confesión de Pedro (cfr. Mt. 16, 16).

– Ante el Pontífice se confiesa Hijo de Dios y no rechaza que le acusen de hacerse igual a Dios (cfr. Mt. 26, 63 y ss.).

– Acepta la confesión de Santo Tomás de su divinidad (cfr. Jn. 20, 28).

– De modo expreso dirá: -El Padre y Yo somos una sola cosa» (Jn. 10, 30), manifestando así la identidad esencial con el Padre, junto a una diversidad que se muestra en las obras.

Cristo revela al Espíritu Santo

No siempre la expresión espíritu significa en el Evangelio la tercera Persona de la Santísima Trinidad, pero hay textos abundantes que muestran al Espíritu Santo como «otra» Persona distinta del Padre y del Hijo.

En la Ultima Cena Jesús dice: -Sí me amareis, guardaréis mis mandamientos; y Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté en vosotros siempre y el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir porque no te ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis porque mora en vosotros y en vosotros está- (Jn. 14, 15-17).

La misión del Espíritu Santo será completar la obra de Cristo en cada uno de los fieles y en la Iglesia. Para ello:

– Conduce a la verdad completa (cfr. Jn. 16, 13-15).

– Recuerda las cosas que se han oído (cfr. Jn. 14, 26).

– Comunica la vida sobrenatural (cfr. Jn. 7, 37-39).

El Hijo no habla de sí mismo; dice sólo lo que el Padre le ha mandado;

y el Espíritu Santo tampoco habla de sí mismo, sino lo que oye al Hijo.

El Hijo es enviado sólo por el Padre; y el Espíritu Santo es enviado por el Padre y el Hijo.

El Hijo da testimonio del Padre con su predicación; y el Espíritu Santo da testimonio del Hijo en el alma de los creyentes.

«Los hombres, por mediación de Cristo, Verbo hecho carne, tienen acceso en el Espíritu Santo al Padre y se hacen partícipes de la naturaleza divina» (DV, 2).

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto. Felipe le dice: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le replica: Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, El mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí, Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago y aun mayores. Porque yo me voy al Padre: y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.

El Espíritu de la Verdad

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y está con vosotros.

Con mi Espíritu en vosotros: Jesús no deja huérfanos a sus discípulos. Cinco veces les promete su Espíritu. Le llama -Paráclito», es decir, abogado, defensor, consolador. El -mundo. no puede recibirle, porque ni siquiera le reconoció cuando actuaba en vida de Jesús. El Espíritu, en cambio, estará -en- los discípulos, obrando desde el interior.

La misión del Espíritu en la Iglesia es múltiple. Viene para revelar a Cristo, dar a conocer su nombre verdadero, o sea, su calidad de Hijo de Dios. Por eso enseñará y recordará las palabras de Jesús y hará comprender desde dentro toda la riqueza de vida que encierran.

El Espíritu no hablará en su propio nombre. Anunciará lo que vaya viniendo y guiará hasta la verdad completa, que es Cristo. Es decir, dará a los discípulos el sentido de su Palabra, su vida, su muerte en la cruz y la inteligencia del «mundo nuevo», de la «nueva humanidad», salida de su Resurrección.

San Juan es el único en afirmar que el Espíritu dará testimonio de Cristo. Cuando la persecución arrecie y los discípulos conozcan la tentación del miedo y de la duda, el Espíritu fortalecerá su corazón para confirmar su fe en Jesús. Es un testimonio distinto de la ayuda prometida por Cristo a los discípulos, cuando sean arrastrados a los tribunales. Por fin el Espíritu Santo demostrará, que el pecado está en el «mundo», la justicia en Jesús y que el verdadero condenado es el demonio o príncipe de este mundo.

En el pasaje, San Juan está pensando en el gran juicio que Dios realizará «en los últimos tiempos».

Los discípulos están tristes por la partida de Jesús. Este les consuela: les conviene que se vaya. Cuando les envíe su Espíritu podrán reconocer, hasta el fin del mundo, la presencia viva de Cristo en medio de su Iglesia. (B.p.1.i.c., t. 2. p. 261)

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2 comentarios

  1. La divina trinidad Padre Hijo y Espíritu santo están en nosotros y se manifiestan por tres medios que son, la palabra de Dios en sus santas escrituras,la voz de la conciencia que nos guía hacer lo bueno,y una palabra de aliento de alguien que tiene mucha fe y el espíritu esta en el. muchos no entienden ni quieren aceptar y por eso viven en un mundo falso y de fantasías pasajeras.

  2. Muy interesante lectura! La Revelacion del misterio de Cristo, es tan importante saberlo y creerlo, por que aún que seamos católicos no entendemos esa Revelacion!

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